La agricultura de una Venezuela potencia energética transpetrolera

La agricultura venezolana nunca ha sido floreciente. Ese pasado del café y el cacao entró a la historia como un éxito, siendo en realidad el resultado de unas relaciones sociales en el campo, muy desiguales y hasta esclavistas. No por eso, las fechas anteriores a los años cincuenta del pasado siglo dejan de mostrar aspectos interesantes en una sociedad inminente rural, con 60 % de la población asentada en el campo y en consecuencia con casi 2.500 m2 de siembras por persona año, en una agricultura de bajos rendimientos pero suficiente para alimentar la población menor a 3 millones de personas. Fue una agricultura del laboreo con mucho esfuerzo humano. En esos tiempos la esperanza de vida en promedio en el país, no superaba los 45 años.

Las excedencias de ingresos petroleros, diezmaron el campo, las "Casas muertas" de Otero Silva, explican muy bien este fenómeno, la migración del campo genera otro tipo de sociedad donde la energía petrolera vendida a precios de gallina flaca era suficiente para desplazar las prioridades de la economía de la agricultura al petróleo, hasta un punto tal que un ministro de la época post dictadura, en plena democracia representativa llegó a decir que "producir alimentos en Venezuela es más costoso que importarlos". Ese industrialista impuesto como ministro de agricultura tenía el pensamiento estratégico en las sentaderas. Desde los años cincuenta del siglo pasado la reducción de la superficie sembrada por habitante se redujo de manera tan drástica que llegó a representar 750 m2 por persona/año. Lo demás para satisfacer las necesidades de alimentación vino en barcos. La energía petrolera sirvió para pagar la factura de las carreteras, de la electricidad, de la educación, de la salud y pagó también el costo de la dependencia tecnológica, en muchos aspectos de la vida. La industrialización, en ese modelo de implantación, vino pagado por el petróleo. La electrificación del país, también salió de allí. El extractivismo pagó el desarrollo de fuentes renovables de energía, la energía hidroeléctrica se convirtió en un ejemplo para el mundo, independientemente que para eso se debió inundar amplios territorios. La huella de carbono de la electrificación venezolana es muy baja.

La electrificación llegó al campo y permitió el desarrollo de procesos acompañados de la mecanización que funciona con petróleo, y deja una huella de carbono superior y un daño progresivo a la capa arable de la tierra. Si hacemos memoria, las fuentes de agua en la mayor parte de las cuencas donde se desarrolló la agricultura, fluía por el cauce natural de los ríos, quebradas y caños. El modelo extractivista aplicado también a las tierras arrasó con las selvas, bosques de galería, dejando reductos de árboles como sombra y la agricultura vegetal cede el paso a los grandes potreros en que fue convertido el país, para el desarrollo de una ganadería ineficiente, y con una población animal que se estancó para luego decrecer, según los registros que se tomaron a inicios del siglo XXI.

Los aparentes avances con los cuales la energía eléctrica ayudó a crear un modelo agrícola, de bienestar desigual para campesinos, pequeños y medianos agricultores y productores industrialistas, dejó para el campo la cola de la electricidad. Las pequeñas comunidades y las viviendas esparcidas en los territorios agrícolas, les llegó muy tarde ese beneficio petrolero, o nunca llegó.

No voy a entrar en cifras que denotan que los diez primeros años del siglo XXI fueron conceptualmente y en realidad de grandes avances en la agricultura. No hay todavía una explicación como habiendo rescatado el Estado 4, 5 millones de hectáreas en manos del sector privado de la economía, la agricultura creció. Eso solo lo explica que estaban improductivas y aun siguiendo improductivas post-rescate, el esfuerzo de las políticas públicas sobre el escalamiento productivo tuvo su efecto beneficioso.

Después del 2012 vino el acabose. Un retroceso inimaginable, una abandono del campo por la población joven que salió a buscar ingresos como agricultores asalariados en otros países, una recaptura de la propiedad de la tierra por el sector privado, una modernización vitrina de la integración agrícola con lo agroindustrial, potenciando el oligopolio. Y lo peor, el petróleo en descenso como factor de impulso al desarrollo, y la desinversión en energías limpias, e inclusive a partir de la energía de los hidrocarburos, La gran política agrícola de la agricultura actual es la mediática sobre la calidad de los viejos rubros como café y cacao, que otrora fueron claves en el ingreso fiscal venezolano. Sin embargo, los productores no son los beneficiarios de las grandes ganancias de los negocios de la política "gourmet".

La historia de la defensiva frente al pasado nos dice que llorar y evadir son malos conceptos. Creo que estamos en un gran momento para el país, sI nos tomáramos el tiempo, unos y otros, para mirar a la energía como un componente importante para el nuevo desarrollo integral del los territorios, no tendríamos temores al futuro. La agricultura necesita un repunte del petróleo y el gas, eso es cierto, se requiere que sigan en manos del Estado, pero en forma cristalina como una vez fueron nuestros ríos, que el combustible que mueve la masa de productos y la maquinaria del laboreo, esté oportunamente acompañando los procesos, un adiós a imbecilidad de dejar sin combustible a los campesinos y llevarlos presos si vierten los productos al suelo. Pero lo petrolero, gasífero, y la hidroelectricidad deben tener un techo, esta última debe ser repensada, porque nuestras cuencas deben tener, antes que el saqueo de sus aguas, como el caso de la represa del Uribante, con una iglesia reactivada con fieles y turistas, donde una vez hubo un gran depósito de aguas. Debe plantearse una política de cosecha de aguas con rescate de la biodiversidad natural vegetal y animal, que permita abonar a la deuda ecológica soluciones reales al manejo de esos recursos.

Aquí entramos al meollo del desarrollo del sistema agroalimentario, en general. Las dos revoluciones más próximas a este sistema agroalimentario son la edición genómica que viene desde hace unos 15 años, de la cual a Venezuela no llega ni el zumbido de un mosquito; y la revolución en energías renovables, incluidas la hidroeléctrica (hacerlas más eficientes y confiables), la energía solar fotovoltaica que está profusamente conmoviendo al mundo, y aquí poco se habla, no es parte de ninguna política pública; y la energía eólica, hoy al garete.

La energía solar fotovoltaica puede permitir un desarrollo más limpio de nuestros campos y de nuestras ciudades con potencial agroindustrial e inclusive desarrollar con más confianza las ciudadelas agroindustriales próximas a las áreas de producción. Hay muy buenos ejemplos que pudieran presentarse luego.

Del modelo petrolero anterior que se derrumbó debe nacer otro modelo energético donde el petróleo y el gas formen parte, pero debemos pensar más como el modelo transpetrolero, y para la agricultura sería muy conveniente.



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Miguel Mora Alviárez

Profesor Titular Jubilado de la UNESR, Asesor Agrícola, ex-asesor de la UBV. Durante más de 15 años estuvo encargado de la Cátedra de Geopolítica Alimentaria, en la UNESR.

 mmora170@yahoo.com

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