Faltando escasos días para culminar el año escolar 2023-2024 el balance que se puede hacer en materia de educación publica no puede ser menos que lamentable.
Mientras desde Miraflores no desperdician ocasión de vociferar que de ganar la oposición la educación será privatizada, quienes estamos en el gremio educativo además de padecer la indolencia del ente rector ante las ingentes demandas sin respuestas, cada día que pasa notamos más indiferencia por el tema educativo.
Si en un momento dado el tema de la infraestructura de escuelas y liceos fue atendido a través de las BRICOMILES, al día de hoy, ya ni siquiera como propaganda se menciona, en esta campaña electoral en la que la propaganda es lo que prevalece.
De la situación de sueldos y beneficios laborales de los trabajadores de la educación hay muy poco que añadir, salvo que están enmarcados en la política laboral fraudulenta que desde 2018 se puso en marcha y que además de contravenir preceptos constitucionales y leyes vigentes (violentando los derechos laborales de los trabajadores), genera la precarización laboral de los profesionales que se desempeñan en esta área, fomentan la deserción y el abandono del personal que presta servicios en este campo.
La desinversión en el sector, quizás no muy distinta a la que ocurre con áreas como la de salud, apunta a que el Estado invierte lo mínimo y no es temerario afirmar que, en algunos casos, incluso por debajo de lo mínimo que debería invertirse.
No financiar adecuadamente un sector fundamental para el progreso social, como es el educativo, es una forma solapa de favorecer la privatización del mismo. La desinversión en educación publica termina desfavoreciendo socialmente a los millones de niños y jóvenes que dependen del sistema público para educarse.
Es conocido, en tiempos finales de la cuarta república, como el abandono de Empresas del Estado que prestaban servicios públicos fue el preludio de la ola privatizadora que durante los años 90 impero en el país, los casos de la CANTV y el de la electricidad están entre los emblemáticos.
Si bien actualmente pocos se atreven a mencionar que la educación pública podría privatizarse, como medio para apalancar salidas a la crisis estructural que hoy la afecta, es indudable que la indiferencia y el abandono en la que mantienen sumida a la educación la sigue condenando a ser la cenicienta de las políticas sociales del Estado venezolano.
Algunos se ufanan de los conciertos internacionales, de bingos y casinos, de importación de vehículos, del turismo de elites, de la inauguración de tiendas y comercios privados como referentes de que el país esta superando la crisis es indudable que mientras la educación pública este sumida en el abandono en el que se encuentra, el pueblo estará condenado al atraso, a la ignorancia y la realización de tareas y oficios sin calificación y con las peores pagas. Mientras solo la minoría que si pueda educarse (quienes acuden a escuelas, liceos y universidades privadas) tendrán oportunidades reales de profesionalizarse y acceder a empleos y trabajos dignos y con remuneraciones acordes a su calificación.