Desde el punto de vista estrictamente de la ganancia de votos, el tema internacional da pocos beneficios electorales. Entender e interesarse en ese tema, requiere de mucha información, criterio e identidad ideológica, lo cual ya delimita un auditorio más bien pequeño. Por eso, a excepción de algunos temas de impacto inmediato, como la migración masiva de compatriotas o las sanciones económicas, usadas como alegato por el gobierno para explicar la debacle económica del país, las cuestiones internacionales no aparecen en las declaraciones de los candidatos. Apenas el tema del Esequibo despierta un interés algo mayor.
Por otro lado, la presente campaña ha sido muy pobre, en conceptos, proyectos y ofertas, incluso en lo que se refiere a los temas nacionales: la debacle de los servicios públicos, la situación de la economía, la salud. Maduro insiste en prometer lo que no ha cumplido en más de diez años. Un ejemplo ya cómico es la insistencia en la "recuperación económica", anunciada al comienzo de todos y cada uno de los años que ha estado en la presidencia. Sus mensajes parecen dirigidos a segmentos muy delimitados de la población: evangélicos, sus propios seguidores, motopirueteros, los adultos de la tercera edad (creación del ministerio de la tercera edad y oferta de un eventual aumento de las pensiones via ley), las comunas. Han privado los espectáculos y la violencia simbólica: amenazas, insultos, todo lo que debería controlar la famosa "Ley del Odio". Los bailes sobre el vehículo militar, los rituales histéricos de evangélicos y santeros, el rugido de los motores de las motocicletas, etc. Esta ha sido una campaña llena de suspenso por las expectativas acerca de las trampas y los abusos de poder, la suspensión de las tarjetas o de la candidatura de la oposición o de los propios comicios. Los atropellos, ampliamente difundidos por las redes sociales, hacen pensar que Maduro ha sido el mejor jefe de campaña de MCM y EGU por convertirlos en héroes en la evitación o superación de los obstáculos. O tal vez que los dirigentes piensan que la intimidación va a tener una gran eficacia. Ha abundado el uso ilegal de los recursos del Estado, la convocatoria obligada o "nariceada" de los funcionarios públicos, la amenaza de prisión, la privación efectiva de la libertad de los activistas de la oposición o de sindicalistas incómodos, el castigo oficial (SENIAT) o no (las bandas armadas de los "colectivos") de negocios humildes, la reactividad frente a las acciones de la líder MCM, cuya leyenda se construye con proezas que ya la montan sobre un corcel blanco. Comunicacionalmente, privan las redes sociales a los medios (la TV pasó a ser "tradicional": un cambio en la massmediación política).
Lo internacional como tema electoral, en todo caso, se refiere al rechazo de las sanciones producidas a instancias de la oposición, la presencia amenazante del "imperialismo" hasta en fallas de décadas como el flujo eléctrico, los apoyos de algunos países a uno u otro bando y la observación internacional de los comicios, condicionada a las sanciones. A nivel de los cuadros medios de Vente, hay simpatías por Milei e Israel, aunque no tanto en las otras militancias de oposición, más inclinadas hacia la socialdemocracia. Sí hay un apoyo declarativo hacia las denominadas "democracias occidentales". Puede decirse que el lenguaje viene adoptando la terminología de la nueva guerra Fría: el occidente contra sus enemigos (que no tienen nombre propio, sino el que les endilgó el adversario: dictaduras, autocracias, autoritarismo, etc.). Maduro se identifica con Cuba y Nicaragua: pésimas referencias. Cuba se derrumba evidenciando el fracaso de un espejismo. Nicaragua da pena ajena, y hoy no llega a ser siquiera un somocismo pintoresco.
Pero hay un hecho indiscutible. Venezuela es hoy un espacio tibio de la nueva Guerra Fría. Su relevancia, como desde principios del siglo XX, tiene que ver con sus reservas de petróleo, así como de varios minerales de interés geopolítico. El petróleo sigue siendo un producto de gran importancia estratégica, pero Estados Unidos es hoy un gran productor neto de hidrocarburos, capaz de autosuficiencia y hasta de exportación. La rentabilidad del fracking, la técnica predominante de extracción de hidrocarburos en Norteamérica, depende de cierto nivel de precios del petróleo en los mercados. Por eso, los intereses de EEUU coinciden con aquellos países de la OPEP que quieren que suban o se mantengan los precios actuales.
Pero no hay que dejar de advertir que el petróleo es el insumo principal de un patrón tecnológico que ya se halla en decadencia. Ya están vigentes las decisiones que están llevando a lo que se ha denominado "la transición energética" hacia otras fuentes de energía más amigables desde el punto de vista ambiental. Por otra parte, desde hace décadas estamos en una revolución tecnológica en que la información, el conocimiento científico y la innovación tecnológica son las principales fuerzas productivas, y sus insumos más buscados ya son otros: el litio, por ejemplo. Lo que las grandes potencias (sobre todo China y Estados Unidos) se plantean es ganar la carrera tecnológica, neutralizar las aspiraciones territoriales de sus enemigos (sobre todo Rusia, que ha estado reaccionando a su cerco por la OTAN y mantiene su proyecto de reconstrucción del poderío del imperio zarista o soviético; no es lo mismo, pero es igual). Claro: otro objetivo es resguardar sus respectivos "patios traseros". América Latina para EEUU, los mares adyacentes a Asia por parte de China, las ex repúblicas soviéticas para Rusia. Por supuesto, el poderío norteamericano ha declinado, sobre todo si se compara con el dominio que logró Washington en la última década del siglo XX y principios del presente XXI. Hay ensayos de autonomía y hasta de un "mundo multipolar" como la emergencia de los BRICS, con su propuesta de sustituir al dólar por el rublo o el yuan.
Así, se han conformado dos polos en esta nueva Guerra Fría: de un lado, Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, Japón, etc. Del otro lado, China, Rusia, Irán, Corea del Norte, tal vez Vietnam. Todavía lo económico no implica necesariamente alineamientos geopolíticos y militares: Chile, Argentina y Brasil tienen importantes inversiones chinas. Hay un mayor margen de maniobra para ensayar cierta independencia en el caso de Suráfrica, Indica y otras naciones. Existe una gran complejidad en el tejido de los intereses. El esquematismo de los ideólogos contemporáneos de las corrientes "nacionalbolcheviques", como el ex asesor de Putin, Alexander Dugin, no se cumple al pie de la letra. Según el filósofo ruso, de un lado se halla el liberalismo o "globalismo", y del otro, el nacionalismo antiliberal y el "paleoconservadurismo". Y estas tendencias enemigas replican su pugna a lo interno de las potencias, en primer lugar en Estados Unidos, con un Trump, paleoconservador, aislacionista, y una Europa donde se ha convertido en fuerza dominante una "Nueva Derecha" racista, cercana a dialogar o tratar con Putin en lugar de hacerle la guerra. Hay que tener cuidado con todo esquema, sobre todo los binarios, porque toda simplificación es mala. Hay contradicciones internas en cada bloque. De todos modos, hay que tomar en serio los anuncios del malandro Trump acerca de retirar el apoyo a la OTAN frente a Rusia, aumentar la guerra comercial a la tecnología china, cerrar las fronteras a los migrantes latinos, especialmente venezolanos. Por eso, tampoco es muy convincente el esquema que plantea que en un polo están los autoritarios y, del otro, los democráticos. Pareciera que hay autoritarios y hasta totalitarios de ambos lados.
La expresión de estos alineamientos en América Latina, son muy claros, por ejemplo, en el caso de Argentina, con la entrega de Milei de la soberanía de su país al aparato militar norteamericano. Pero hay puntos "grises". Uno de ellos, que nos toca directamente, es Guyana, que cuenta con el apoyo chino, brasileño, inglés y norteamericano, al mismo tiempo. Las maniobras militares rusas en el Caribe tuvieron como uno de sus puntos de contacto Cuba, pero no Venezuela ni Nicaragua. Por supuesto, que la continuación y agudización de la guerra en Ucrania, con la posibilidad cierta de un contacto entre fuerzas de la OTAN y las rusas que puede llegar a ser nuclear; así como el genocidio israelí del pueblo palestino y su continuación con la guerra contra el Hizbullá, operativo en el Líbano y Siria, va a implicar (como ya lo ha hecho) exigencias de alineamiento de todas las fuerzas políticas, de un lado o del otro.
En esta reconfiguración geopolítica del mundo, convendría a un país como el nuestro intentar una mayor independencia en sus decisiones. Pero con una economía dependiente y débil como la que tenemos, no hay mucha posibilidad de escapar a los determinismos. Sólo recuperar el sistema eléctrico nacional exige inversiones milmillonarias que no se lograrían con fondos estatales. Tampoco alcanza para renegociar la gigantesca deuda externa. Ni siquiera es posible recuperar la producción petrolera sin asociarse con el capital extranjero. Ya el gobierno hace rato, valiéndose de la suspensión de todas las leyes y de la misma Constitución, gracias a la llamada "Ley Antibloqueo", ha hecho asociaciones que le han dado la mayor parte de las acciones a la parte norteamericana para reactivar algunos pozos. Hace poco se informó de una reunión confidencial donde, más o menos, los acreedores e inversionistas interesados en las riquezas venezolanas manifestaban que lo que les interesaba era respeto a los contratos, estabilidad política (o sea, paz en los cementerios al estilo Gómez) y esquemas legales flexibles (la vuelta a las concesiones gomecistas), para reconocer un hipotético futuro gobierno de Maduro. En este sentido, es cierto que no hay mucha diferencia entre el programa de EGU/MCM y Maduro, en lo que se refiere a lo económico, aunque cabría esperarse mayor fluidez en los tratos con el FMI si la oposición ganara, y un endurecimiento del autoritarismo con un nuevo período del PSUV.
Los determinismos de la nueva Guerra Fría ya están allí, y no dependen de nosotros. Desgraciadamente. Pero la política, no hay que olvidarlo, no se basa únicamente en descripciones; sino también en prescripciones de la ética y las aspiraciones colectivas. La independencia y la soberanía deben continuar siendo las orientaciones básicas de cualquier gobierno, incluso en momentos en que se anuncia la confrontación final de la Humanidad.