Democracia, el imperio de la ley

Es frecuente escuchar en boca de los líderes las palabras "ley", así mismo el vocablo "justicia", incluso, hasta los religiosos refieren en sus arengas en los púlpitos o en los escritos la "ley de Dios" y de igual manera, comentan sobre la "justicia divina", estas últimas, inconmovibles y sempiternas. No se pueden cambiar porque están plasmadas en los libros sagrados, así mismo, no hay instituciones, congresos o asambleas, que las puedan modificar, es decir, es una ley tiránica y una justicia dictatorial.

Los candidatos a la presidencia les prometen a los electores elaborar leyes apropiadas, además, aplicar una justicia que asegure calidad de vida. Sin embargo, estoy casi seguro que la mayoría de la gente desconoce el significado de tales términos, por este motivo debo aclarar aquellos conceptos: una ley "es una regla o norma jurídica de carácter obligatorio dictada por la autoridad competente de un territorio. Tiene como fin permitir o prohibir alguna acción de los individuos con el propósito de regular las conductas humanas, también, conseguir convivencia y armonía dentro de una sociedad". Evidentemente, como las leyes son dictadas por los humanos, tienen varias características: no son perfectas, ya que los humanos no lo son; son temporales, es decir, pueden cambiar, igualmente, son locales, dado que son obligatorias solo en una región.

Del mismo modo, tenemos el concepto algo más etéreo, una señal ideal o utópica como es la justicia. A esta la definen algunos entendidos en el tema como "el conjunto de valores esenciales sobre los cuales debe basarse una sociedad y el Estado. Estos valores son el respeto, la equidad, la igualdad y la libertad". Quizás por esto lo más cerca de tal término es la justicia divina que nadie sabe qué cosa es. Pareciera que, a pesar, de tantos siglos de lucha ha sido imposible ofrecerle a los electores el respeto, la equidad es algo desconocido, la igualdad brilla por su ausencia y mucho menos libertad, que todos prometen pero, como nadie la disfruta tampoco se sabe en qué consiste.

Millones humanos han muerto luchando en nombre de leyes apropiadas y una justicia que asegure buena calidad de vida, con una salvedad, que, quienes las prometen en sus discursos o escritos, nunca han salido a defender sus postulados y mucho menos han estado en la vanguardia de una manifestación o en una batalla. Me obligo a recordar a un célebre personaje, quien vivió entre 140 a.C y 40 a.C durante el Imperio Romano. Se trata de Marco Tulio Cicerón, un filósofo, abogado, excelente orador, escritor, considerado como fundador de la ciencia del Derecho. Durante muchos años luchó por los valores de las leyes y la justicia tanto como abogado en el foro, al igual que en su vida diaria. Era la única manera de preservar los valores de la Democracia y la República en una Roma cuya degradación de los valores morales llevó al Imperio hacia la decadencia. Quizás, actualmente, cobre vigencia su frase: "Porque no hay más que una justicia esencial que cimenta la sociedad, y una ley que establece esta justicia".

Lamentablemente aquel excelso orador que luchó en el Foro Romano defendiendo los valores de las leyes y la justicia murió decapitado por sus enemigos que formaban el Triunvirato constituido por Octavio, Marco Antonio y Lépido, los mismos que combatieron y asesinaron a Julio César en defensa de la libertad y la justicia. Paradojas de la política.

Lo que le sucedió a Cicerón no es nada nuevo y se ha repetido en todas las épocas y en toda la geografía donde los humanos han dejado sus huellas. El lamentable ejemplo de Marco Tulio es uno de tantos. Una gran mayoría de líderes, tanto políticos como religiosos, le prometen a los electores o feligreses leyes y justicia que los conducirán a una buena calidad de vida o al paraíso. Lo lamentable es que una vez que llegan al poder estos hacen todo lo contrario.

El 28 j se realizaron en la República Bolivariana de Venezuela las elecciones para elegir el Jefe de Estado, las cuales se hicieron de acuerdo con la normativa jurídica contemplada en nuestras leyes de acuerdo con el Poder Electoral, cuyo órgano rector es el Consejo Nacional Electoral (CNE) (Art. 292 de la Constitución). Esto quiere decir, que la cuestión electoral, por ley, es algo concerniente a los venezolanos, sin embargo, de acuerdo con el comportamiento de algunos gobiernos de la derecha internacional, de la mass media comprometida y las redes sociales, da la impresión que las elecciones de Venezuela es un acto internacional donde es notorio la injerencia de todos los nombrados sobre los resultados finales. Muchos de estos actores, como los presidentes de EEUU, Chile, Argentina, Costa Rica, Panamá…se consideran con el derecho de opinar referente al resultado parcial proclamado por CNE, el único organismo que puede emitir opinión sobre el candidato ganador, en este caso Nicolás Maduro. Es tal la gravedad del asunto que algunos gobiernos se arrogan para sí el derecho de no reconocer los resultados, con el argumento de un fraude sin presentar una sola prueba de tal irregularidad.

Lo más extraño de todo lo que ocurrió el 28 j, es que fue la portavoz de un grupo la oposición, la goda María Corina Machado, en la vocería del candidato Edmundo, quien lo promulgó ganador en la contienda, con base a unas actas fraudulentas que no mostró. Algo a lo que está acostumbrada la referida, dado que es experta en tales irregularidades. Así lo hizo en las elecciones primarias para la escogencia del candidato de la oposición. La goda MCM se autoproclamó ganadora de la gesta, a pesar de estar inhabilitada, además, nunca presentó a sus electores las actas levantadas en el evento, algo extraño e inaudito: las quemaron. No sorprende tal subterfugio, el evento lo preparó la empresa Sumate propiedad de la nombrada.

La anomalía no terminó con la autoproclamación, algo imposible por estar inhabilitada, ella misma promulgó a dedo a una extraña, que no compitió en las primarias, Corina II, quien fue descartada de inmediato y luego anunció a Edmundo que tampoco aparecía en la lista de los aspirantes. Como se ve una cadena de irregularidades violatorias de las leyes que ella pregona defender.

De esta manera fue como Edmundo se presentó como candidato a las elecciones, a pesar de quebrantar las propias condiciones y reglas elaboradas por un grupo opositor. Así fue como se desarrolló la campaña electoral de este aspirante financiada por agentes extranjeros, es decir, grupos económicos de EEUU, que apoyaron las medidas coercitivas y la invasión a Venezuela de fuerzas extranjeras para derribar al presidente de la república. De inmediato, al comienzo de la campaña se inician las irregularidades, cuando la goda MCM anuncia el fraude que cometería el gobierno mucho antes de la apertura del proceso del sufragio, esto sin prueba alguna. Era parte del libreto elaborado por equipos foráneos expertos en fake news. Tal estribillo fue coreado por un grupo de opositores, asimismo reforzados desde el exterior. Parte de la desinformación forjada por agentes especializados.

El libreto elaborado por los especialistas del norte debía completarse una vez que se cerraran las mesas y culminara el acto de votación. En menos de 24 h el equipo de votación de Edmundo, dirigido por la goda MCM, una vez que el CNE comunicó el primer boletín declarando ganador a Nicolás, la referida denunció fraude y declaró ganador a Edmundo en todos los estados del país. Esto sin mostrar las actas de votación que confirmaran, ni las supuestas irregularidades del CNE, ni tampoco las actas del triunfo del candidato del grupo opositor de derecha. Era la continuación del libreto.

De seguida se desató una vorágine de un grupo de mercenarios pagados por la goda MCM, los llamados "comanditos" o las milicias del diablo. Fueron estos bandoleros asalariados quienes comenzaron a realizar actos de barbarie, tales como asesinatos, destrucción de la propiedad pública y privada, incendios de colegios, hospitales y almacenes de alimentos, ataques contra colegios y universidades, destrucción del servicio público de transporte, entre tanta barbarie. Todo esto para acusar al gobierno de Maduro de masacrar a los "manifestantes pacíficos", así como también, para mostrar a través de las redes sociales y la mass media, con videos amañados, ante la comunidad internacional, que el país estaba sumido en una guerra civil en protesta por el fraude cometido por el gobierno. Por fortuna, los agentes encargados de la seguridad pública, policía, guardia nacional y el poder popular abortaron y desmontaron el intento de golpe de estado y en 48 h todo volvió a la normalidad.

El pueblo de Venezuela no solo estuvo bajo el asedio de los comanditos, las milicias del diablo, también, desde diversas regiones del planeta, financiado por la derecha internacional, durante del proceso de escrutinio, el CNE fue víctima de una guerra cibernética. Todo esto con la finalidad de sabotear los resultados electorales y así favorecer al candidato de la goda MCM, este fue el verdadero y único fraude cometido por un grupo de la oposición venezolana. Esto tampoco dio resultado y por fortuna el CNE salió airoso de tales ataques logrando restablecer el proceso de escrutinio donde las actas oficiales dieron por resultado el triunfo de Nicolás con más del 50 % de los lectores. Una vez revisado el 80 % de las actas, el resultado era irreversible.

Por fortuna el Sistema Judicial venezolano cuenta con las leyes contempladas en la Constitución, en el Código Civil, en la ley electoral para juzgar, sentenciar y encarcelar a la Edmundo, a la goda MCM cabezas visibles de una cáfila de asesinos. Es tiempo de hacer justicia, para fortalecer la democracia, de hacer valer la dictadura de las leyes contra todos los delitos y crímenes cometidos por esta banda criminal, agrupados para delinquir para atentar contra la paz y la seguridad del país. La democracia no es una forma de gobierno para que las transgresiones de un grupo herederos de una estirpe se mantenga impune, ante una brutal arremetida contra las instituciones, contra la existencia de millones de venezolanos y extranjeros que hacen vida en nuestro país. Quizás por esto el filósofo griego Epicteto de Frigia (55-135 d.C) sentenció: "Cuando hayas de sentenciar procura olvidar a los litigantes y acordarte solo de la causa". Lee que algo queda.



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Enoc Sánchez


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