Se trata de los tres sectores de la Inversión Capitalista, sectores que tendencialmente ofrecen tasas de ganancias similares, pero que se hallan inextricablemente unidos por ser espacios complementarios de cualquier Economía moderna.
Lo que significamos es que al verdadero empresario o verdadero capitalista le resulta indiferente invertir en las ramas comerciales, en la banca privada o directamente en los centros de producción mercantil; sólo es cuestión de que halle mercado rentable y sostenible para su inversión. Es más, por lo general los grandes capitalistas distribuyen su capital en esos tres sectores, así como un capitalista del sector productivo suele invertir en varias empresas, afines o no, de manera que siempre esté a salvo de eventualidades críticas, y lo que deje de ganar en algunas empresas lo compense en otras. Lo mismo hacen los banqueros y comerciantes.
Entonces, es bueno repensar la política keynesiana que se caracteriza por la estimulación unilateral del sector productivo y un marcado desprecio por los otros dos. Para nadie es un secreto que el sector financiero está señalado como agiotista y usurero, y al sector comercial suele tildársele de parasitario. Pero bien miradas las cosas, estas apreciaciones resultan infundadas. Por tales prejuicios, si usted busca las políticas económicas de nuestro país observará que no hay créditos ni facilidades estatales para el comercio ni para la banca.
Efectivamente, un país, una economía, cuyos empresarios productivos mantengan privilegios como mercados cautivos, exoneraciones de impuestos, libertad de precios, créditos estatales blandos, y una legislación laboral complaciente (caso venezolano), es un país que mantendrá una producción u oferta estancada, que tendrá una plantilla de falsos empresarios de elevada propensión a la especulación y a reducir su ganancias en función de la corriente de dinero circulante. Son monetaristas por excelencia. Por eso han resultado inútiles los excedentes de poder adquisitivo logrados por mejoras en nuestros ingresos petroleros, y tales excedentes sólo han acarreado inflación y pérdida parcial de la fuerza económica de nuestro signo monetario.
Ahora bien, debemos buscarle una explicación satisfactoria a esa desviación estatal en materia de protección económica y en sus políticas desarrollistas.
En primer lugar, debemos tener claro que el proteccionismo al empresariado productivo descansa en la política keynesiana, y esta nos viene de EE UU, un país que desde hace más de 80 años acusa sobrantes productivos de medios de producción y de materias primas intermedias, así como un grueso excedente monetario, de manera que necesita forzosamente emplear dichos sobrantes, habida cuenta de que todo capital ahorrado debe ser colocado so pena de arrojar pérdidas desencadenadas, o crisis general.
De EE UU nació la idea de *recuperar* la Europa devastada por ellos mismos*; de allí surgieron los bancos prestamistas que han estado desangrando nuestros presupuestos por concepto de Deuda Pública, y de allí emanó la política proteccionista del sector productivo, cuyos frutos han sido la formación de una elitesca plantilla de pseudoempresarios, vividores del Estado, en desmedro y formación de un crónico desbalance con comercio y la banca misma.
Entonces, cuando una economía como la venezolana se halle asfixiada o estancada por dichos *empresarios* del sector de la producción, el Estado, con su elevado poder de compra, debe revisar su protección a este sector productivo, y más bien probar con un apoyo decidido al sector comercial. Estamos sugiriendo que se abran las puertas y estimule las importaciones de todas partes del mundo en búsqueda de mejores precios y mejor calidad de las mercancías básicas del venezolano, con miras a acabar con el chantaje empresarial según el cual debe darse prioridad a una producción nacional de dudoso aporte nacional.
Esas variopintas importaciones se encargarán de estimular la producción en la economías exportadoras, lo que se traduciría en abaratamiento de precios, y los psudeoempresarios criollos, desasistidos de la protección estatal y carentes de capital propio, se verán obligados a dar paso a los verdaderos empresarios dispuestos a arriesgar sus propios capitales, porque los comerciantes importadores y banqueros prósperos no dudarán en dirigir sus excedentes al sector productivo, con lo cual y finalmente se repuntaría el apoyo a este sector, a cuyo frente estarían auténticos empresarios, amén de que el sector comercial es, sin lugar a dudas, en sí mismo tan empleador de mano de obra como el sector productivo.