"La tauromaquia es el banal arte de torturar y matar animales en público. Traumatiza a los niños y los adultos sensibles. Agrava el estado de los neurópatas atraídos por estos espectáculos. Desnaturaliza la relación entre el hombre y el animal. Constituye un gran desafío a la moral, la educación, la ciencia y la cultura. Cultura es todo aquello que contribuye a volver al ser humano más sensible, más inteligente y más civilizado. La crueldad que humilla, destruye y produce dolor jamás podrá ser considerada como Cultura."
Dictamen de la UNESCO, 1980.
En estos días en el seno de la sociedad venezolana y a raíz de la aprobación en primera discusión en la Asamblea Nacional de la Ley para la Protección de los Animales Domésticos, Dominados, Silvestres y Exóticos Libres y en Cautiverio, se está produciendo una fuerte polémica sobre la vigencia de algunas costumbres que aún siendo de carácter “cultural” no dejan de ser producto del atraso, de la ignorancia y de la barbarie. Me refiero a las corridas de toros, los toros coleados y a las peleas de gallos.
Hay quienes defienden estas costumbres brutales, sosteniendo que se trata de manifestaciones “propias del patrimonio cultural nacional” y están presionando a la Asamblea Nacional para que no se ilegalicen por medio de la mencionada ley.Al analizar la evolución de las diferentes culturas humanas se llega a fácilmente a la conclusión que esta se llevó a cabo casi de la misma forma como se desarrolla la conciencia y el intelecto en los seres humanos.
En otras palabras, los distintos grupos humanos establecidos en diferentes áreas geográficas del planeta fueron evolucionando tecnológica y culturalmente de maneras parecidas, en ocasiones aisladamente y en otras debido a los intercambios con otras culturas, pero a diferencia de los individuos que todos crecen de la misma forma física e intelectualmente en un determinado lapso de tiempo, los grupos humanos evolucionan cronológicamente de manera desigual. Eso hace posible que coexistan individuos y cultura muy disímiles en cuanto a su desarrollo tecnológico y cultural: unos capaces de enviar satélites al espacio y otros que todavía no conocen el uso de los metales.
Esta realidad no es ni buena ni mala, ni hace que unos sean mejores o superiores a otros, se trata simplemente de la realidad del desarrollo de una misma especie, la especie humana. Sin embargo ha sido la causa de que a lo largo de la historia algunos grupos humanos hayan logrado dominar a otros, cosa que, definitivamente, la sociedad del futuro deberá desterrar. Todo eso viene a colación ahora cuando al plantearse una justa y oportuna ley, totalmente en sintonía con las ideas progresistas propias del Proceso Revolucionario que está viviendo la Venezuela actual y que apunta a la protección integral de la fauna en nuestro país, salen grupos defensores de costumbres bárbaras y propias del atraso que pretenden justificar lo injustificable con el argumento de que se trata de “tradiciones típicas, nobles y culturales”.
Las luchas de hombres con fieras y animales salvajes superiores en cuanto a fuerza bruta, son costumbres ancestrales que se han repetido a lo ancho del planeta. Sin duda alguna, estas manifestaciones que han acompañado a la humanidad desde sus orígenes están llegando a su fin y deben ser rechazadas y eliminadas del seno de una nueva sociedad en la cual, la emancipación del ser humano es total e integral y no contempla actos de irrespeto, crueldad y violencia injustificada, no solamente contra sus propios semejantes sino también contra el medio ambiente, la fauna y flora. Vamos a mencionar algunas costumbres “culturales” de tiempos superados, que hoy en día serían imposible reivindicar:
- Romperles los huesos a niños pequeños para que al crecer se transformen en simpáticos monstruos enanos, juglares para la diversión de las masas.
- Castrar a adolescentes para que mantengan voces “blancas” celestiales que permitan cantarle a Dios en las iglesias.
- Lanzar viudas vivas al fuego de las piras funerarias de sus maridos muertos.
- Martirizar y ejecutar públicamente condenados a muerte para el disfrute público e invitar a los habitantes de pueblos aledaños para el compartir espectáculo.
- Organizar juegos de gladiadores donde el vencido sea asesinado públicamente.
- Organizar peleas de personas con animales salvajes y feroces donde las victimas mortales puedan ser indistintamente los animales o las personas.
- Sacrificar vírgenes, adolescentes y niños a los dioses y diosas.
- Ofrendar el corazón de un enemigo aún vivo al dios de la guerra.
- Lanzar por un barranco a todos los niños que nazcan con algún defecto físico.
- Quemar vivas y martirizar a personas acusadas de preparar cocciones y cataplasmas con yerbas y raíces.
- Arreglar y realizar matrimonios entre niños.
- Vender mujeres y/o intercambiarlas por ganado, cabras y ovejas.
- Casarse entre hermanos.
- “Educar” durante años a señoritas bonitas para que sean prostitutas.
- Deformar partes corporales de los niños pequeños tales como pies, cráneos, cuellos, dientes etc. para hacerlos “más atractivos”.
- Practicar el “Jus Prime Noctis” para que modernos empresarios puedan ejercerlo con sus empleadas que se vayan casar.
- Reducir mediante sofisticados procesos de cocción la cabeza de los enemigos a un tercio de su tamaño real.
- Comerse a los enemigos como también a los parientes y/o a otras personas que por alguna u otra razón valgan la pena.
Y unas cuantas más.
En esta larga lista de costumbres “culturales” que en algún momento de la historia de la humanidad han sido socialmente aceptadas podemos, sin duda alguna, incluir las corridas de toros así como su versión vernácula, los toros coleados - que mantienen toda la crueldad de su contrapartida ibérica sin tener por otro lado, la espectacularidad y la elegancia del mortal ritual - y todas las pelas entre animales de dos, de cuatro o de cuantas patas sean.
Sería fantástico que nuestros bravos llaneros organizaran espectáculos al estilo del rodeo norteamericano que no tiene como objetivo sacrificar al animal y donde realmente se ponen en evidencia las habilidades de los participantes quienes demuestran su destreza y rapidez atrapando con un lazo a una vaca o un becerreo y amarrándolos, domando caballos salvajes o sosteniéndose sobre el lomo de un toro enfurecido por el tiempo que puedan. En estos casos, que constituyen espectáculos dignos de verdaderos vaqueros, quien eventulamente arriesga el pellejo es el hombre y no significan una tortura para el pobre animal, a diferencia de nuestra lamentable faena de tumbar a un pobre maute, ojo no a un verdadero toro enfurecido, (que no escogió que le partan la columna vertebral y que no tiene posibilidad alguna de salir airoso) a punta de jalones de cola, estando, eso si, seguramente montado sobre un buen y entrenado caballo. Conviene también aclarar, que para ser coleador hay que tener dinero. Esta faena no es para peones, por cuanto se requieren recios caballos que valen unos cuantos millones, pagar el alquiler de la manga de coleo, el precio del toro que obviamente termina sacrificado etc. Todo eso no es asunto para el pueblo sino para hacendados, cualquier pendejo no puede ser coleador.
Para el pueblo queda el patético espectáculo de ver como sus patronos se quedan con los pelos de la cola de un pobre maute en la mano. Además se Irán con los bolsillos más livianos después de haberse tomado una docena de cervezas. ¡Qué casualidad que los patrocinantes de este lamentable espectáculo son justamente las empresas nacionales productoras de cerveza! Las lides de toros pueden remontarse a tiempos tan remotos como 3.000 años A.C., prueba de estas son los hermosos frescos minoicos de Cnosos en pleno mar Mediterraneo. Obviamente lo que era aceptable hace 5.000 años no lo es más hoy en día.
Sin avergonzarnos de nuestro pasado y de nuestras costumbres ancestrales hay que definitivamente marchar hacia una sociedad moderna en cual la relación entre nosotros mismos y el medio ambiente, fauna y flora comprendida, deberá basarse en el respeto. Hace 5.000 años, muchos grupos humanos practicaban sin complejos el canibalismo, sin embargo a medida que fuimos evolucionando fuimos aborreciendo esta costumbre. Algunas etnias lo siguen practicando todavía, pero nadie actualmente lo reivindica como una “costumbre cultural vernácula” como algunos pretenden hacerlo con las lides taurinas y las peleas entre animales.
En consecuencia toda clase de maltrato y crueldad hacia los animales no es aceptable en una sociedad justa, sensible y civilizada y no es compatible con una sociedad verdaderamente socialista, donde los valores de respeto hacia el prójimo, hacia el medio ambiente - flora y fauna comprendida - deben ir por delante de cualquier costumbre bárbara y atrasada por más vernácula que sea.
SEÑORAS DIPUTADAS Y SEÑORES DIPUTADOS, PRESIDENTE CHÁVEZ, NO SE DEJEN PRESIONAR POR LOS DEFENSORES DE LA BARBARIE. EL SOCIALISMO ES RESPETO, SENSIBILIDAD Y AMOR.
¡NO A LAS CORRIDAS DE LOS TOROS, NO A LOS TOROS COLEADOS, NO A LAS PELEAS DE GALLOS!