Después de prenderle fuego al basurero, Narciso giró las piernas y en una especie de gambeta quiso patear la dignidad de los habitantes de esta villa. Impulsado quizás por la voz de su sombra, su tesis de siempre, que es la de golpear con rabia y mucha frustración, ahora pretende arrancar el césped que le brindó la oportunidad para que creciera y se convirtiera en un ejemplo para toda la sociedad. Lamentablemente se ha convertido en un villano ruin, indigno e indecoroso que quiere quitarle el brillo a la copa.
Parece mentira, pero en vez de salir colmado de bendiciones del templo sagrado, Narciso salió con los pies llenos de barro y la mente enferma atizada por las almas sombrías del reino de la guanábana podrida, que lo condenaron a andar por una senda política para la cual no estaba preparado. El cura vendedor de anillos lo bendijo con un falso crucifijo y la bandera volteada, condenándolo de esa manera a andar paso a paso pisando siempre las huellas de la inercia.
Al igual que el Narciso de la mitología griega, el nacido en estas tierras fértiles se fue apasionando de su propia imagen y en una contemplación absorta vislumbró la oportunidad de perpetuarse en el reino de la mediocridad. Quizá agobiado por el peso de su propia torpeza y porque sus anteriores estrategias no le habían funcionado para abrirse camino hacia un rumbo seguro, vio que la mejor manera de lograrlo era a través de una estatua. Por ello, a través de engañosas jornadas de reciclaje fue recolectando chatarras de hierro, aluminio, cobre y bronce, los cuales fueron derretidos en los hornos del infierno, sirviendo los mismos como materia prima para darle forma a la estatua alienada.
Seguramente, los terribles y desterrados demonios del reino de la cuarta bailan alborozadamente sobre las brasas de su guarimba infernal, esperando que los vientos del norte soplen para que una chispa incendie la grama y ardan las nuevas estructuras del templo sagrado. Tal vez sea por eso que Narciso colocó su estatua lejos y detrás de unos arbolitos para que no fuera alcanzada por el humo negro que saldría tras el incendio o el derrumbe del nuevo templo.
Aunque parezca parte de una historia negra, la estatua de narciso existe. Fue develada hace poco en esta villa y simboliza la mediocridad de un ser humano. Ese que desprecia la belleza de una ciudad y el progreso de una región de valles fértiles. El que queriendo humanizar transmuta en un ser frió y manipulado que reniega hasta de su sombra.
No obstante, a pesar de todos los obstáculos, el templo sagrado fue levantado y la copa brilla intensamente como símbolo de la nueva libertad. Se impone el bien sobre el mal y las fuerzas del oscurantismo serán nuevamente derrotadas cuando los colores de la patria se junten con el alma de los otros pueblos y podamos levantar la copa para darle gracias a Dios por esta gran obra. Que caigan las falsas estatuas y se levanten los verdaderos templos sagrados.
*Politólogo
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