Escribí algo respecto a Bolívar y la reelección continua. Como siempre apareció uno con algo fuera de tópico:
“¿Como se justifica dentro de LA ÉTICA REVOLUCIONARIA DEL SIGLO XXI el vender Nuestro Petróleo a precio de descuento a la Alcaldía de la Capital de una potencia extranjera, clasificada entre las cinco ciudades más ricas del mundo: LONDRES?”
Al menos no estaba tan fuera del tema como él que me descalificó porque según mi record en el Seguro Social solo he trabajado tres meses en Venezuela. Decidí pararle bolas a este.
Asumí que estaba al tanto de los detalles del acuerdo Caracas-Londres. Si sabía que se trataba de “petróleo a precio de descuento”, era lógico suponer que sabía cual era el propósito: subsidiar la gasolina que mueve los autobuses de Londres para cortar los precios de los pasajes de los usuarios de bajos recursos.
Teniendo esto supuestamente claro, en vez de contestar la pregunta, le pregunté al provocador a que se refería con “la ética revolucionaria del siglo XXI”. También le pedí que explicara cómo esa “ética” contradecía, como él daba a entender, el vender nuestro petróleo a precio de descuento a la Alcaldía de Londres.
Cualquiera hubiese aprovechado la oportunidad para darme una cátedra. Pero lo que para unos es una gran oportunidad, para otros es una inconveniencia.
“¡Sabía que la evasiva sería tu respuesta!”, dijo con victoriosa satisfacción. “¡Arrugaste!”
Sinceramente me chocó su alegría de tísico. No me quedó más remedio que darle respuesta a su mango bajito:
“Asumiendo que por ‘ética revolucionaria del siglo XXI’ te refieres al criterio de solidaridad con todos los pueblos del mundo expresado y practicado por el Presidente Hugo Rafael Chávez Frías, el vender petróleo a precios de descuento en cualquier parte del mundo para el beneficio directo de los más necesitados, está perfectamente justificado. Lo mismo aplica a vender ‘heating oil’ a precios más bajos en The Bronx, Nueva York. Esto también fue para beneficiar a la gente más humilde.”
Pensé que así cerraba el capítulo. Pero no…
“Gracias por tu respuesta pero hay que aclarar el término aun más para poder entendernos.”
Se refería al término “reelección”.
“Decir que re-elección es cuando alguien que fue electo es elegido de nuevo, no es claro, porque para ser re-elegido hay primero que estar electo y no puede ser re-electo a menos que esté en el cargo porque si lo dejas y después regresas entonces no es re-elección si no elección porque si en el momento que de la votación no se esta en el cargo, entonces no puede ser re-elegido si no elegido, en consecuencia el término re-elección continua no existe por redundante, así que el título de este post debería haber sido Bolívar y la reelección o Bolívar y la elección continua o eterna.”
Con este bonito párrafo este miembro de la sociedad civil me confesaba su aún inalterable fe en la “espontaneidad” de los vacíos de poder y en el anti-matemático axioma que señala que 0.99 posibilidad, ¡ni siquiera una completa!, es suficiente para “comprobar” un fraude electoral.
Considerando que ahora nos podíamos entender, el desvinculado continuó:
“¿Podemos concluir que desde La Ética Revolucionaria es válido enriquecer al ya rico pueblo londinense empobreciendo al ya pobre pueblo venezolano? ¿Estoy en buen camino?”
“¡No vale!”, le dije. “¡Estás pelando!” “Los pasajes baratos son para los usuarios de bajos recursos, no para el ya rico pueblo londinense”. Después de todo el pobre insistía en ignorar de qué se trataba el acuerdo.
Hay dos cosas en las que los disociados son muy buenos. Una es la práctica de la creencia selectiva: el golpe fue un “vacío de poder”, la victoria de Chávez fue un “fraude” y el paro fue “cívico”. La otra cosa en la que son buenos es ignorando voluntariamente lo que no les conviene.
Como la autenticidad de la ética revolucionaria...
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