¡Tierra!

Fue el grito de Rodrigo de Triana, símbolo de nuestra incorporación subordinada al Sistema Capitalista Mundial (SCM). Oro, plata, azúcar, café, cacao, caucho, más la sangre y el sudor de los indios y los negros, le dieron base a la revolución industrial, localizada en Inglaterra, pero proceso mundial alimentado por las riquezas de América Latina (AL). Desarrollo para los poderosos, subdesarrollo para estas tierras, organizadas para la acumulación a escala mundial, que garantiza la apropiación de una gran proporción del excedente económico de AL, que financiará el desarrollo capitalista de Europa y EEUU, condenándonos al desarrollo del subdesarrollo y la perpetuación de nuestro carácter de colonias al servicio del capital.

Se perpetúa hoy a través de un patrón de consumo neocolonial (que probablemente supere este año los 40 mil millones de dólares en importaciones) y las exportaciones de capital, principalmente por pago de deuda.

La lucha de varias generaciones ha llevado a la convicción de que no hay salida dentro del capitalismo, pues este conduce a cambios que consolidan la dependencia, a pesar de que se logren cifras positivas de crecimiento económico, que sin embargo multiplican la pobreza. Ahí está Brasil.

La revolución bolivariana ha levantado la esperanza en un cambio radical. Bien sabemos que es un proceso largo, difícil y siempre amenazado desde dentro y desde fuera. El principal enemigo es él de dentro, somos nosotros reproduciendo el capitalismo a cada paso. Pero están los que deliberadamente van copando posiciones y sabotean permanentemente. Es socialismo de palabra y capitalismo de hecho, que propicia la corrupción, la ineficiencia, el patrón de consumo neocolonial, la constitución de una capa burocrática que representa al capital.

Sectores del pueblo chavista están protestando, no es solo manipulación mediática. Pero la reforma constitucional institucionaliza al poder popular (PP) sometido al Estado y deja de lado el mandato imperativo. Se crea entonces una situación que favorece a la burocracia estatal, limita la fuerza contralora del PP y no facilita que los reclamos populares sean resueltos.

La clave es la movilización del pueblo, que consolide liderazgos locales. Este proceso ha incrementado la conciencia popular. Esa es nuestra esperanza.


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Julio Escalona


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