Hubo una época en que se llegó a los peores extremos en el manejo fraudulento de los procesos electorales. Paralelo a los organismos institucionales, funcionaba una oficina pirata para habilitar electores a favor de los partidarios del Gobierno. Fueron los tiempos de Franco Quijano, un colombiano experto en argucias electorales, capaz de todas las falsificaciones a fin de asegurar la victoria de los candidatos propuestos por las organizaciones anticomunistas y de la derecha
Los viejos partidos aprendieron estas mañas y ejercieron el control absoluto de las elecciones durante las largas décadas del pacto de Punto Fijo Cometieron tropelías y organizaron el mayor ventajismo. Los cuerpos electorales en todo el país eran nombrados bajo la batuta de Acción Democrática y COPEI .La extensa burocracia del Consejo Supremo Electoral se prestaba para adulterar actas y falsificar resultados electorales.
En las elecciones de 1998, Hugo Chávez y el Polo Patriótico participaron en un proceso electoral hecho a la medida de las órdenes dictadas por los viejos partidos. Fueron unas elecciones en medio de una campaña de perversas tergiversación y desatada persecución a fin de favorecer a Acción Democrática y COPEI.
La oposición al Presidente Chávez pretende ahora regresar a la vieja política y tener de nuevo mayoría en el Consejo Nacional Electoral. De lo contrario amenaza con la guerra civil. Sometida a los designios de los grupos más irracionales, la oposición exige imponer las reglas del juego por encima de principios democráticos elementales.
¿Es qué, en verdad, la oposición quieren realmente el referendo? Si la oposición quisiera el referendo hubiera facilitado el camino a la designación del Consejo Nacional Electoral. Pero, en su lugar, los partidos de la vieja política han dedicado su principal esfuerzo a obstruir la elección del Consejo Nacional Electoral. Han cerrado el acceso a los referendos de mitad del período constitucional. Han desatado una campaña de llamamientos a la violencia. Se han empeñado en tomar el atajo de la guerra civil y el terrorismo.
En realidad, la estrategia de la oposición no es la convocatoria al referendo sino crear un clima de inestabilidad política. Recurrir a la subversión golpista. La campaña en los medios de comunicación y la obstrucción en la Asamblea Nacional son el producto de laboratorios y tácticas de guerra psicológicos. La oposición ha caído de nuevo en las garras de la irracionalidad y la aventura.
Lo que no parece entender quienes pregonan la violencia y la guerra civil es que no estamos ni en abril ni en diciembre del 2002. Ya no habrá impunidad ni sorpresa. Pasó el tiempo de la ingenuidad y la candidez. Quedó atrás la “república aérea” de 1811 que, según Bolívar, tenía “filósofos por jefes, filantropía por legislación, dialéctica por táctica y sofistas por soldados” y cuya “clemencia criminal” fue culpable de la caída de la Primera República. La única manera de impedir la violencia y cerrar el paso a los heraldos de la guerra civil es no ceder al chantaje ni a las amenazas. La capitulación de 1812 no salvó a los patriotas de la crueldad de Monteverde ni de las lanzas de Boves.
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