En la Morada de San Pedro: Tun tun..¿quien es?... ¡Castillo Lara…!

Tun, tun tun…, tun, tun, tun…¡Alguien toca insistentemente el portón celestial…! le dice San Pedro a su Asistente Mayor, y éste raudo sale hasta ese gran portón, y viendo por el ojo mágico se da cuenta de que se trata de un sacerdote purpurado que con cara irreverente le dice ¿dónde está San Pedro? El Asistente Mayor le contesta que está ocupado, y de seguido le riposta el personaje de marras que él es el excelentísimo Cardenal Rosalio Castillo Lara, un purpurado perteneciente al más Alto Clero del Vaticano, Cardenal de la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana, y seguidor a pie juntilla de los preceptos cristiano de Jesús el Hijo de Dios (¿!&.%;¡?$)

Y llegó el día en que se le venció el contrato terrenal a este excelentísimo purpurado de oscuro protagonismo político, que mas que un siervo de Dios al servicio de su pueblo y de las causas justas, fue un ser de poco brillo que estuvo de espaldas al pueblo y al servicio de las oligarquía. Fue un personaje que no hizo honor al juramento cristiano de humildad, bondad y compasión, por lo que hubo que deambular sin pena ni gloria por este irredento mundo material cual catacumba de baja ralea y peor calaña, y esgrimiendo durante su pasantía terrenal la manipulación, la mentira y un lacerante mensaje de odio, con el que quisieron manipular e indisponer a un pueblo contra sus justos designios democrático y preclaras conquistas reivindicativas.

Fue esta entelequia, dizque democrática, en sus 85 años de su pasantía terrenal, un magro prelado con un gris comportamiento de falso protagonismo y falsa atestación. Sólo brillaba en este fosco personaje el ropaje purpurado, el crucifijo, el anillo cardenalicio y el capelo rojo, porque el ropaje negro o sotana aparte de que no trasmitía piadosas energías, connotaba por su color sombrío, el umbral hacia esos lóbregos mundos donde en ausencia de luz solo existe oscuridad.

Pero no fue precisamente un cualquiera el que se resistió denodadamente, hasta el último momento, a dejar este paraíso terrenal. ¡No, no había que partir ahora! Porque todavía no era el momento de irse, y porque había que echarle vaina al tirano Chávez hasta tumbarlo o aniquilarlo… Tal era el desespero de este titiritero del imperio, quien se resistía ante “La Pelona” con obstinada resistencia (por habérsele vencido su contrato de vida) y por no haber conseguido que en estos últimos años, se cumplieran cabalmente sus tenebrosos planes de magnicidio contra un ciudadano y demócrata presidente como lo es Hugo Chávez Frías.

Y había también mucho desespero, por no poder llevarse las riquezas acumuladas durante sus 85 años de santa y ejemplar vida sacerdotal, que en justicia fue adquirida y trabajada con el sudor del Banco Ambrosiano y a través de manejos dolosos de títulos, bonos, letras del tesoro, corporaciones y papeles de alto rendimiento financiero.

Pero, lo más doloroso y preocupante era dejar que otros disfrutaran plenamente de lo que pulcramente se había hecho con tanto esfuerzo y aquiescencia celestial, ya que con gran dolor le dejaba a otros (cachicamo trabajando pa’ lapa) el disfrute de apartamentos, fincas, propiedades inmobiliarias, jugosas cuentas bancarias y, por supuesto, dejar de disfrutar –ahora y para siempre en este crucial momento del ultimo viaje— esas mal habidas riquezas donde las alegres vacaciones a países lejanos, el disfrute de exóticas comidas y la degustación de exquisitos vinos franceses, encarnaban el paroxismo religioso de la verdadera existencia terrenal.

Este inusual personaje que abrazo desde mozo la carrera sacerdotal, con zalamería y servil desempeño logró encumbrarse y llegar hasta ese luminoso sitial cardenalicio, en el que muchos quisieran verse y llegar –caso Baltasar Porras— pero son realmente pocos los que granjeándose la aquiescencia del más alto clero vaticano, logran alcanzar tan codiciado sitial.

Este excelentísimo cardenal a fuerza de servilismo, abyecta sumisión, dogmáticas posiciones fascistas y desde su rol de conspirador y traidor a los deseos y soberanas decisiones de las mayorías, también se destaco, por ser un prelado y fiel tarifado de las órdenes que se le trasmitían desde Washington y desde la rancia y fascista curia romana.

Total, San Pedro después de consultar los Archivos Akásicos se decide a recibir al prelado de marras y en su presencia le leyó la cartilla de su mal desempeño terrenal. Todo ello, por no haberse ocupado en su rol de representante de Cristo en la tierra, de los pobres y excluidos, y de no haber practicado con el ejemplo y la humildad los preceptos de Dios. Este personaje, por supuesto, se negó a aceptar los cargos que le imputaba San Pedro, y viendo San Pedro que obstinadamente se negaba a aceptar tales cargos, a éste no le quedo otra salida que pasarle en un holograma celestial el historial de sus andanzas terrenales. Y, viéndose Castillo Lara en esta embarazosa situación no le quedo otro recurso que ponerse a llorar… Se maldijo a si mismo por haberse equivocado una vez más, pero en este caso en particular haberse equivocado con ese zambo verrugoso al que mentan popularmente Chávez, y al que tendrá que calárselo de nuevo cuando vuelva a reencarnar, porque como castigo tendrá que confrontarlo de nuevo o tendrá que aliarse y comulgar con los dictados y soberanas decisiones del pueblo.

Colorario: Hugo Chávez Frías (año 2.042) fue reelecto 5 veces y estuvo gobernando a Venezuela durante 40 años. Y por coincidencias de la vida, un novel sacerdote de nombre Rosalio Castillo, es el más fiero defensor del PSUV.

joseagapo@cantv.net


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José Agapito Ramírez


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