En estos tiempos de guerra sucia (iniciada por los dueños del poder
económico y continuada desde acá con muchísimo gusto: no pretenderán que les
tiremos flores, cuerda de marranos) la actitud más "lógica", es decir la más
fácil, consiste en pararse en esta acera y echarle plomo a cuanto mogote
despunte en la acera de allá. Desde esta perspectiva, el blanco al cual debe
disparársele es una masa de coños y coñas que no están a mi lado, y por no
estarlo se merecen la furia de mis pedradas y mis salivazos. Una de las
proclamas bolivarianas fundamentales para nuestro nacimiento como República
decía: "Canarios, contad con la muerte aún siendo inocentes; venezolanos,
contad con el perdón aun siendo culpables". La solidaridad automática es
entonces una ecuación fundacional que se resuelve multiplicando por diez
mentadas de madre la cantidad de cabrones que están en aquella acera, menos
la cantidad de personas (cabrones o no) que están en esta de acá.
Antes de regresar al grano quiero citar y comentar un breve análisis que
acabo de leer aquí mismo, en Aporrea. Lo firma un caballero de nombre
Gabriel López Golliott. El artículo se titula "Un 'chiripero' sin líder", y
aborda un punto que los sexólogos de hace dos décadas llamaban "punto G": la
existencia de ese sector de la población al que le sabe a mango el Gobierno
y también la oposición. El escrito inicia con este tremendo fuelle: "En
encuestas recientes, al consultársele al entrevistado por su afiliación o
simpatía política, aparece en primer o segundo lugar (luego del partido de
gobierno M.V.R.), la opción no sabe/no contesta, y bien lejos - detrás de la
ambulancia -, asoman A.D., Copei y Proyecto Venezuela; estos resultados
reflejan que en la actualidad la mayoría de los venezolanos no se sienten
representados por partido u organización política alguna".
Después de semejante primer round para acomodarse en el asiento, por lo
interesante, al amigo López se le espicha un caucho y tuerce el rumbo hacia
el tema de los tipos que quieren fundar un partido y que van mal porque
ninguno le ganará a Chávez, y termina confesando que él votó en el 93 por
Caldera para no votar por Andrés Velásquez. Cada quien con su historia
electoral y su posición del momento; no pretendemos iniciar controversia
alguna con el amigo colaborador de Aporrea, sino más bien recoger el
fragmento esencial de su análisis y meterle el cuchillo al tema hasta donde
se pueda, en un espacio que (como éste) exige brevedad.
Sucede, tal vez por casualidad, que hoy, 23 de agosto, día de la
concentración en la avenida Bolívar, Chávez también rozó el asunto, ya no de
los compatriotas ni-ni, sino de los mismísimos escuálidos, a quienes se
dirige como lo que hoy en día es, duélale a quien le duela (aquí y allá, en
un bando y en el otro): su Presidente, el caballero a quien el soberano le
encomendó la reconstrucción de un país. Dice Hugo Rafael de esos venezolanos
que lo adversan: "Les envío un saludo a los venezolanos decentes de la
oposición, los queremos igualito porque son venezolanos y desde aquí les
mandamos un abrazo de compatriotas. Ustedes tienen todo el derecho, todo
nuestro respeto y nuestro afecto, pero no se dejen engañar más por estos
locos, por esos fascistas. No se dejen engañar más, póngase la mano en su
corazón y véanle los ojos a sus hijos y véanse los ojos frente al espejo".
Y sigue: "Ustedes tienen todo el derecho a pensar como piensen y a querer a
quien quieran. Yo no les pido que me quieran a mí, sólo les pido por
Venezuela y por sus propios hijos, que piensen bien y que no se dejen
manipular una vez más y que actúen siempre en el marco de la Constitución en
paz con su conciencia, no lo que les manden por los medios de comunicación
como si fueran unos borregos, como si fueran unas ovejas para que los lleven
como si fueran ganado. Ustedes son seres humanos. Saquen lo más noble de su
corazón y lo más alto de su mente y piensen en Venezuela que también es de
ustedes. Tienen derecho de vivir aquí junto a nosotros como hermanos".
Según es fácil verificar, existe una desconexión rotunda entre esta posición
y el Decreto de Guerra a Muerte, por medio del cual Bolívar se dejó de
tonterías y le hizo saber a España que el verguero era en serio. ¿Quiere
decir eso que nuestro verguero no es en serio? No: quiere decir que estamos
en el siglo XXI y no en el XIX; quiere decir que Hugo Chávez es Presidente
de una República que quiere vivir en paz; quiere decir que, por muy
arrechitos que parezcan, ninguno de los escuálidos tiene las bolas de Boves
o Morillo para desatar la gran degollina (tal vez alguno tenga las ganas y
el instinto pero no las bolas; menos mal), y, por último, quiere decir que,
contrariamente a lo que quieren creer allá en esa fábrica de mongólicos
llamada Globovisión, ese tipo llamado Hugo Chávez Frías tiene bien agarrado
por los cachos el "punto G", el detalle fundamental, el repollito holandés
que a muchos se nos ha colado entre las manos: que una cosa son esos
venezolanos comunes y corrientes que no quieren a Chávez (por ignorancia,
por miedo, por inconformidad, porque no soportan su verruga: por lo que sea)
y otra cosa bien distinta son esa banda de imbéciles que se hacen llamar sus
"líderes".
Ajá, y ¿a cuenta de qué conecto yo ahora este conmovedor fragmento del
discurso del Presidente con el artículo de allá arriba, el del amigo López?
Establezco una relación simple: las dos referencias revelan que hay un
gentío del lado de acá consciente de que las masas de indecisos y opositores
son ciudadanos que merecen mejores líderes y mejores estrategas, pero que
por mala leche (para ellos) han caído en las manos de lo único que la
televisión les ha vendido como liderazgo de oposición: Ledezma, Mendoza,
Salas, Borges y un etcétera que dan ganas de llorar.
Conclusión, muy personal: no es tiempo de estar haciendo concesiones ni de
dejarse llevar por la lástima hacia el adversario. Pero ese punto,
inconcluso y mal explotado todavía, debería movilizarnos hacia una
estrategia paralela de captación de voluntades: ¿Cuántos de esos "No sabe /
No contesta", y cuántos panas escuálidos avergonzados con sus "líderes", se
vendrían con nosotros si desde aquí, en lugar de patearlos a causa de su
indecisión, los engancháramos con nuestro poderoso discurso que habla de
patria, trabajo y unidad, y no de muerte, sangre y tripas destazadas?
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