Una vez que escuché las declaraciones de Baduel sobre la reforma constitucional, me embargó un estado de desconcierto similar al conocido refrán "como pajarito en grama", del cual pude salir airosa.
Por primera vez en mucho tiempo, no sabía si lo que decía aquel señor era cierto o no. Sin embargo, era muy sospechoso que se pronunciara en este momento, a menos de un mes de las elecciones. Parecía que el ex ministro de la Defensa buscaba protagonismo mediático.
Cuando me tranquilicé, analicé mi actitud hacia la reforma y precisé unos aspectos que me producen incertidumbre, que comentaré a continuación.
1. La manera como se han realizado tales propuestas, como a los trancazos. Me siento como si me estuvieran malandreando, ya que me ponen a elegir sin procesar la información como se debe para aceptar o rechazar tales cambios que inciden en el futuro mediato de mi país.
2. La falta de coherencia cuando se habla de una economía socialista y de democracia socialista, dos términos básicos que no se definen claramente en los artículos a reformar. Sólo se conocen los principios del humanismo que promueve el socialismo. En específico, en cuanto al modelo económico socialista: ¿Cómo quedan las empresas privadas, tomando en cuenta que aquí no hay políticas económicas concretas que permitan que los ingresos del petróleo lleguen a todos los venezolanos más allá de las misiones? 3. El artículo 115 en que alude a la expropiación de bienes a causa de utilidad pública o interés social, crea incertidumbre y desconfianza. ¿Qué circunstancias pueden ser consideradas dentro de esa categoría: "utilidad pública".
Además, cómo saber que no habrá resentimientos y malas praxis que lleven a expropiaciones indebidas amparándose en la ley, porque sabemos que a veces se cometen atropellos en nombre de lo legal. Se debería postergar la modificación del artículo en cuestión hasta que sea más digerible su contenido. Y seguramente habrá otros artículos que estén en igual condición.
Lo bueno de la reforma. Por otra parte, los parágrafos que protegen al Estado y a su Gobierno, como por ejemplo el 67, donde se dice que se prohíbe financiamientos provenientes de gobiernos extranjeros con fines políticos; 151, que habla de las relaciones internacionales que, entre otras cosas, se deberán sustentar en la no intervención de asuntos internos; el 301, en que se niega la posibilidad del otorgamiento a empresas extranjeras regímenes más beneficiosos que a las propias, son textos constituciones que nos protegen del imperialismo, en concreto, de estar en condiciones desventajosas como en el pasado. Estos párrafos constituyen un logro significativo de la Constitución y son resultado de una profunda reflexión.
La reforma no es un golpe de Estado sino un texto que nos ampara de abusos de potencias extranjeras. Simplemente se necesita puntualizar más algunos asuntos. El modo como ha sido presentada nos hace balancearnos en extremos que conducen a la manipulación de algunas de sus propuestas por parte de quienes pretenden empañar lo que dicha reforma representa: Un proyecto de un país autónomo, pero que necesita más uniformidad para brillar con letra dorada.
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