Florentino se encuentra en la esquina de una calle cualquiera de una ciudad venezolana, observando a un grupo de personas que se esfuerzan por extinguir una “candelita guarimbera”, cuando de pronto se aparece el diablo. Acostumbrado a su casi permanente presencia, el primero lo saluda:
– ¡Hola, “diablush”!
– ¡No me llames así, Florentino! Sabes que no me gusta que me comparen con ese “pobre diablo”.
– Creí que estabas orgulloso de él, por ser tu máximo representante en la tierra…
– ¿Mi máximo representante en la tierra? ¡Hace tiempo que se declaró “agente libre”, violando todas las cláusulas del contrato que habíamos firmado! Deje que termine su “período imperial”, para yo mover mis influencias aquí en la tierra y empezar a cobrarle las que me debe…
– ¿Con usted también está en deuda?
– ¡Claro! Después que lo llevé a donde está, ahora se muestra desagradecido. Además de violar el contrato, no me cancela el “copyright”…
– ¿Cómo es eso?
– ¡Montó su propio infierno –¡para otros, por supuesto! –, sin mi permiso! Pero a él le faltan… ¡los cachos que a mi me sobran!
– ¡No lo entiendo!
– No es capaz de atender personalmente el negocio, como yo lo hago. Siempre le encomienda a otros que “prendan la candela”; pero, él ni siquiera la aviva personalmente. ¡Lo peor del caso es que continuamente está buscando quien de la cara por él! “Que lo perdonen, por la equivocación”. ¡Quién dijo que un verdadero diablo pide perdón! Además, pretende enviarme al “negocio” hasta aquellos que no les corresponde ni el tiempo ni el lugar. Me quiere ganar de mano provocando la tercera guerra mundial, para acabar con mi profesión. ¡Me sería imposible albergar tanta gente al mismo tiempo!
– Pero, él dice que habla con dios y cumple “sus mandatos”.
– ¡Con dios no he vuelto a hablar ni yo! La última vez que tuve esa oportunidad fue cuando lo tenté en el desierto y a ahí quedó claro que mi papel era instigar al ser humano; no “llevármelo en los cachos” por puro capricho, como lo hace él.
– Su principal negocio es el “excremento tuyo”, que además tiene la particularidad de ser muy inflamable y facilita que se encienda cualquier “candelita”, la cual aviva rápidamente con sus “marineritos”…
– ¡No me ofendas, Florentino! Yo nada tengo que ver con esa sustancia, sin la cual ustedes son incapaces de vivir; mucho menos que sea el resultado de mis “necesidades fisiológicas”; pero, debo destacar que entre “esos muchachos” se encuentran los mejores candidatos para acompañarme en mi trabajo…
– No te molestes; sólo es una expresión creada por un paisano para indicar que es la causa de muchos males para la humanidad, cuando sólo debería producir bienestar…
– Si, a causa de ella, hoy en día hasta los que no creen en mi son víctimas de los desmanes de ese… “muérgano” – ¡Ja, ja, ja! ¡De tanto atender los llamados que me hacen de aquí, ya me estoy acostumbrando a usar sus expresiones! – que me está quitando la clientela, cuando el mejor candidato que tengo es él…
– ¿Por qué no se lo lleva de una vez?
– ¡Porque yo si cumplo lo que prometo y sólo estoy esperando que se equivoque con ustedes… !
– ¿Cómo es eso?
– Que en su ambición desmedida pretenda invadir este país, para apoderarse de sus riquezas.
– ¿Qué ocurriría?
– Las órdenes del Jefe Supremo son proteger este paraíso; pues de aquí nacerá “el nuevo Adán”, y entonces yo podría recomenzar mi trabajo…
– Pero; ¿qué ocurrirá con “el muérgano”?
– Que se me daría plena libertad para instalar una “sucursal” en su país, y así darle a probar de su propia candelita. ¡No un simulacro como el que él inventó, para justificar la invasión a otras tierras!
– Mientras tanto, ¿qué harás?
– Le estoy conformando un Tribunal Moral Internacional, que él no pueda controlar; como hace con todos…
– ¿Para qué “diabl… ito?
– ¡Gracias, Florentino! Hasta estoy comenzando a cogerte cariño, y eso no es bueno para un diablo. Te diré que como a él le gusta ordenarle a su gente que acusen a otros por delitos de lesa humanidad, el Tribunal lo inculpará por crímenes de guerra y le hará pagar con su fortuna por los daños ocasionados. Empezaré por darle este medicamento; aunque no sea producido por sus transnacionales farmacéuticas…
– ¿Sabes que muchas de ellas inventan las enfermedades, para vender sus productos?
– Desde hace mucho tiempo. También son culpables del trabajo extra al cual estoy sometido. ¡Esos son otros que los tengo en la lista; pero, más tarde me ocuparé de ellos!
– ¡A propósito! ¿Vienes a “prender candelitas”?
– ¡No! Sabes que me gusta verlas; además, cuando se produce la muerte de alguien a quien no le correspondía, el culpable es un cliente que yo gano.
– ¿Qué estás pensando?
– Se me acaba de ocurrir una brillante idea: ¡Me voy a prepararle una paila con petróleo encendido, para recibir “al muérgano” como se merece!
– Tendrá que ser bien grande…
– ¿Por qué?
– Para que quepa todo el grupo que lo acompaña.
– Es verdad; debo ejecutar un trabajo con lujo de detalles, porque no se va a salvar ninguno.
– No te olvides de agregarle abundante excremento; que sea del tuyo.
– ¡Casi se me pasa por alto ese detalle! Gracias.
El diablo desaparece y queda una mancha de petróleo encendido en el piso. Florentino llama al grupo de control para que extinga “la candela del diablo” y evite que se propague; luego se dirige a otro lugar, para continuar la supervisión.
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