Cuando el 11 de septiembre de 1973 se produjo el golpe de las fuerzas armadas contra el gobierno constitucional del presidente Salvador Allende que dio inicio a la dictadura militar de Augusto Pinochet, culminaba con éxito un plan subversivo diseñado por parte de la derecha chilena con el apoyo directo del gobierno de Estados Unidos y de poderosas empresas transnacionales, puesto en marcha tempranamente en 1970 a partir del triunfo de la Unidad Popular.
Los complicados y dramáticos acontecimientos ocurridos en los últimos 60 días del mandato de Allende, fueron el resultado de esas orquestadas intervenciones en Chile y en el extranjero.
Cuando triunfa Allende, las masivas movilizaciones populares y la posición firme de un sector progresista de la Democracia Cristiana y la misma habilidad política del futuro presidente hicieron posible el inicio de esa inédita experiencia política en Chile.
Antes aún de que el nuevo gobierno popular asumiera, tuvo éste que afrontar la primera crisis, cuando la derecha intentó impedirlo mediante el asesinato del comandante en jefe del Ejército general René Schneider.
Después hubieron diversos intentos insureccionales de la derecha que las fuerzas populares pudieron derrotar; junto a un persistente bloqueo internacional llevado a cabo por las compañías transnacionales. En octubre de 1972 por ejemplo, un prolongado paro causó grandes pérdidas económicas y provocó serios problemas en los abastecimientos. Una constante y masiva propaganda en los grandes medios de la derecha reaccionaria, lograron una fascistización en importantes sectores de las capas medias contra la cual los limitados recursos de comunicación en manos del gobierno de Allende no pudieron contrarrestar, junto a la férrea oposición de la mayoría derechista en el Parlamento, que posibilitaron finalmente una seria fractura en la sociedad chilena que abonó el camino del golpe militar.
Si bien en la medida que el tiempo transcurría el gobierno popular obtenía un reciente apoyo electoral, sin embargo la derecha incrementaba sus planes subversivos en todos los terrenos y no menos tratando de romper la posición legalista manifestada hasta entonces por las fuerzas armadas.
El 29 de junio de 1973, se produjo una primera intentona militar conocida como el bancazo, que muchos vieron posteriormente como un experimento golpista destinado a chequear la capacidad de respuesta y defensiva del gobierno de Allende.
Ese día el teniente coronel Roberto Souper de un regimiento en Santiago, sacó tanques y blindados rodeando el palacio presidencial de La Moneda, disparando algunos tiros y exigiendo la rendición de la guardia.
Allende que se encontraba en la residencia privada presidencial de Tomás Moro coordina desde allí la resistencia al golpe de Souper, en contacto con el comandante en jefe del Ejército general Carlos Prats y de quien entonces era el jefe de las fuerzas militares en Santiago, Augusto Pinochet, quien ese día se mostró leal por última vez al gobierno constitucional.
Conjurada la intentona de Souper en las últimas horas de la tarde, el presidente Allende preside desde los balcones de La Moneda flanqueado por el general Prats, y los jefes de la Aviación y la Marina, una multitudinaria concentración popular que le exige al gobierno mano dura con los golpistas y el cierre del Parlamento. Ese día se tensa al máximo el dilema del proceso de cambios sociales que encabeza Salvador Allende, o se avanza en la profundización de los cambios y en la desactivación de la reacción como exigen la mayoría de los asistentes, o como piensa el presidente se sigue transitando el camino de la institucionalidad, ya minado por la derecha.
En ese acto de apoyo popular al gobierno el único orador fue Allende, quien además de elogiar la actitud de los militares leales que contribuyeron a abortar la intentona golpista, tuvo dificultades para tranquilizar a la indignada multitud.
Pese a la derrota del levantamiento, las consecuencias para el gobierno de Allende fueron negativas, porque con posteroridad a estos graves hechos la oposición reaccionaria se lanza a fondo en la búsqueda de ilegalizar al gobierno a través de una condena parlamentaria que avale un golpe y a crear dentro de los cuarteles las condiciones que hagan posible el quiebre legal.
Los últimos meses del gobierno popular
La derecha chilena y Estados Unidos habían gastado el año antes y en abril de 1973 ya dos cartas importantes en el intento de derrotar al gobierno popular de Salvador Allende.
En octubre de 1972, mediante un paro patronal financiado por EE.UU.que pretendió destruir la economía y paralizar el país para quitarle apoyo popular al gobierno. Intento que fue derrotado por los obreros, campesinos, estudiantes, profesionales y pobladores de los barrios populares, que movilizados en todo el país, trabajaron horas extras, transportaron mercancias y alimentos, atendieron servicios públicos, en una clara demostración de conciencia política e identificación con su gobierno.
Desde el comienzo mismo del gobierno popular en el campo y la ciudad los trabajadores, profesionales, estudiantes, se dieron formas organizativas para llevar adelante tanto las tareas productivas (en fábricas y cooperativas de gestión popular), como las políticas en defensa de las transformaciones en marcha. Cordones industriales, apoyo a las Junta de Abastecimientos y Precios (JAP) para la distribución de alimentos, de lucha contra el acaparamiento y el mercado negro, sindicatos, cooperativas campesinas etc. fueron parte de las múltiples formas de organización que el pueblo chileno en ese corto período.
La segunda carta que la derecha quemó, fue intentar una nueva mayoría política a nivel nacional mediante las elecciones parlamentarias de abril del 73, uniéndose democristianos y nacionales en la CODE (Confederación Democrática). Pese ha haber usado grandes recursos financieros y propagandísticos obtienen menos diputados y senadores, mientras la Unidad Popular los aumenta, lo que hace imposible el derrocamiento "legal" del gobierno, que electoralmente no mostraba el anhelado desgaste en su base de apoyo.
Del fracaso de estos dos recursos, la derecha y Estados Unidos (cuyo presidente era Richard Nixon y su secretario de Estado, Henry Kissinger), deciden abocarse a preparar el camino de la fuerza.
Pero para ello necesitaban fortalecer una imagen de caos y desgobierno, mediante la puesta en escena de huelgas y conflictos de sectores gremiales adictos reclamando aumento de salarios oponiéndose violentamente a medidas de reformas sociales del gobierno; atentados terroristas contra fuentes de energía y comunicaciones mediante la acción de comandos paramilitares; acaparamiento de mercancías, alimentos y especulación económica. También el uso de un peligroso recurso, como fueron el allanamiento y represión en fábricas y en cooperativas campesinas en la capital y otras regiones del país llevados a cabo por las Fuerzas Armadas usando el pretexto de "buscar armas" que posibilitaba una ley aprobada en el Parlamento a principios del gobierno de la UP, que había exigido la derecha como moneda de cambio para que el gobierno de Allende pudiera asumir.
Por aquellos meses diarios como El Mercurio, radios y canales de televisión en manos de los reaccionarios, desplegaron e intensificaron grandes campañas de propaganda sucia preparada por la CIA, culpabilizando al presidente y a los partidos de la izquierda de ser cómplices o de estar preparando por su parte un supuesto plan de insurrección y represión revolucionaria contra las "fuerzas de oposición democráticas", incluso propalando llamamientos directos incitando el derrocamiento del "gobierno totalitario de Allende".
Por el contrario pese a lo grave de la situación, el presidente Allende no estaba dispuesto a abandonar el propósito original de realizar cambios sociales y gobernar respetando las reglas de la legalidad democrática burguesa.
Mientras al mismo tiempo, la Democracia Cristiana y el Partido Nacional a nivel parlamentario le bloqueaban al Ejecutivo el uso de recursos legales establecidos constitucionalmente para parar la subversión, para seguir avanzando en el cumplimiento del programa de gobierno, fueran éstos en materia económicosocial, o como por ejemplo, en el tema de la salud pública o la democratización de la educación.
Los preparativos golpistas
Dentro de la escalada terrorista tendiente a desestabilizar el gobierno y crearle conflictos con el último sostén constitucional que eran las fuerzas armadas, en la madrugada del 27 de julio de 1973 un comando derechista asesina al capitán Arturo Araya, edecán naval del presidente, inculpando falsamente del hecho al GAP, la guardia personal de Allende. El asesinato de Araya conmovió profundamente a Allende pues le tenía una especial estima personal, nacida del trato cotidiano con este edecán desde el comienzo de su mandato. En un clima tenso los funerales de Araya se llevan a cabo en Valparaíso, y el presidente Allende recibe un trato frío y descortés de altos oficiales de la Marina, del cual El Mercurio y otros medios de derecha se aprovechan y hacen eco, propiciando un clima de insubordinación en esa arma que el jefe, almirante Montero, un constitucionalista, se le hacía difícil contener.
El presidente en su afán de conseguir una cierta estabilidad y tranquilizar la situación política del país, decide en agosto con el apoyo irrestricto del Partido Comunista, del Partido Radical y otros sectores de la UP, pero con reticencia de su propio partido el Socialista y del Movimiento de Izquierda Revolucionaria - MIR (que no hacía parte del gobierno), incorporar a su gabinete a los tres comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas a su gabinete. El general Prats asume la cartera de Defensa, el almirante Montero de la Marina, la de Hacienda; y el general Ruiz Danyau, jefe de la Fuerza Aérea la de Obras Públicas y Transportes, este último con el cometido de terminar con la huelga de camioneros que dificultaba enormemente el transporte de mercancías, y a los que la CIA les resarcía las pérdidas pagándole a cada propietario de los vehículos 3 dólares por día, que en aquel tiempo equivalían a unos 7000 escudos.
El general Ruiz Danyau que se decía hasta entonces allendista, había cambiado ya su posición en relación al gobierno desconforme con una remoción y pase a retiro pocos días antes de dos generales de la Fuerza Aérea. No sólo no soluciona el conflicto de los camioneros sino que obligado por el presidente Allende a dejar el cargo de ministro y la jefatura de la Aviación el 17 de agosto, se presenta posteriormente en un programa de televisión manifestando su intención de permanecer al frente de la FACH., encerrándose después en una base de Santiago con un grupo de oficiales, intentando hacerse fuerte.
Este conflicto obliga a Allende a designar en reemplazo de Ruiz al general Gustavo Leigh, quien sería un mes después uno de los integrantes de la junta militar golpista encabezada por Augusto Pinochet.
A esas alturas las fuerzas de la sedición necesitan minar la autoridad del general Carlos Prats, jefe del Ejército y su posición leal al gobierno, que les obstaculizaba el poder contar con la fuerza militar fundamental a nivel del extendido territorio chileno y consumar el golpe de Estado. El obligarlo a renunciar fue un objetivo concreto al que se prestó la prensa, familiares de altos oficiales que protagonizaron manifestaciones provocativas e insultantes en su contra. Finalmente, abatido Prats, constata que tenía el apoyo de sólo seis de los dieciocho generales a los que cita en el Ministerio de Defensa, para recabarles apoyo en la jefatura del Ejército.
Con el pretexto de que el desempeño suyo está dividiendo al ejército, los generales que le apoyan lo convencen de que renuncie. Y así es como el 22 de agosto el general Prats le presenta su renuncia indeclinable al presidente, y le propone que sea designado en su reemplazo al general Pinochet, quien hasta ese momento se decía leal al gobierno constitucional.
Como el gobierno tenía información de la posición comprobadamente sediciosa de varios generales, se le pide a Pinochet que los pase a retiro. Este aduciendo esperar un poco hasta finales de septiembre cuando las juntas calificadores realicen las tradicionales remociones en el Ejército, sin embargo no dudó en aceptar las renuncias de otros generales que se habían manifestado leales a Prats y al gobierno., y que de esa manera quedan sin tropas a su mando.
En el plano del relacionamiento político del gobierno de la UP con la Democracia Cristiana , principal partido de la derecha"legal" las relaciones estaban totalmente bloqueadas, ya que esta agrupación que en 1970 convalidó en el Parlamento la elección de Allende como presidente de Chile, con el ex-presidente Frei Montalva al frente un grupo reaccionario fue tomando una posición cada vez más intransigente orientada a liquidar con la "experiencia del socialismo chileno".
Los reiterados llamados de Allende a establecer un acuerdo de gobernabilidad con la DC fueron fracasando, mientras la mayoría del Partido Socialista y el MIR criticaban estos intentos, porque visualizaban a este partido cada vez más comprometido en los preparativos del golpismo.
Así es como Allende consecuente con su postura institucionalista informa a un círculo íntimo de allegados e incluso al mismo Pinochet, (el día 9 de septiembre), que está dispuesto a usar una de sus prerrogativasconstitucionales como presidente, la que le permitía llamar a una consulta popular ciudadana sobre la prosecusión o no de su gobierno como forma de desbloquear la situación, seguro de que a tenor del último crecimiento electoral obtendrían una importante mayoría a su favor para poder proseguir con el programa de la UP.
Los sediciosos han reconocido con posterioridad, que al tener conocimiento de esta jugada política del presidente Salvador Allende, se vieron obligados a apresurar los preparativos subversivos y adelantar la fecha del golpe militar, fijada en principio para el 14 de septiembre.
Pero el presidente era conciente de la grave amenaza que se cernía sobre su gobierno y el país, y en un mensaje a finales de agosto en respuesta al Parlamento, donde la oposición había votado un acuerdo de "ilegalidad del gobierno" Allende expresaba: "La democracia es una conquista de todo el pueblo. No es ni obra ni un regalo de las clases explotadoras y será defendida por quien, gracias a los sacrificios de varias generaciones, han logrado imponerla." y agregaba, "Hoy, cuando la reacción ataca frontalmente la razón del derecho y la amenaza de muerte a las libertades, cuando los trabajadores reivindican con insistencia una nueva sociedad, los chilenos pueden estar seguros de que el Presidente de la República, unido al pueblo, cumplirá con su deber sin vacilaciones a fin de garantizar la plena realidad de la democracia y de las libertades en el proceso revolucionario. Para que colaboren en tan noble tarea, lanzo desde aquí un llamado a todos los demócratas y todos los patriotas de Chile".
El 4 de septiembre al cumplirse el tercer aniversario del triunfo electoral de Allende se congregan frente a La Moneda más de 800 mil personas, siendo ésta la última manifestación masiva popular previa al golpe, en un ambiente de preocupación y tensión, sin la habitual alegría de otros actos similares. Mientras al mismo tiempo, la FuerzaAérea realiza un violento allanamiento en una gran industria "buscando armas", cosa que repiten el día 7 contra otra industria donde incluso llegan a disparar contra los trabajadores que ocupaban el local.
Al producirse los cambios en las jefaturas del Ejército y la Aviación, Allende reestructura una vez más su gabinete, pero en la Marina, los complotados exigen la renuncia del jefe constitucionalista almirante Montero, e inician la cacería, detención con torturas de un grupo suboficiales y marineros que habían denunciado públicamente los aprestos golpistas en esa arma, acusando y requiriendo la captura además de los secretarios generales del Partido Socialista, del MAPU y del MIR, acusándoles de "subversión" de las Fuerzas Armadas. Allende por su parte rechaza la renuncia que presenta Montero, pero el problema no queda solucionado, porque la casi totalidad de los mandos en la Marina se oponen a la posición legalista de su jefe.
El día 10 por la mañana en La Moneda, Allende prepara el discurso que piensa dar a conocer el 11, informando al país de que llamaría a la realización de un plebiscito.
Ya en la noche del 10 de septiembre el almirante Montero es hecho prisionero en su casa, asumiendo la jefatura José Toribio Merino, hasta ese momento fiscal acusador de los marinos antigolpistas. Y por la noche también, barcos de guerra se hacen a la mar con el pretexto de realizar maniobras conjuntas con navíos de estados Unidos, pero regresan a Valparaíso por la madrugada para dar inicio en ese puerto las operaciones militares de ocupación de lugares estratégicos y la detención de autoridades civiles y militantes populares. El dispositivo golpista está en marcha. Mientras el presidente como sus colaboradores no tienen idea de la extensión del mismo. Recién el 11 por la mañana cuando llegue a La Moneda y se disponga a resistir hasta el final como siempre había dicho, en compañía de un grupo reducido de hombres mal pertrechados, sabrá que las Fuerzas Armadas con la complicidad de los partidos de la derecha en su totalidad son parte del golpe de Estado, que cortará sangrientamente tres años de realizaciones para los más pobres, cuyos sueños serán destrozados.
El 11 y los días subsiguientes quedó demostrado, que ni el gobierno ni el pueblo estaban armados como la reacción dijo hasta el hartazgo en sus campañas orientadas y financiadas por Estados Unidos.
En su último e histórico mensaje al pueblo chileno, antes de que La Moneda fuera bombardeada Salvador Allende dijo: "¡ No voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad al pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos. (…) Trabajadores de mi patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, lla confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección: el capital foráneo, el imperialismo, unidos a la reacción, crearon el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara el general Schneider y reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará esperando con mano ajena reconquistar el poder para seguir efendiendo sus granjerías y sus privilegios".