Suena duro, pero hay que decirlo (IV)

Colombia vive una locura tan larga que está ciega y enterrada en su grandeza demencial, envuelta en una violencia propalada en el rencor y en el odio heredado de los charcos de sangre que no se secan en el tiempo. En realidad que resulta difícil escribir o hablar, los análisis conducen inevitablemente en una desembocadura por donde no hay manera de mostrar una voluntad de verdad para la paz., lo que allí está aconteciendo resulta difícil, escabroso, porque allí, mientras no haya una buena política directiva de desarrollo y distribución justa del ingreso nacional y, se busque independencia de las transnacionales que dominan la economía, mientras no varíe, allí no se dará la paz.

Pero el problema es que esa violencia hace rato llegó a la frontera de Venezuela, recordamos acciones que se pueden describir como hechas por un espanto visible. Ya se nos acostumbró a las incursiones de los grupos rebeldes, bárbaros, porque se olvidaron de la ideología social o bolivariana, y con saña, con secuela de asesinatos, secuestros, robos de aviones, de vehículos automotores, cobros de peaje, vacuna a los ganaderos y trabajadores venezolanos, levantaron toda una nueva industria. Pero a pesar de esa vicisitudes; los venezolanos viven en sus propiedades, llevando una vida de constante peligro y zozobra ante la permanente amenaza de ese espanto visible. Para la época de l999, ese espanto había asesinado a 98 militares entre oficiales y soldados nuestros; y lo más trágico es que ante este cuadro de violencia el gobierno colombiano no tomó nunca ninguna actitud seria que no fuera la de acusarnos que nosotros albergábamos a los guerrilleros en nuestro territorio. Y sabemos por informaciones fidedignas de inteligencia, que no lo hicieron en ese momento porque su ejército estaba derrotado y terriblemente desmoralizado.

En vista de esa situación el nuevo Presidente, Comandante Hugo Chávez Frías, habló y buscó soluciones, pues Venezuela no podía continuar viviendo en ese constante estado de alerta y pendientes de la agresión de nuestro vecinos.

Ahora bien, ¿fue conveniente hablar con los subversivos? El señor Presidente insistió en esa necesidad, asegurando que esa acción podría traer seguridad y confianza en nuestra frontera. En un trabajo que hicimos un equipo de profesionales y estudiantes de la UCV, donde formamos un laboratorio politológico de análisis de política nacional e internacional, llegamos a la siguientes posiciones: Una, la posibilidad de que nuestro Presidente jugara un papel en las negociaciones entre el gobierno de Pastrana y los rebeldes, lo que considerábamos podía ser de inmensa ayuda para conseguir esa paz, porque algo que era una realidad, la guerrilla Colombiana, tanto el ELN como la FARC veían con sumo respeto su posición política y en ese sentido se podían tener resultados muy positivos. Segundo, Insistí que nuestra posición era la de no intervenir, como no fuese para contribuir y poner fin a las barbaridades de nuestros hermanos, y que ante todo reflejara que se trataba de la defensa de nuestra soberanía, especialmente dejando muy claro y con energía que no permitiríamos el cruce sobre el territorio nacional de fuerza extranjera alguna, cualquiera que fuese el argumento aducido para convertir a Colombia en un próximo “Vietnam”. Aunque desconocíamos totalmente la estrategia de nuestro Presidente, si nos imaginábamos que las pretensiones de las conversaciones iban a ser útiles. Pero la verdad es que todo no paso de una simple observación, todo fue estéril y como pacifista los enviados especiales no pasaron mas allá de las simples palabras, ese caso era muy difícil, único, entre el gobierno y los alzados colombianos, pues Tirios y Troyanos mantenían unas posiciones imposibles que el mundo conoce a fondo para que de verdad se lograra la paz.

En consecuencia, no se entraron en discusiones absurdas, pues nuestro Presidente debería, en caso de asistir, ir con el consentimiento del gobierno colombiano y en realidad éste nunca tomo una responsabilidad seria en cuanto a este asunto, todo lo contrario, se ocuparon con vehemencia, sarcasmo, todo el tiempo a formular reclamaciones tontas y nunca jamás proyectaron una política que aprovechara la magnifica coyuntura que en ese momento político se presentaba. Debemos de informar que nuestro Presidente se comporto como un verdadero estadista, pues nuestras recomendaciones fueron de que él era Presidente de un país soberano y que por lo mismo le estaba permitido hablar, cuando lo quisiera, con quienes nos estaban agrediendo y alimentando una terrible inseguridad. En ese caso especifico no se nos podía señalar de intrusos, ni de intervencionistas, pues su tarea a realizar era la de cumplir con el deber político administrativo que permitiera llegar a un entendimiento con aquellas fuerzas rebeldes, pues en ningún momento el gobierno colombiano atendió nuestra queja y lo cierto es que nosotros no podíamos continuar viviendo bajo esos terribles temores. (…Continuara)


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Víctor J. Rodríguez Calderón


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