¿Qué puede sucederle a un joven de trece años, que en su corta edad ya ha sido arrestado nueve veces por robo a mano armada, para que cambie radicalmente su modo de vida, y se convierta en una persona de bien, con disciplina y amor al trabajo? ¿Cómo se cambia el futuro de otro jovencito, quien sin tener siquiera aún el mínimo rastro de barba en su cara, ya tiene que salir a trabajar, cargando bolsas en un supermercado, para ayudar a su familia?
Cientos de miles de historias como estas se repiten a diario en nuestro país, pero están cambiando también a diario, gracias a la inspiración de un hombre quien logró motivar y convencer a muchos de que sí era posible, a través de la música, rescatar el espíritu de nuestros niños y jóvenes.
El Maestro José Antonio Abreu inició este sueño con once jóvenes a los que reunió en un estacionamiento. Convencido de que la enseñanza musical es una de las vías para brindar un destino social digno a jóvenes que, probablemente, no tengan otra opción, se encargó de convencer, uno por uno, a cada persona influyente del Estado, durante sucesivos gobiernos, que había que cambiar las armas, las drogas y cualquier otra influencia negativa en la vida de nuestros niños, por instrumentos musicales.
La trascendencia que ha tenido el Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela ha sido posible debido a que, desde el principio, no se le concibió simplemente como un curso para enseñar a los niños a tocar un instrumento musical, sino como un programa social. Cuando un niño se sumerge en el mundo de una orquesta logra derribar la maldición de la pobreza y el anonimato al cual inexorablemente pudiera estar condenado. En el momento en que el instrumento cae en sus manos, este destino comienza a trocarse en alegría. La motivación es colectiva, porque si uno desafina, daña el esfuerzo de los demás. Por eso es necesario estudiar, ya no por el interés individual de obtener algo para beneficio personal, sino porque todos se pueden beneficiar si uno hace su parte bien hecha. El trabajo en equipo cambia, de manera sublime, la mentalidad egoísta que en nuestra sociedad cobra tantas vidas en manos de la delincuencia. En ese contexto, un instrumento musical se convierte en un instrumento de salvación.
Pero además hay una serie de valores asociados, como por ejemplo, la disciplina y la sensibilidad. Un músico debe estudiar largas horas, diariamente, con mucha dedicación, para obtener un resultado aceptable. Además, una vez que escucha el sonido colectivo de la orquesta, estando en el medio de ella, ya su sensibilidad no puede ser la misma más nunca. Es imposible no conmoverse escuchando cualquiera de las inmortales sinfonías o piezas que nos ha regalado la historia de la música, pero eso se potencia cuando uno forma parte de ese milagro.
Por eso digo que al Maestro Abreu habría que declararlo héroe nacional. Porque ¿qué otra cosa hace un héroe sino salvar a las personas que lo necesitan? Tenemos la visión mítica de que un héroe tiene que venir volando con su capa al viento, o montado en un corcel, rescatando damiselas. Pero la realidad es otra. Un héroe es aquel que utiliza sus recursos gerenciales para propiciar la entrega de un instrumento a un niño casi condenado a la violencia, y que además lo incluye en un sistema que es orgullo de Venezuela y que hace que hoy por hoy, musicalmente, no exista un país más importante que el nuestro.
Gracias Maestro Abreu. Dios le bendiga.
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