¿Revisar qué? ¡Primero que nada, la Historia compatriotas!

La historia nos ilustra sobre el momento presente, eso nos ha llevado a revisar situaciones del pasado que bien merecen nuestra atención para aprender de esas experiencias y orientarnos acertadamente en las turbulencias que azotan la nave revolucionaria que ha tomado nuestra Patria. En general, la historia de la victoria del Tercer Estado en la Francia de 1789, es extremadamente instructiva.

En primer lugar, ese Tercer Estado era en sí mismo muy dispar, pues englobaba a todos aquellos que no pertenecían ni a la nobleza ni a la iglesia; comprendiendo no sólo a todas las variedades de la burguesía, sino también a los obreros y campesinos pobres. Fue poco a poco, tras una larga lucha, y después de continuas intervenciones armadas, cuando el Tercer Estado adquiere en 1792 la posibilidad legal de participar en la administración del país. La reacción política que comenzó, incluso antes de Thermidor, consistió en que el poder comenzó a pasar formal y, a la vez, efectivamente, a manos de un número progresivamente más reducido de ciudadanos. De forma gradual, primero por la fuerza del hecho consumado y, más tarde, de un modo legal, las masas populares fueron eliminadas del gobierno. La presión de la reacción se hizo sentir sobre todo, en las relaciones que unían entre sí las diferentes clases que componían el Tercer Estado.

Además, en el curso de la Revolución Francesa y, ya en su período de declive, el poder no solo intervino para eliminar, siguiendo las líneas de diferenciación, a los grupos sociales que, todavía ayer, marchaban juntos y estaban unidos por la misma causa revolucionaria, sino que también desintegró masas sociales más o menos homogéneas. Por el procedimiento de especialización funcional, la citada clase sacaba de sus propias filas los círculos de altos funcionarios; he aquí el resultado de las fisuras que pronto se convirtieron en profundas simas, gracias a la presión contrarrevolucionaria. Como consecuencia de todo esto, la misma clase dominante originaría toda una serie de contradicciones en el curso de la lucha.

Los contemporáneos de la Revolución Francesa y, aún más, los historiadores, se preocuparon por investigar el origen de las causas de degeneración del Partido Jacobino. Más de una vez, Robespierre puso en guardia a sus partidarios contra las consecuencias que podría entrañar la “intoxicación del poder”, advirtiéndoles que, detentando el poder, no debían ser demasiados presuntuosos, “ni ser engreídos”. No mencionaremos aquí, los informes proporcionados por sus contemporáneos, que conciernen a las diversas causas de la descomposición del Partido Jacobino como por ejemplo, su tendencia a enriquecerse en los contratos de suministro. Mejor mencionemos el hecho curioso, según opinión de Babeuf, mediante el cual, la caída de los jacobinos se vió enormemente facilitada por las nobles damas de las cuales estos se habían encaprichado. Y por ello, se dirigió a los jacobinos en los siguientes términos: “Qué hacéis vosotros, pusilánimes plebeyos? Quienes hoy os estrechan entre sus brazos, mañana os estrangularán! ”. Si hubiesen existido automóviles en esa época, seguro se hubiese dado el factor de la hummermanía jacobina.

Pero lo que tuvo una importancia fundamental en el aislamiento de Robespierre y de los Jacobinos, de las masas obreras y pequeño burguesas, fue la eliminación gradual del principio electivo, reemplazándolo por el principio de designación. El envío de comisarios a los ejércitos y ciudades en que levantaba la cabeza la contrarrevolución, no solo era un principio legítimo sino indispensable. Pero cuando, poco a poco, Robespierre empezó a sustituir a los jueces y comisarios de las diferentes secciones de París que, hasta entonces, habían sido electos del mismo modo que los jueces; cuando empezó a nombrar presidentes de Comités Revolucionarios, llegando incluso a reemplazar por funcionarios a toda la dirección de la Comuna, no hacía con todas estas medidas sino reforzar la burocracia y ahogar la iniciativa popular. De este modo, Robespierre, en lugar de desarrollar la actividad revolucionaria de las masas, ya oprimidas por la crisis económica y, sobre todo, por la carencia de alimentos, solo agravó el mal y facilitó el trabajo de las fuerzas antidemocráticas. El mismo Robespierre, experimentaría en carne propia, esta indiferencia de las masas parisinas, cuando el 10 de Thermidor fue obligado a atravesar las calles de París, herido y bañado en sangre, sin que sus enemigos temiesen una intervención de las masas populares a su favor.

Evidentemente, sería ingenuo, de nuestra parte, atribuir la caída de Robespierre y la derrota de democracia revolucionaria al principio de la designación. Pero, sin ninguna duda, aceleró la acción de otros factores, entre los cuales se encuentra el hecho decisivo de las dificultades de abastecimiento, originadas en gran parte por dos años de malas cosechas, así como por las perturbaciones que siguieron a la transformación de la gran propiedad rural de la nobleza en pequeñas parcelas campesinas, la constante subida del precio del pan y de la carne; así como, el hecho de que los jacobinos no quisieron recurrir, en un principio, a medidas administrativas para reprimir la avidez de los campesinos ricos y los especuladores; y cuando al fin se atrevieron, bajo la presión popular, a hacer votar la Ley del Máximo, esta Ley no pudo ser inevitablemente más que un débil paliativo, dadas las condiciones de mercado libre y de producción capitalista, produciéndose así la caída de los Jacobinos.

La República que continuó bajo el Directorio, volvió atrás el derecho al voto restringido de la primera constitución burguesa y emprendió un camino de reacción social y política. Se encarceló y deportó a más de diez mil rebeldes, y se guillotinó a unos cuantos de sus líderes, acortándose con ello, el florecimiento de la democracia revolucionaria en la Revolución Francesa.

henryesc@yahoo.es





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Henry Escalante


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