23 de Enero de 1958

A 50 años para una memoria histórica

Año 1947. Después de realizada la Constituyente, la primera en la historia de Venezuela que sería escuchada por radio, las elecciones universales, secretas y directas, establecidas en la Carta Magna recién aprobada, le darían el triunfo a Rómulo Gallegos, con una mayoría que alcanzaría el 74 por ciento de los votos. Al autor de Doña Bárbara por su carácter, rectitud y solvencia moral lo mentaban “Chivo Arrecho”. El Pentágono, los militares, la jerarquía católica y quizás gente de su mismo partido, Acción Democrática, emprenderían una asonada un año después. No sabemos cuantas veces hemos escuchado decir que Rómulo Betancourt, aquel 24 de Noviembre de 1948, ya para las diez u once de la mañana estaba en la embajada de los Estados Unidos. Once meses duraría el presidente constitucional. La caída de Rómulo Gallegos lleva al poder a una Junta Militar constituida entonces por: Marcos Evangelista Pérez Jiménez, Luis Felipe Llovera y Carlos Delgado Chalbaud, presidente de la misma. Era la Junta Militar de los tenientes-coroneles.

Entre los años 1948 a 1952 gobierna esta junta castrense. Un magnicidio acabaría con la figura más descollante de ese período. El secuestro y la eliminación de Carlos Delgado Chalbaud compromete al gobierno de los Estados Unidos y a su aparato de inteligencia: la CIA. Nos atrevemos a pensar que muy a pesar de su formación francesa, por lo menos, una mentada de madre dejó caer sobre sus captores y asesinos.

La complicidad de Pérez Jiménez en aquel crimen también le dio la posibilidad del ascenso al poder, ahora como Junta de Gobierno. Las fraudulentas elecciones del año 1952, en las cuales se desconoce el triunfo de Unión Republicana Democrática de Jóvito Villalba, darán inicio a la última dictadura en nuestro país del siglo XX.

La Venezuela de la década de los años cincuenta había dejado de ser bucólica. La riqueza del Estado estaría determinada por el petróleo y los minerales estratégicos. La Venezuela de cemento y cabilla comienza ha edificarse. A finales de aquellos años la población alcanzaría un poco más de seis millones de habitantes. El Nuevo Ideal Nacional construye la Venezuela de asfalto. El ingreso per capita de entonces tocaría los quinientos cuarenta dólares, lo que significaba que el país se colocaba por encima de otras naciones como Alemania, Holanda e Italia, sólo para citar algunas. Pero ello jamás nos dice que la distribución de la riqueza sería justa. Un cura con oficios de arzobispo, Rafael Arias Blanco, describiría la situación de entonces, citando a su vez la Declaración Doctrinal del Episcopado de Francia:

Entre las taras del capitalismo liberal, la iglesia lamenta especialmente las nefastas consecuencias, en las costumbres públicas y privadas, debidas a la búsqueda desenfrenada del dinero. La conciencia profesional desaparece en un mundo en el que el espíritu del lucro se pone en lugar del espíritu de servicio. El dinero pudre a una sociedad que lo ha hecho su ídolo.

La Venezuela capitalista, gobernada por una dictadura militar, que respondía a las exigencias del Pentágono y de la Casa Blanca, enriquecía a unos pocos, bien sea por la corrupción o por las construcciones de entonces y dejaba a una gran mayoría en la pobreza. Unido a lo anterior, el país vivencia la tortura, el asesinato, la persecución, los campos de concentración, el magnicidio.

Se instaura la Venezuela del terror. La Venezuela de Guasina. La Venezuela de la Seguridad Nacional. La Venezuela de los espías. La Venezuela de los emigrantes. La Venezuela de los exiliados. Una ciudad hermosa llena de torturados; unos carnavales emblemáticos sin libertad de expresión sin libertad de prensa. Junto a la Caracas de edificios de treinta y cinco pisos también estaba la Caracas de los líderes asesinados en las parroquias. Esas antinomias también se expresarían en la lucha contra el tirado.

Por ello es justo afirmarlo la lucha contra la dictadura de Pérez Jiménez tuvo sus héroes:

Ruiz Pineda, Fabricio Ojeda, José Vicente Abreu y muchos más pero también tuvo sus antihéroes, que hicieron su fortuna desde sus bufetes, en grandes negocios, en la construcción de nuevas urbanizaciones: David Morales Bello.

El 23 de Enero de 1958 constituye una memoria histórica con la cual es necesario reencontrase. Por tener 50 ruedas vivenciamos como se fue desgastando la celebración del 23 de Enero y como, progresivamente, fue creciendo la imagen de Pérez Jiménez ante un demócratas corruptos e indolentes, cínicos y coños de madres. Creadores de la Venezuela indigente, de la Venezuela corrupta, de la Venezuela de los valores invertidos. La Venezuela millonaria para poquísimo y miserable para la mayoría.

Una vez derrotada la dictadura, la democracia mantuvo los métodos de tortura, la persecución, las desapariciones, la violación permanente de los derechos políticos y humanos. La concepción de la represión se mantuvo igual con la aprobación del gobierno de los Estados Unidos, la aprobación de una jerarquía católica, cuyo silencio cómplice se unió a los sindicatos del poder y a las clases dominantes, que también saquearon al país.

Asesinatos permanentes, desapariciones forzadas, tortura sistemática, persecución constante, todo bajo el ideal de la democracia representativa. Instalada la democracia burguesa, por el acuerdo del Pacto de Punto Fijo, se dio inicio a un proceso de exclusión sistemática, presos políticos y terrorismo de Estado. La democracia representativa acumuló una inmensa pobreza, cultivo la corrupción hasta el cansancio, no produjo un saldo de obras significativas, realizaba elecciones cada cinco años y dejó para la memoria colectiva los mismos métodos que la dictadura de Marcos Evangelista Pérez Jiménez.

Si parafraseamos aquel célebre tango que cantaría Carlos Gardel: 50 años no son nada.

La conquista de la democracia representativa constituyó el triunfo de la burguesía y sus lacayos. Nos robaron un sueño pero hemos cultivado una cultura democrática muy a pesar de la pobreza. Se nos ha desbarato la honradez pero seguimos inventando la oniria posible. Es esta nuestra oportunidad histórica. Echarla por la borda por la ineficiencia, el choreo y la burocracia constituye un pecado social de magnitudes irreparables e inmensas. Se asoman tiempo de derrota. A riesgo de decir un lugar común: lo único permanente es el aprendizaje.


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Efraín Valenzuela

Católico, comunista, bolivariano y chavista. Caraqueño de la parroquia 23 de Enero, donde desde pequeño anduvo metido en peos. Especializado en Legislación Cultural, Cultura Festiva, Municipio y Cultura y Religiosidad Popular.

 efrainvalentutor@gmail.com

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