Si decidimos involucrarnos en la construcción del socialismo, debemos entonces comenzar un proceso de profundo análisis y ruptura con la cultura del modelo de dominación capitalista, no solo en lo colectivo sino en lo individual, pues de lo contrario nos convertimos en predicadores de mensajes, valores y sacrificios para que sean asumidos y practicados por otros. Los que andamos en procesos reflexivos y de cuestionamiento del capitalismo con su cultura de la explotación, máxima ganancia, extracción, consumismo, patrones de consumo, hábitos alimenticios importados e institucionalizados de “mercancías alimenticias”, debemos contribuir a poner en evidencia la dominación que subyace en nuestra alimentación.
En el capitalismo, los bienes de consumo alimenticios provenientes del procesamiento agroindustrial son concebidos para la generación de ganancias y acumulación del capital para sus dueños, sin importar el acceso, la disponibilidad y menos la calidad en términos de nutrición e inocuidad a la salud humana. La agroindustria a través de los medios de difusión de comerciales y la penetración de la educación formal en todos sus niveles y sectores profesionales como médicos, nutricionistas, ingenieros agrónomos, médicos veterinarios, técnicos y científicos han amarrado a los consumidores y a la institucionalidad, al consumo y producción de sus mercancías, sin importar la calidad de los nutrientes que aporten, ni los residuos nocivos a la salud pública provenientes del procesamiento de las materias primas.
Ejemplos de lo planteado lo vemos en el proceso agroindustrial del maíz, aceites (tanto de maíz como de otras oleaginosas), arroz, pollos, cerdos, leche. Veamos el caso del maíz. El modelo agroindustrial convierte a productores venezolanos en simples proveedores de materias primas (el grano entero con todos sus nutrientes) a la agroindustria. La agroindustria a este cereal lo fragmenta o lo descompone en subproductos para la elaboración de una serie de mercancías como aceite, hojuelas de maíz, nepe, almidón, desechos para la industria animal y “el bagazo” resultante lo comercializa como “harina de maíz precocida” siendo realmente harina de restos de maíz precocida. Como se observa lo importante no es aportar nutrientes para cubrir las necesidades del género humano como lo plantea el socialismo, sino extraer la mayor ganancia posible. Esta “mercancía desnutrida” la venden casi a tres veces del precio que pagan por el grano de maíz entero, además de las ganancias provenientes de la separación de los principios nutritivos (carbohidratos, proteínas, grasas, vitaminas y minerales) que se venden como subproductos por separado.
En la construcción del socialismo debemos hacer esfuerzos por no reproducir esta inhumana concepción; a sabiendas de lo difícil que es superar la colonización alimentaria agroindustrial en el pueblo, las instituciones y los dirigentes; pero debemos comenzar a emanciparnos de esta dominación.
La coyuntura alimentaria actual se puede caracterizar fundamentalmente por fallas de abastecimiento en mercancías provenientes del procesamiento agroindustrial como la harina de maíz, arroz, leche, pollos, huevos, aceites; control casi absoluto de la infraestructura agroindustrial en manos de empresarios en su mayoría comprometidos con los planes de desestabilización, así como buena parte de la cadena agroproductiva; un importante contrabando de extracción; una red de distribución pública que se dejó permear por la corrupción para así justificar la penetración de grandes redes de “súper” en el negocio, no solo con sus mercancías sino en sus funciones, es decir la distribución. Adicionalmente se han creado círculos sumamente interesados en la importación de los productos faltantes. El gobierno ha seguido financiando mayoritariamente planes de siembra de las materias primas requeridas por esa agroindustria implantada en la cuarta república, mientras desarrolla una estrategia de romper con el monopolio agroindustrial, en el caso del maíz, mediante la construcción de plantas procesadoras de maíz a través del convenio Venezuela-Irán. Por otro lado ha venido tímidamente haciendo aportes a una agricultura alternativa y casi nada en materia formativa.
El problema del abastecimiento a mi modo de ver, no solo debe ser abordado como un pugilato entre gobierno – oposición: “falta tanto (oposición), traigo tanto (gobierno)” haciendo el juego a los propietarios agroindustriales manteniendo a la población dominada y cercada con el consumo de sus mercancías.
Si utilizamos la coyuntura para avanzar en el cuestionamiento del modelo capitalista agroindustrial, cuestionar sus mercancías, cómo y con qué se producen; cómo las procesan, qué utilizan y qué resulta de ese procesamiento; cuales son sus efectos sobre la salud pública y ambiental; cómo es su estructura de dominación, cómo absorbe gran parte de las prácticas socioculturales alimentarias; cómo se subsidia, socialmente quienes son los fabricantes y de quién dependen, es decir convirtamos la coyuntura en un gran debate popular, que sirva para aumentar la conciencia política ideológica de nuestro pueblo desenmascarando la esencia de la dominación agroindustrial con sus mercancías. Abramos el debate del maíz, arroz, aceite, leche, pollos, huevos, cerdos.
Por otro lado, aprovechemos el momento para contraatacar socialmente, impulsando un tejido de redes socioproductivas campo-ciudad, el vecino como productor, proveedor, procesador; organizando socialmente la producción sobre la base de la formación político ideológica contextualizada con hábitos alimenticios propios; desarrollando la Agricultura Sustentable, utilizando recursos como los de la Misión Ciencia en la innovación tecnológica socialmente apropiable y apoyando tecnólogos populares, facilitando la capacidad industrial instalada y por instalar del estado. En la práctica cultural de nuestro pueblo estos planteamientos son una realidad invisibilizada por la academia e institucionalidad.
La elaboración social y comercial de arepas de maíz pilao o pelao, son un ejemplo sabroso de ruptura con el modelo y la cadena agroproductiva impuesta. Asumirlo implicaría un proceso de rompimiento popular con el patrón agroindustrial de la arepa “blanquita, livianita, suavecita, redondita, ….y envenedadita, desnutridita” por una arepa “grisácea, rústica, con bordes irregulares,….pero sabrosa, con altos contenidos en fibras, con todos sus nutrientes, sin químicos y con dividendos sociales”.
Adicionalmente, organizar al pueblo sobretodo citadino en un gran voluntariado de brigadistas para el control inflacionario de los productos y de ilícitos contra el abastecimiento alimentario, encargando al pueblo del nivel de detallista y el gobierno de los grandes empresarios, en una verdadera unión pueblo gobierno. Esta participación popular debe tener contenido teórico, formativo y punitivo es decir que el pueblo conozca sobre los alimentos, la dominación alimenticia, etc., forme a las comunidades y participe también en la sanción contra los especuladores y acaparadores, dejando ser simples reportadores de delitos.
La estrategia de romper el monopolio agroindustrial con más modelo agroindustrial, es decir con más plantas procesadoras de maíz produciendo la misma mercancía, posiblemente es un cómodo mal necesario en la actual coyuntura, sobretodo para atender el consumo de las grandes ciudades, pero estirará la arruga del problema de fondo. Según lo señalado, desenmascarando y desmontando el negocio agroindustrial, quizás de las 20 plantas a instalar al menos 10 cambien hacia la elaboración de productos con concepción socialista basados no en la presentación, su color, su forma; imitando el producto impuesto; sino con base a sus aportes para la satisfacción de las necesidades nutricionales y sociales de nuestro pueblo, de modo que el producto sea una arepa con todos sus principios nutritivos, que nutra y no dañe, es decir que siga el patrón de la arepas de maíz pelao o pilao.
Se está en pleno conocimiento de que lo planteado aquí no es de la noche para la mañana, saliendo al paso al tradicional subterfugio de la flojera intelectual, del temor al cambio de los niveles de decisión y que le echan su culpa al pueblo; del cerco agroindustrial en las instituciones; de la resistencia al cambio de los funcionarios heredados; pero hay que comenzar a revisar, rectificar y reimpulsar las políticas alimentarias retomando y perfeccionando el ejercicio endógeno de nuestro pueblo, que está ahí, que funciona, que es realidad y no lo vemos o no lo queremos ver.
(*)Colectivo Agroecológico Aragua
Sembrando el conuco
andresavellaneda42@yahoo.com