Una alianza al borde del precipicio

Hubo una época en que los medios de comunicación simbolizaban el bastión de la libertad. Las luchas contra el absolutismo, las protestas ante la opresión y la injusticia, encontraban en la prensa el instrumento para inflar sus velas y ganar a la opinión pública. Desde El Correo del Orinoco, Bolívar llenó de aliento patriótico a su ejército libertador. Antonio Leocadio Guzmán propagó la revolución federal desde las páginas de El Venezolano.

Los adelantos tecnológicos en el campo de la comunicación convirtieron el dominio de la información en un verdadero poder. ¿Quién puede poner en duda la influencia que ejerce la televisión? A través de los mensajes televisivos millones de personas se forman su visión del mundo. Para ellos, la televisión es la fuente primaria de su percepción de la realidad. Vehículo poderoso para crear una ¨matriz de opinión´´ es decir, un molde de conducta y pensamiento que seguirán millones de personas casi automáticamente.

Debido a su extraordinario poder, la televisión se ha convertido en objetivo de posesión para poderosos grupos económicos y políticos A través de ella, manipuladores y laboratorios elaboran esquemas y recetas para surtir las distintas variantes de la acción ideológica y política al servicio de estructuras de poder.

En Venezuela la televisión no es independiente de los grandes monopolios internacionales que controlan el imperio mundial de las comunicaciones y la informática. Por eso, no es extraño que cada día se profundice más el abismo entre los intereses propios de Venezuela y las empresas que dominan la televisión. En los últimos años, la televisión se ha sumergido en el más desenfrenado activismo político. Fue instigadora del golpe de Estado del 11 de abril y, posteriormente, del atentado contra la industria petrolera venezolana. Es constante su predica desestabilizadora y su abierta parcialización a favor de los grupos que han tomado el atajo del desconocimiento a la Constitución.

Desesperados por sus continuas derrotas políticas, los sectores más extremistas arrastran cada día más a la oposición fuera del debate democrático para transitar por el siniestro camino del terrorismo. El ataque al Regimiento de la Guardia de Honor y el más reciente atentado a la sede de CONATEL son signos evidentes de que estas tendencias consideran ya agotadas las fórmulas cívicas y pacíficas y optan abiertamente por la violencia. Sería un grave error, que las empresas de televisión en su obsesión por derrocar al Presidente Chávez ingresaran a una combinación fatal y siniestra con los grupos terroristas.


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Guillermo García Ponce


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