El discurso electoral se concentra en cómo aparecen los candidatos. Hoy día es desesperadamente ingenuo pretender que los medios resten importancia a la imagen y se concentren en cuestiones de fondo y en los contenidos. Obama y Clinton actúan como celebridades y sus campañas operan según la lógica de la publicidad. En caso de llegar a la presidencia serían la primera mujer o el primer hombre negro, pero ambos, sin importar sexo o color plantean en el fondo las mismas políticas de Bush, es decir, el mismo paquete político que incrementa la pobreza en Estados Unidos y el endeudamiento desmesurado para financiar guerras. Interesante sería el primer presidente norteamericano en contra de la guerra como estrategia política.
No fue la televisión ni los medios en general quienes destruyeron la política. Existían mecanismos de manipulación mucho antes de la invención de la TV, por lo tanto la manipulación política a través de los medios no es una diferencia de naturaleza sino de grado, eficacia y rapidez. La estrategia es conocida y aplicada desde Nueva York hasta Ciudad Bolívar. Ejemplo: tres ex gobernadores del estado Bolívar, hoy candidatos de nuevo, olvidan que sus gestiones contradicen sus discursos. Cuando Rojas Suárez anuncia un plan de 90 días de cero intolerancia, evade que su política de seguridad represiva dejó como saldo un número de policías sentenciados por ajusticiamiento y que avaló un golpe de estado que de un plumazo eliminó todos los poderes públicos. Curiosamente el mismo comportamiento del candidato Andrés Velásquez, quien no sólo apoyó el golpe sino que fue cómplice de la privatización de SIDOR y hoy día es aliado de quienes lo untaron de excremento en el pasado. Y Carvajal, otro candidato del partido más desprestigiado del país (AD) construyó viviendas encima de un basurero. Ahora bien, estos ex gobernantes no solo manejan un discurso político vacío sino que además cuentan con el músculo financiero de quienes se beneficiaron de sus administraciones. La política no es nada personal, se negocia y se vende, por lo que la participación política se ha reducido a seleccionar entre distintas imágenes consumibles.
Pero el discurso da para mucho más. Y la denuncia irresponsable sirve para vender la imagen de valiente justiciero. Todo aquello que llame la atención de los medios es potencialmente una estrategia electoral, y la audiencia que atrae se convierte en su carta política para atacar, chantajear, negociar o aspirar una candidatura. Un ejemplo lo son Ismael García cuando provocaba la histeria de Cilia Flores y la avalancha de improperios de los parlamentarios chavistas. Incluso Tascón, conociendo algunos sentimientos de inconformidad de quienes quieren una oportunidad en el PSUV apela a la denuncia sin fundamentos para ganar simpatías. El apellido Tascón apareció en todos los medios impresos del país, lo que lo hace un nombre fácil de vender como candidato, simple lógica publicitaria. El peligro no es la indisciplina dentro de un partido o una candidatura vacía, es la ridiculización de la denuncia, el convertir la envestidura de un diputado, una vez más, en un show político que le resta credibilidad a la Asamblea Nacional. Por eso hay tanta fobia a la política, la gente evade el involucrarse en la política para ofrecer alternativas y soluciones políticas. El discurso en período electoral es desahuciado a la sordera de quienes se abstienen de participar. Y quienes votan, tampoco escuchan discursos, simplemente juegan a la política para cuando les llegue el turno de pronunciar su discurso. ¿Usted va a votar?, pues escuche con más atención.
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