Un amigo que votó por Chávez en 1998 y que se pasó a la oposición, confesó: “veo a Chávez por VTV y digo: como que tiene razón, sí, tiene razón… ¡mejor me paso para Globovisión, no vaya a ser que me convenza!”.
(Originalmente publicado en Quinto Día)
Conozco personas que con argumentos sensatos se declaran opositores al gobierno del presidente Hugo Chávez. Son gente seria, a quienes disgustan excesos, omisiones, pasivos y estilo del mandatario y de su equipo.
Lamentablemente para ellos, y afortunadamente para el mandatario, no son esos venezolanos quienes asumen el vocerío y liderazgo de eso que se conoce como “oposición” en Venezuela.
De hecho, los líderes y voceros de ese sector más bien parecen serlo de una virtual “opo-ficción”, que razona su ubicación política con una serie de argumentos intestinales, contradictorios, rebuscados, prejuiciados, fantasiosos, raciales, clasistas, importados, anacrónicos o, sencillamente, divorciados de la realidad que percibe alrededor el ciudadano no fanatizado.
Monumento. Las razones valederas para ser de oposición, que el Gobierno y sus hombres ofrecen en bandeja de plata a cada rato, se opacan ante las torpezas de la “opo-ficción”. Si el Gobierno es chimbo, su propia sobrevivencia y crecimiento son, entonces, el monumento al fracaso de la crema y nata de esas élites preclaras que se le oponen con premisas y métodos frente a los cuales su propia gente ha comenzado a tomar distancia.
Esa “opo-ficción” hace gala de gran desparpajo cuando todo este año achacó al Gobierno toda la responsabilidad por la abrupta caída de la economía, sin aceptar la cuota –¿principalísima?- que a ella le corresponde por haber llevado al país a un paro que costó entre 7 y 10 mil millones de dólares y que ahora no tiene padres, pues abundan los “yo no fui” que a posteriori juran haberse opuesto a la aventura.
Parece aterrizar la “opo-ficción” al reconocer que el próximo será un buen año económico, pero vuelve a flotar cuando se adelanta a buscarle explicaciones sobrenaturales a la previsible mejora en la situación material de los venezolanos, exhibiendo dolor, en lugar de un poquito de alegría.
Deshielo. Esto ha redundado en el deshielo de las alineaciones políticas, que parecían irremediablemente solidificadas. Las últimas encuestas, que reportan un alza en la aceptación presidencial, así lo indican. No creo que obedezcan sólo al efecto de acciones oficiales, como el Plan Barrio Adentro, la Misión Robinson o la Universidad Bolivariana, como dicen los encuestólogos, sino también a los desmanes de la “opo-ficción”.
El repunte hace pensar que el siguiente caso ilustra más una tendencia que una excepción. Se trata de un buen amigo, quien votó por Chávez en 1998 y que se pasó a la oposición, espantado por las peleas cazadas por el comandante una vez elegido Presidente. Después del golpe de 2002, este amigo me confesó: “Veo a Chávez por VTV y digo: como que tiene razón, sí, tiene razón… ¡mejor me paso para Globovisión, no vaya a ser que me convenza!”. El cambio de canal no fue suficiente antídoto, pues terminó reconvertido al chavismo después del paro, cuando abogar por clases en el colegio de su hija le costó el cacerolazo de sus antiguos compañeros opositores, quienes lo echaron del plantel, a él, a su esposa y a su muchachita, bajo la acusación de pertenecer a los círculos bolivarianos. La niña hoy estudia en una escuela pública y mi amigo está de un chavismo que ni doña Elena.
Y no tanto por Chávez, como por la “opo-ficción”, que ha llevado a sus seguidores, cada vez más reducidos en número, a unas actitudes que superan con creces la violencia, la incultura política, la intolerancia y el autoritarismo que habitualmente se le achaca al chavismo, pero que en su caso goza de impunidad o aval de la opinión publicada.
Tele-militantes. Ejemplo es lo ocurrido con Globovisión. “Nos están cerrando, tomen las calles”, dijeron apenas llegaron los funcionarios de Conatel. La respuesta de los “tele-militantes”, escasa y limitada a los sitios ya tradicionales, amén de la granada lanzada en Conatel, hablan de una merma en la capacidad de convocatoria de la “opo-ficción”, reducida a sectores muy fanatizados. El coro de demócratas e instituciones que rasgan sus vestiduras ante la medida ayuda a reducirla aún más: la gente recuerda que ellos nada dijeron cuando VTV y Catia TV fueron cerrados de verdad-verdad por sus panas Mendoza y Peña. Aunque traten de disimularlo, y ningún periodista les pregunte al respecto, eso se nota. Y se paga.
Petróleo. Otro ejemplo es el de Pdvsa. Mientras la Gente del Petróleo se empeña en decir que la empresa no logra llevar la producción a los niveles anteriores al paro, sectores ubicados a la izquierda del chavismo, por boca del profesor Francisco Mieres, denuncian algo que jamás reconocerán voceros del Gobierno o de la petrolera: Venezuela ha estado produciendo por encima de la cuota de la OPEP. Según los datos de Mieres, quien cita fuentes confidenciales del MEM, la producción ha llegado a estar por encima de los 4 millones de barriles diarios, muy por arriba de la cuota. Según otros analistas, esto pudo obedecer a un acuerdo tácito, jamás explicitado, con otros países de la organización, para compensar el incumplimiento de nuestra cuota, por defecto, durante los meses del paro.
Pero la Gente del Petróleo necesita decirle a los suyos y al mundo que, sin ellos, la industria no puede funcionar, y por eso apelan a la ficción de escatimar los niveles efectivos de producción de Pdvsa. Aunque en cada tanque de gasolina lleno se les vaya un galón de credibilidad.
Si hubiera un liderazgo y vocería de oposición, y no de “opo-ficción”, estaríamos discutiendo sobre asuntos como ése, de tremenda repercusión nacional y mundial, y no acerca de temas absurdos en los que se va tanta tinta y tiempo en el aire.
Distracción. Una oposición verdadera metería la lupa en la gestión del Gobierno, en la ejecución de la sentencia del TSJ sobre el crédito mejicano, en la situación de los enfermos ocupacionales, en las ejecuciones extrajudiciales que aplican nuestras policías, en el fenómeno del sicariato, en el desvalimiento de los clientes de las telefónicas. Pero qué va. Más fácil es continuar asustando a los ilusos con aquello del castro-comunismo, los terroristas árabe-margariteños y otras pendejadas distraccionistas, para no echarle la partida para atrás a los panas que andan tomando posiciones, financiando precandidaturas o robándole los reales al venezolano de a pie.
Parece que, en realidad, quisieran a Chávez hasta 2021.