Sólo intimidación y chantaje

L os atentados terroristas son armas de intimidación. Pretenden crear una atmósfera de miedo, de inseguridad y falta de gobierno. El terrorismo, en el caso venezolano, no tiene asidero ni tradición en la cultura política. Lo intentó Acción Democrática en la década de los cincuenta y fracasó. Lo practicó la izquierda insurgente en los años sesenta y no tuvo éxito. Ahora no tiene ninguna posibilidad de producir efectos contundentes en la situación política del gobierno. Por el contrario, está comprobado que sólo hace aumentar las dudas, pugnas y divisiones en el seno de los partidos de oposición.

El terrorismo recibe un aliento a fondo por parte de las grandes empresas de televisión en su carrera desenfrenada por hostigar al presidente Chávez. Incluyen el terrorismo en su dispositivo porque suponen que cualquier medio es útil para producir el derrocamiento del gobierno. Es una torpeza propia de aventureros creer que la violencia puede recibir apoyo de los venezolanos después de las experiencias del golpe de Estado del 11 de abril y el paro petrolero de diciembre y enero reciente.

Al lado de la intimidación, otra de sus armas favoritas es el chantaje. Las grandes empresas de televisión amenazan todos los días con la "aplicación de la Carta Democrática". Es una burda falacia. No hay ninguna posibilidad de aplicar la Carta Democrática a Venezuela. No sólo porque la situación política venezolana no lo justifica por ningún respecto, sino porque no hay ni ambiente ni votos en el Consejo de la OEA para llevar a cabo esa felonía.

Saque sus propias cuentas y mire aun cuando sea superficialmente el mapa político de América Latina. Cómo actuarían países decisivos como Brasil, Argentina y México. Cómo lo harían los países del Caribe. Acaso se presta la situación en Bolivia, Paraguay, Ecuador, Perú y Uruguay para ese debate. Usted, cree que la propia situación en Estados Unidos, después de la experiencia de Irak, está en condiciones para un conflicto de esa magnitud en América del Sur.

La conclusión es obvia; las grandes empresas de televisión, cabecillas abiertas del complot contra Chávez, sólo tienen las armas de la intimidación y el chantaje. No son suficientes para inclinar la historia a su favor.


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Guillermo García Ponce


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