Dicen antiguos cronicones de amarillentas páginas, que el hombre es socio de Dios en la creación. También afirman esos mismos escritos, que el hombre es la máxima figura de la creación, hecho a imagen y semejanza del Altísimo. Y añaden que Dios necesita al hombre para manifestar sus atributos, su inteligencia, su sabiduría y su omnipotencia. Esa misma circunstancia hace que el hombre sea infinito y eterno. Porque en consecuencia, Dios siempre lo va a necesitar para expresarse, aunque las condiciones y el medio planetario varíen como bioecosistema.
Si el hombre fue hecho a imagen y semejanza divina, es axiomático que tiene infinitas y eternas posibilidades de realizar todo cuanto se propone como objetivo de su existencia. Sin embargo, debe cumplir una serie de requisitos que el mismo cosmos, la vida o la mente cósmica, requieren para proceder a dar forma real a esos propósitos o anhelos.
Antes de pasar a explicar esos requisitos, conviene dejar en claro que el hombre de hoy, además de incrédulo, no posee ningún tipo de filosofía de vida o para la vida. Casi diríamos que sufre de un espantoso vacío existencial y las cosas transcendentales, o que están más allá de lo físico, le interesan muy poco. Es más, cuando se inscribe en una escuela de estudios iniciáticos lo hace como una moda y no como una búsqueda que sale desde lo más profundo de su ser. Eso explica también la alta deserción que presentan esos grupos de seudo buscadores de la verdad. Razones sobradas tenía Jesús el Cristo para decirle a los fariseos de la época: “Este pueblo me ama con su boca, pero su corazón está lejos de mí”.
En orden de prioridades afirmamos solemnemente que una de las cosas que impiden el logro de nuestros propósitos, es el hecho de creerse pequeño. De creerse muy poca cosa, de sentir que no se es digno de los favores de su Creador. Ante lo cual podemos argumentar dos cosas, la primera es que Dios no tiene hijos preferidos, sino que Dios es el preferido de algunos de sus hijos. Y la segunda es que para los indignos todas las puertas están cerradas, menos una, la del arrepentimiento. Es decir, cuando yo quiero algo, debo estar plena y totalmente convencido que por mis buenas obras, porque soy hijo de Alguien que todo lo tiene, que todo lo puede, porque tengo las mejores relaciones con ese Ser superior, me hago merecedor de sus complacencias. He allí por qué en la Escritura Sagrada se dijo: “Tened fe como un grano de mostaza y moveréis montañas”.
Amigo lector, la fe es una fuerza de kilotones de poder, que permanece adormecida dentro de ti como el genio de la lámpara de Aladino, esperando que tú la liberes para ponerse al servicio de las más nobles causas. Neurológica y científicamente esa fuerza existe y tiene su asiento en el cerebelo, donde se ubica el endoconciente y que es enviada por el llamado canal de Vahrolio hacia los lóbulos frontales del cerebro, cuando hay presión psíquica o urgente necesidad de enfrentar algún peligro. Es la fuerza que los locos o enfermos psicológicos tienen liberada, y por esa razón tienen ese empuje bestial, para cuyo control necesitamos varios hombres. Eso explica también la fuerza y velocidad de las llamadas pedradas de loco.
Otra cosa que debemos cumplir, es no tener temores. El temor es inseguridad y la inseguridad es falta de fe. Increíble, pero el temor genera energías que atraen hacia nosotros la cosa temida o las situaciones contrarias a lo que pretendemos. La energía generada por el temor se le resta a la energía que disponíamos para el logro de nuestros objetivos, en consecuencia debilitamos nuestras posibilidades y agrandamos nuestras angustias y frustraciones.
Lamentable, pero cierto, el hombre de hoy sufre un espantoso y patético vacío existencial y una carencia absoluta de objetivos y metas para su propia vida, Eso hace que no trabaje en función de su propio éxito, sino que siendo omisivo, y miope para ver objetivamente su propósito superior, se convierta en un fracasado o en un pesimista, los cuales como la mala hierba, andan por el mundo sembrando la tierra de fracasos y de dudas. Afirmamos a los cuatro vientos que, quien no trabaja diariamente para tener éxito, está trabajando para ser un sufrido derrotado, una escoria de la vida, o un human scrab, chatarra humana, como lo denominó el filósofo William James.
Saber exactamente qué es lo que se quiere lograr, verlo claramente con los ojos de la imaginación y percibirlo con todos los sentidos físicos y del alma, es tener 50% de nuestros objetivos alcanzados. El resto lo guía la mente y nuestra recta actitud ante Dios y ante los hombres. La computadora del cerebro y sus desconocidas fuerzas, sólo requieren la imagen clara y legítima de lo que queremos. El software es el único requisito. Lo demás viene solo. Es súper importante que cambiemos de formas de pensar, que adoptemos nuevos paradigmas en nuestra estructura de pensamientos y de sentimientos. Definitivamente un hombre es lo que son sus pensamientos y eso es lo que diferencia la forma de ser y de actuar que tiene un habitante de un país desarrollado con la de otro semejante de un país atrasado. El atraso está en la mente, en la conceptología, en la actitud, en la falta de esfuerzos para crecer y de claridad meridiana para percibir y ver claramente las infinitas posibilidades de desarrollo que todos tenemos, si ponemos en práctica un sistemático, científico y persistente plan para triunfar en la vida, para lo cual al hombre contemporáneo le hace falta vista de almirante, fe, reflexión y acción.
Insisto, hay que cambiar nuestra forma de pensar y convertirnos de pesimistas y derrotados en optimistas y triunfadores. Hay que verse como triunfador, pensar como triunfador, sentirse triunfador, reunirse con triunfadores, soñarse triunfador y convertirse en triunfador.
Haga el ejercicio diariamente. No comente a nadie sus experiencias y objetivos. Piense en grande y será grande. Compruébelo.
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