En Economía, una cosa es clara: Todos, absolutamente todos, los costes presentes en las mercancías son forzosa e invariablemente reintegrados por los consumidores finales. Consumidores finales quiere decir: los trabajadores, aunque al mercado también concurran los no trabajadores del sistema.
Nos explicamos:
Una vez establecido el precio de venta al público consumidor, sólo los trabajadores, con sus salarios, y los perceptores de rentas, con las ganancias patronales y los impuestos directos e indirectos, que también proceden originalmente de esos trabajadores, terminan reintegrándoles a los patronos el monto de sus inversiones, y, marxianamente hablando, les dejan ganancias que terminan enriqueciéndolos.
Los inversionistas toman para sí dichas ganancias y aparentemente las comparten en determinada proporción legal con el gobierno de turno y su correspondiente burocracia de alta jerarquía. La burocracia media e inferior sólo recibe una paga por sus servicios tasada con los mismos subestimados y minimizados sueldos que a regañadientes el patronato privado les paga a sus asalariados. En compensación al patronato, el gobierno beneficiario de semejante compartición decreta anualmente la minimización del salario, y esta termina cruzando toda la cadena salarial de los tabuladores.
Ese mecanismo, académica y políticamente conocido como *explotación del hombre por el hombre*, es el sistema más perfectamente desarrollado por unos pocos para desgracia de muchos quienes paradójicamente han creado toda la riqueza material que sintéticamente dispone, ha dispuesto y seguirá disponiendo la humanidad.
Seguimos:
La moneda de circulación de cualquier país moderno es también una mercancía, y como tal es susceptible de compraventa. En el caso de las divisas, unas fungen de medio de compra, medio de pago, y otras, de bienes útiles para los fines cambiarios, circulatorios, y en el caso de las monedas *fuertes*, sirven para fines financieros como respaldo fiduciario para la moneda local. De allí la importancia de las *Reservas Internacionales*
En Venezuela usualmente compramos petrodólares para las importaciones, y se paga a los trabajadores con bolívares. Las demás divisas de otros países también suelen fijar sus precios en dólares, y con ello todas esas también representan otras tantas mercancías para nosotros.
Ahora bien, cuando la Administración fiscal y monetaria actual venezolana decide devaluar la moneda de curso legal, provoca artificial y automáticamente una ganancia comercial a todos los tenedores de divisas, y entre estos el Banco Central de Venezuela lleva una buena parte. Por esa razón el gobierno central decide auditar el BCV para que este le reintegre *razonablemente* una parte de esas ganancias extraordinarias, tales g. e. el gobierno las denomina *utilidades cambiarias*, como si se tratara de alguna actividad realmente productiva.
Ahora bien, si esas mercancías llamadas divisas son compradas por el Estado, por los patronos, y por los demandantes de dólares en general para producir y/o revender mercancías en el mercado nacional e internacional, entonces y en correspondencia con lo arriba señalado tenemos que inferir que son los trabajadores quienes están cargando con tales *utilidades cambiarias*, lo que evidentemente convierte a estas en una modalidad adicional de Impuestos Indirectos que el pueblo trabajador venezolano termina cargando sobre sus productivos hombros.
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