¿Por qué para un profesional de la clase media conseguir vivienda es más difícil que irse nadando de Caracas a Margarita sin ser un nadador experto, ni siquiera un modesto aficionado? Por más que muchos de nosotros llenamos de entusiasmo en eso de lograr una casita propia, después de unos cuantos intentos una sensación de desaliento o de esperanza remota nos invade.
Más de uno por ahí me recordará con voz que descubrió el agua tibia, que el Presidente está dando un subsidio, pero con él o sin él, se nos hace cuesta arriba obtener un techo propio porque, con un sueldo de unos tres mil bolívares fuertes, los bancos –mediante los créditos de Política Habitacional– prestan unos sesenta mil bolívares fuertes. Es decir, lo mismo que da el Gobierno con subsidio para quienes no ganan más de dos mil en moneda fuerte. ¿Y qué se puede comprar con eso? De repente, una casa en un barrio o zona roja. No obstante, es preferible continuar pagando alquiler y no ser pasapalo del hampa común.
Lo cierto es que, para adquirir alguna propiedad que llene parcialmente las expectativas de uno, se necesita unos doscientos mil, por lo menos.
¿Cuánto debo ganar para optar por un crédito que me permita pagarla? Unos nueve o diez mil bolívares fuertes.
¿Cuántos devengan esa cantidad mensualmente? Volviendo al meollo del asunto, ¿qué ocurre con el profesional que pasó más de tres tercios de su vida estudiando, especializándose, mientras más de uno se dedicaba a vivir la vida loca? Puede ser que las profesiones que algunos ejercemos no son bien remuneradas, pues, lo de intelectual no paga en la Venezuela de hoy, como tampoco lo hizo en el pasado.
Me sometí a la procesión sin santo a la vista para constatar por mí misma lo anterior. Visité varios bancos del Gobierno, como Banfoandes. Ahí, hice una cola de cuatro horas. Después del tiempo de espera, me encontré con el mismo problema: no me pueden prestar más de la mencionada suma. Lo del subsidio favorece el monto de la deuda, lo que se pagaría mensualmente, pero no la cantidad de miles destinados a la compra del inmueble. La situación se resume en que por cada mil bolívares fuertes, te prestan unos diez mil.
Entonces, por lo menos en el aspecto de no vivir en la intemperie, seguimos en las mismas.
Hay todavía una distancia gigantesca entre la clase subsidiada y la que no lo es, pero tampoco pertenece a la alta, ni a la media alta. Esos jóvenes, aunque no perdieron el tiempo jugando dominó o yendo a rumbas, sino que decidieron echarle pichón, continuar superándose, seguirán dependiendo de sus padres para algún día dormir tranquilos en territorio seguro o vivirán con familiares cercanos o putativos, lo cual no se lo recomiendo a nadie. Muchos se encuentran en esa condición.
Con más o menos palabras, esa es la realidad de aquellos que salimos a trabajar sin el estímulo de regresar al cabo de un rato a unas cuatro paredes a las que, sin ningún temor o vergüenza, se les puede llamar "mi casa".
Cambiando el tema radicalmente, le pido al alcalde Juan Barreto que se acuerde del aumento de salario convenido para los maestros jubilados. Y le agradezco muchísimo que les deposite su pago a tiempo, como lo ha venido haciendo.
isabelrivero70@hotmail.com