Cuando nacemos nos dan identidad, nos reseñan en un libro y nos bautizan en nombre de Dios, nada de esto lo sabemos hasta que tenemos la edad suficiente, no elegimos el nombre por el que nos llamarán el resto de la vida, antes pantalones cortos al crecer un poco, ahora hasta jeans nos colocan porque rinde más y es más barato, no escogemos la escuela que nos ha de introducir en el principio del conocimiento escolar, comemos lo que nuestra madre nos da si es que tiene para comprar, antes a esa edad no nos dejaban hablar y menos opinar, éramos unos insociales congénitos con prohibición de participar en conversación de mayores, la vida giraba entre la casa y la escuela si es que había cupo, el día de cumpleaños era algo especial, esperar los regalos que a veces nunca llegaron era el aprendizaje inicial de las frustraciones por venir, en la escuela nos enseñaban además de las materias obligatorias, el himno nacional sin comentarios; la historia, la que siempre nos contaron de héroes de la nación en la acción libertadora, hasta ahí, no preguntamos mucho porque nos callaban la boca, en fin supimos que Simón Bolívar es el padre de la patria y Cristóbal Colón descubrió América en tres carabelas que eran cuatro, luego que Isabel la católica le dio el permiso para invadirnos por necesidad de nuevos bienes incluido el oro tan ansiado; de nuestros aborígenes aprendimos que eran unos alzados, las haciendas se llenaron de esclavos venidos de Africa, la religión católica nos convirtió en cristianos sin ver el ejemplo por ninguna parte, preguntábamos sobre el misterio de la santísima trinidad y el silencio era inminente
La geografía; que el país tiene 900 y pico mil kilómetros cuadrados con muchos Estados y regiones insulares, el idioma el español por supuesto , de nuestras tradiciones el tamunange y los diablos de yare, de nuestros llanos las lluvias permanentes y los animales salvajes, tenemos el Salto Angel la caída de agua más grande del mundo, en Mérida cae nieve en el pico más alto, en Falcón hay medanos sin camellos, al norte con el Mar Caribe, muchas playas y pocos turístas, el Orinoco el río más grande Venezuela.
Al llegar de la escuela, el hacer la tarea es una obligación inaplazable, el castigo era duro y se reflejaba en la bendita boleta, merienda si acaso y no todos los días, televisión para quien la tenía, hasta que llegara papá o mamá que quería ver la novela de turno, una hora de comiquitas y ya era suficiente, a cenar y dormir, que rutina, que desinformados estuvimos todo el tiempo, no nos acostumbraron a leer periódicos, en los deportes el béisbol y algo de futbol, peloticas de goma en la calle, si habían, en ocasiones la ere o las escondidas, los fines de semana, uno que otro para la playa, ahí mismito, un solo día.
Del petróleo sabíamos muy poco, sólo que en Venezuela había mucho, el uso que hacían de su venta, ni enterados, sabíamos que era negro cuando por casualidad pavimentaban nuestra calle, modales de buena conducta, en la casa y una que otra maestra nos lo enseñaba, el respeto por los mayores fue una religión más bien una opresión, cosas heredadas básicamente de la cultura europea; en la sistema terrorífico, apuntaba al castigo corporal y mental, la obediencia hacia el respeto tan siquiera chistar.
Como derramabamos lagrimas cada vez que nuestra intención de divertirnos era absolutamente abolida por la represión hogareña, todos se conjuraban para que nuestras fantasías infantiles no se convirtieran en un nuevo conocimiento, televisión a los diez años, si acaso se compraba uno en blanco y negro y en horario especial de matinee.
Que podíamos saber nosotros de lo que ocurría en el país, ni siquiera por conversaciones de mayores, todo estuvo vedado, éramos unos eunucos automatizados, en eso nos adelantamos a la tecnología virtual, y les cuento cuando nos ponían ropa nueva, en tiempo, una vez al año, en la primera comunión, mi tía, muy buena ella, el día de mi cumpleaños me llevaba un chocolate Savoy de 25 centimos, por supuesto, para mi era una gran alegría, me lo comía lentamente y no le daba a nadie, así me pidieran mis hermanitos, era mi cumpleaños y para mí; los zapatos y pantalones; mi papá en una oportunidad hubo un desfile de la semana de la patria en los próceres, emocionados íbamos todos los del colegio, pantalón y camisa blanca, la correa tenía que ser negra pero la que había de mi hermano mayor era marrón, papá en un gesto de sabiduría la pintó con betún negro y yo fui muy orondo al desfile, ta, ta , tan…..cayó soberano aguacero y que pasó, lo que tenía que pasar, el pantalón desparramó una inocultable mancha negra, que horror para nuestra dignidad de pobre y la lloradera fue hasta la casa tapándome con la bandera nacional amarillo, azul y rojo, que acto de patriotismo tan valeroso.
Reitero, de nuestra historia; las fechas patrias, por aquello de los días feriados, de nuestros héroes; mitos limitados en el tiempo, referencia tangencial, los que lograron la independencia incluido el Libertador, es decir los que ganaron la guerra, no tuvieron oportunidad de contarla, la oligarquía de entonces se encargó al botar a Bolívar del país, que su huella profunda no quedara en la mente de la gente, la primera república pasó como Juan por su casa, la primera gran traición, la más grande traición, más pudo el tener que el ser, los intentos de Zamora de revitalizar las ideas bolivarianas se encontraron con su muerte bajo el designio de la traición bien orquestada, los oligarcas temblaron y las masas sucumbieron, se perdió el esfuerzo, a partir de allí, la historia es más o menos parecida, con uno que otro aldabonazo sin consecuencias en el futuro, luego de oprobiosas dictaduras, surgió la democracia representativa, sus lideres se adueñaron de nuevo del futuro, nos entregaron al norte incomedido y nuestros recursos naturales se escapaban como agua entre dedos, mientras más explotaban, más miseria se cernía sobre la patria de Bolívar, la patria fue tan solo un símbolo una referencia.
Sobre la moral y las luces, se acentuó el desparpajo sobre la perdida de valores ciudadanos, cada vez más, éramos habitantes sobre una tierra cuyos hijos la descuidaron y llenaron las grandes ciudades de monumentales obras denominadas ranchos, la desidia en la gestión originó una de las mayores tragedias de la historia venezolana, la perdida de identidad nacional, el ser venezolano deambuló sin norte de patria, se estuvo a pocos metros del final de una carrera contra el reloj de la historia hecha patria, donde la transculturización se imponía a pasos agigantados, semejante hecho producía por la vía de la causa y efecto, la perdida del Estado como ente garante de justicia social y equidad ante la imaginación de una patria distinta repleta de lo nuestro y autóctono.
Cuánto duró ese caos civilizatorio y de adaptación al mundo globalizado, diríamos que hasta entonces, la población que percibía y callaba, con el tiempo, sin dirigentes aunque con la semilla de nuestros ancestros, develaba signos de insurgencia y sabiduría reactiva, al garete en sus ideas, no obstante convencidos de que la situación era inaguantable, decidieron un día para la historia en un mes de febrero, reaccionar y tomar en sus manos el designio que la pobreza les había creado por siglos, un poco más tarde, eso sí, con ejemplar conducta y convencimiento un buen grupo de armados de voluntad y bajo las armas de la república insurgen contra cuatrocientos años de ignonimia y atraso, que valentía y que tarea, ellos lo sabían y emprendieron el mayor gesto de heroicidad luego de la época de la independencia, no solo por lo que hicieron sino por lo significó para el futuro que es hoy.
Los representantes de la democracia representativa, que volteaban la página de la historia para solo ver la portada, se enriquecieron vilmente, aprovechándose de un Estado en decadencia producto de sus propios errores y a la entrega a la oligarquía de las decisiones importantes, la estatal petrolera se convirtió en una sucursal de las transnacionales que apostaron a la desaparición de la OPEP, que años, que vergüenza para gente nacida en este suelo de libertadores.
La patria buena parecía agotada, los ilustres escritos de muchos venezolanos desde Fermín Toro hasta Rómulo Gallegos y Uslar Pietri, pasando por Rufino Blanco Bombona, Juan Vicente Gónzalez, entre otros, no eran blanco de referencia para enaltecer la nacionalidad sino de simples ausentes en los actos protocolares, la matriz de la Venezuela perdida incrementaba la fuga de talentos bajo perfiles de progreso engañosos y entreguistas, quienes teníamos que soportar semejantes barbaridades ante el progresivo deterioro institucional de la república, no nos quedaba otra que, sacudirnos de la vorágine destructiva refugiándonos en las librerías, o en los pequeños círculos de estudio, luego de la derrota política sin precedentes que el imperio y sus lacayos habría infringido, siempre nos preguntamos hasta el día de hoy, donde estuvieron escondidos los dirigentes de esa izquierda fraticida que nos dejó huérfanos de dirección, bueno, más tarde supimos que estaban donde siempre debieron haber estado, del lado del enemigo histórico, hoy día rubricado en las destartaladas figuras de Douglas Bravo y Teodoro Petkoff, por solo mencionar estos dos, que horrible dilema existencial nos crearon, sin rumbo más allá del convencimiento de que esto tenía que cambiar y que este sistema opresor y comprador de conciencias a granel tenía que desmoronarse, vino lo del muro de Berlín y la desaparición de la URSS, con un respiro por la presencia de Cuba revolucionaria, el socialismo en la lontananza a semejanza de las cruzadas, en la imaginación solo nos quedaba para los sueños y las utopías.
El prurito de la revolución necesaria revoloteó siempre sobre nuestras cabezas y la esperanza aunque a veces figuraba como perdida, estaba allí, en ausencia presente, en inmarcesible lucha contra el oxido del tiempo, el febrero aquel nos produjo alegría y tristeza, un pueblo por el que luchamos y no nos atendió, emergía espontáneo de sus propias desesperanzas, cruzó los dedos y se dispuso a decir, presentes en cuerpo y alma por lo que nos han quitado de siempre, primer aldabonazo de una historia que se construye ahora mismo y que nunca acabará en el derrotero de la conformidad, es por ello, que este presente hecho futuro de todos los días, nos colma de regalos cuando vemos a un pueblo dispuesto a no dejarse arrebatar los signos de la historia precursora, hoy vigentes en la necesidad de construir esa patria que soñamos en aquel pasado y que tanto se parece a lo que la imaginación prematura nos enseño a través de la utopía posible, que la patria buena y revolucionaria sepa construir los hijos del mañana para que la figura del arquetipo individualista y egoísta desaparezcan del ser y acaben con el tener.
2006
rafaelfebles@yahoo.com