UBV: mucho más que una toga y un birrete

Apenas el viernes 18 de julio del año en curso, la Universidad Bolivariana de Venezuela cumplió cinco años de actividades ininterrumpidas. Ese día la chispeante alegría de la comunidad universitaria, desbordó todos los espacios de la UBV, ante el significativo logro de haber enfrentado con éxito la exclusión y la discriminación que otras universidades aplicaron por décadas a compatriotas, jóvenes y no tan jóvenes, que sencillamente no existían para el sistema educativo venezolano.

Muchos de esos estudiantes que ingresaron a la Casa de Los Saberes, ya pronto obtendrán su título de Licenciados en los primeros tres programas de formación de grado que en sus inicios ofertó la UBV: Gestión Social para el Desarrollo, Gestión Ambiental y Comunicación Social.

Esos próximos egresados vivieron las penurias y las carencias de una institución que nacía en medio de una feroz retaliación política, convertidos en íconos “del proceso” por parte de la oposición, pero que no desfallecieron hasta lograr su meta. La Universidad dedicó horas a largas discusiones sobre su filosofía, sus ideales y especialmente por qué y para qué se fundaba.

Fui testigo de las inmensas colas que desde la medianoche se hacían en la otrora PDVSA de los Chaguaramos, donde venezolanos y venezolanas de todas las edades esperaban valiente y pacientemente su inscripción. Aquella gente recibía insultos desde los edificios, les lanzaban objetos como cubos de hielo, epítetos, que no podrían citarse aquí por respeto a los lectores, sonaban cacerolas para derramar sobre ellos toda la ignominia, toda la carga, todo el odio de la terrible lucha social que había estado escondida por años en Venezuela.

Hoy en día esa misma gente que no encontró sitio en el sistema de educación superior venezolano, plenará ahora el mercado laboral, con los valores educativos, sociales y políticos de Simón Bolívar, Simón Rodríguez, Paulo Freyre, Antonio Gramsci, José Carlos Mariátegui, entre otros, y ese fantasma le está espantando el sueño a más de uno, pues la misión también es transformar realidades. Esos que tanto teme el poder hegemónico establecido en Venezuela y que a fuerza de ideas ha debido ir cediendo terreno.

Por todos estos logros el hecho de que cuatro estudiantes de la Misión Sucre-UBV-Táchira, acudan a los medios tradicionales a pedir que se quieren graduar con “toga y birrete”, sólo nos indica que todavía una parte de nuestro pueblo sigue influido por posiciones y tradiciones ajenas a nuestra historia y a los cambios que vive Venezuela.

Nos indica también, y sobre ello debemos reflexionar, que es imperativo profundizar en la formación de nuestros egresados no sólo para convertirlos en revolucionarios, palabra que han usado con irrespeto estos estudiantes, sino para que realmente estén al servicio del país, comprometidos con su pueblo y que sean militantes de la verdad, pero bajo un pensamiento crítico y con los valores socialistas del bien común y la solidaridad.

Por otra parte, la exigencia académica (una de las “fechorías” o “irregularidades” denunciadas) es parte esencial del sistema que se aplica en la UBV, universidad presencial donde se busca la excelencia y en la cual el trabajo con las comunidades y con su entorno social es una práctica diaria que va de la mano con la enseñanza instrumental de cualquier profesión. Por supuesto tiene una ponderación. Ahora bien, confundir un Encuentro Estudiantil para discutir el rol de los medios comunitarios con un evento político, ya es parte de la distorsión de la verdad. Quejarse de la evaluación es una forma de aplaudir la indisciplina y de fomentar la mediocridad.

Es lamentable que estos jóvenes, ahora bandera de los medios tradicionales, pertenezcan precisamente al Programa de Comunicación Social, pues de manera irresponsable y acaso sin mucha conciencia de lo que hicieron, dieron más pan al circo que hace rato tiene montado la oposición y sus instrumentos comunicacionales.

Por último apelan al Código de Ética del Periodista, cuando su mismo proceder está reñido abiertamente con ese texto, que por cierto es el gran olvidado de los medios a los cuales acudieron. La mentira, la falsa acusación y las amenazas no son precisamente los postulados de este Código: “El periodista tiene la verdad como norma irrenunciable”, dice en su artículo 4, y más adelante consagra que “ningún hecho deberá ser falseado”. “El periodista comete falta grave cuando comunica de mala fe acusaciones sin pruebas o ataques injustificados a la dignidad, honor o prestigio de personas, instituciones y agrupaciones” (Art.11). Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Estos estudiantes, que también se autodenominan “alzados”, de Comunicación Social repiten esquemas que hemos combatido en nuestras aulas, utilizan un discurso violento, amarillista, profiriendo amenazas contra la institución que les abrió sus puertas, y que por supuesto no es perfecta como tampoco lo es ninguna otra institución educativa. Bienvenida la crítica, la confrontación sana y constructiva, pero no estos destellos de malcriadez cuyo fin último, escondido en el rechazo al traje académico de la UBV, acaso sea encender el ambiente y propiciar acciones para estimular enfrentamientos. Sólo les faltó gritar: “¡Con mi birrete no te metas!”.
La UBV, más allá de estas simplezas, consolidada como una universidad alternativa, que ya es referencia para otros países, no detendrá su avance ni dejará de escuchar las quejas de nadie, pero bajo un clima de respeto, de reconocimiento al otro, y en confrontaciones inteligentes, dignas de su comunidad y del país que tenemos.

Esperemos las guarimbas que ya anunciaron…

* Periodista / docente de la UBV


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Luisana Colomine*

Profesora de géneros periodísticos y periodismo de investigación en la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV). Comunista.

 @LuisanaC16

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