(De las pantallas al mundo cotidiano)

Indo América, niña misteriosa

Hay científicos que opinan que las aves que hoy contemplamos y admiramos, las mismas que nos transmitieron el deseo de volar impulsados por los vientos en lugar de arrastrarnos trabajosa y esforzadamente por la tierra, son la evolución, la adaptación a los cambios de su entorno, de los gigantescos saurios que poblaron hace millones de años nuestro planeta, cuando sus características eran totalmente diferentes a las presentes.

Tal vez algo similar podríamos decir hoy de nuestros directores de cine respecto a los brujos y chamanes de otrora. Pues son personas sensibles a la siquis colectiva y plasman sus inquietudes y sueños en las pantallas, haciendo visibles y recreables en la experiencia de todos esos guiones y argumentos íntimos, que de otro modo pasan desapercibidos para quienes vivimos hipnotizados con la externalidad y sus objetos de moda.

Pero llega un tiempo, en que los necesarios intermediarios con esas modalidades de la sensibilidad humana, que se mantienen en trasfondo o copresencia mientras predomina la experiencia de otras instancias, van siendo desplazados por el creciente deseo de la experiencia directa que se hace gradualmente colectivo.

Entonces “los buenos”, que hasta ese momento solo pudieron triunfar tímidamente en los sueños y pantallas, realizando una especie de catarsis colectiva y anticipando lo que un día vendrá a ser en el mundo de todos y cada día, se salen de las pantallas y vienen a triunfar también en el mundo.

Hay muchas interpretaciones y explicaciones de este tipo de acontecer, que se repite a grandes ciclos en toda nuestra historia y que llamamos tiempos de cambio. Pero para la experiencia íntima, directa, que no requiere explicaciones porque lo está viviendo, simplemente se trata de que lo que hasta ese momento se experimentó como normal y aceptable, ahora comienza a sentirse insufrible, insoportable.

Justamente cuando comienzan las explicaciones de lo que hasta entonces fue normal y por ende no contrastado con otros deseos diferentes, es porque la sensibilidad está cambiando, porque los hábitos y creencias de una instancia se han desgastado y van camino de su agotamiento, ya no resultan satisfactorias, gratificantes experiencias.

El que en medio de los western habituales de Hollywood aparecieran indios “buenos” y limpios, que tenían sentimientos humanos y hacían cosas “civilizadas”, refleja ya este agotamiento y desgaste de una sensibilidad y su imaginería proyectada sobre el entorno. Pero para que esa nueva sensibilidad pase de las pantallas hacia el mundo, hace falta que ese nuevo modo de sentir y considerar un elemento de nuestro entorno, se manifieste también en conductas.

Hace falta que cambien nuestros intereses, los hábitos y las creencias mediante los cuales pensábamos dirigirnos hacia lo que deseábamos y creíamos justo, correcto. Solo de ese modo podemos dejar de considerar a un elemento del paisaje como enemigo, es decir como alguien que creemos que se interpone entre nosotros, entre nuestros deseos y sus objetos, incluyéndolo así como parte y función del mundo aceptado.

Hoy “el indígena sucio y malo” de otrora ha llegado a convertirse en presidente, actualizando la resistencia y reacción desproporcionada de toda la instancia síquica anterior. (Por cierto, hablando de mitos y creencias culturales, eso me hace acordar cuando viví en La Sabana, frontera entre Venezuela y Brasil, sin agua ni luz, pero con un hermoso riachuelo y una pequeña cascada a cado lada de la casita. Cuando mis amigos de la ciudad me iban a visitar y tras un tiempo preguntaban por el baño, yo sonreía y señalaba todo el paisaje que nos rodeaba hasta donde la vista alcanzaba). Porque ese indígena presidente, personaliza y sirve de punto de aplicación, al proceso íntimo de todos esos contenidos síquicos acumulados y cargados conductualmente en memoria.

Es decir, es una función intermediadora entre la conciencia colectiva y sus contenidos, del mismo modo que el brujo, el chamán o el sacerdote lo son entre los creyentes y sus dioses, es decir, sus creencias en algo que no pueden percibir ni mucho menos palpar. Si así no fuera, no necesitaríamos sentir al indígena como alguien diferente que es necesario aceptar y respetar.

Simplemente sería alguien más de nuestro mundo, que no tiene ninguna carga particular y respecto al cual no hace falta hacer nada. Nos pasaría desapercibido como tantas cosas habituales a las que no les prestamos atención salvo que se vuelvan conflictivas. Solo entonces su carga hace que entren dentro de umbrales de conciencia.

Y es entonces que le damos “un nombre” por contraste o similitud con otros objetos del paisaje. Es decir, es entonces que las diferenciamos del resto convirtiéndolas en objetos de nuestros temores o deseos, en fin, objetos de nuestra atención, de nuestra conciencia.

En ese proceso de desgaste de los contenidos de una etapa agotada, en transición hacia la manifestación de una nueva sensibilidad, el presidente indígena vence a sus adversarios viscerales en referendo revocatorio, algo que ellos jamás se atrevieron a hacer. Y lo hace en medio de todos sus infantiles desmanes, por más de diez puntos del porcentaje con que ganó su acceso al gobierno.

Este proceso de que el contenido de la siquis colectiva se manifieste pública, irracional, desproporcionadamente, para que sea crecientemente rechazado por la mayoría en los hechos, es inevitable. Porque no puedo rechazar lo que ni siquiera reconozco que vive en mí, y no alcanza con mis buenos deseos.

Solo cuando todo un sistema de contenidos colectivos es rechazado por la sensibilidad de grandes mayorías, y comienzan a manifestarse nuevos paisajes y contenidos en las conductas, en el mundo, es que toda una instancia sicológica, todo un modelo económico y cultural, todo un sistema de hábitos y creencias comienza a ser superado, a quedar atrás, a morir por desinterés, desatención, a descargarse, a liberar su carga.

En el fondo, se trata de que toda una concepción de lo que el ser humano es y sus conductas consecuentes, es desmentida por los hechos. Entonces todos los casilleros dentro de los cuales parecía funcionar la vida, son desbordados. En esos momentos un sacerdote no solo puede fungir de intermediario entre los creyentes y sus creencias, sus dioses.

Sino también como presidente. ¿Acaso los presidentes no son también personalizaciones a través de las cuales esperamos lograr nuestros deseos y sueños? La idea de que un indígena sea bueno y llegue a ser presidente, tiene por contraste la visión europea que los “descubrió” creyendo que llegaban a las Indias Occidentales.

Para aquella cultura ese era un encuentro inesperado y por eso aquellos seres y continente eran diferentes y recibieron un nombre que así los catalogaba. No sabemos si aquellos seres se nombraban a sí mismos y a su continente de algún modo genérico, porque para ello hacía falta que se diferenciaran y compararan con otros.

En todo caso nosotros heredamos esa cultura, esa visión de lo acontecido, y hasta aquellos seres tuvieron que aprender a verse como eran vistos por una mirada ajena a su propia cultura, hábitos y creencias. Por eso hoy aflora aquel conflicto enterrado por quinientos años y tal vez podamos comenzar a escuchar la versión histórica de los vencidos y silenciados.

Tenemos una historia de Europa y su interacción con los pueblos árabes. Tenemos relatos bíblicos de 5 o 6 mil años atrás de los pueblos asíaticos, africanos y europeos. Pero el continente que llamamos América y sus habitantes son un misterio para nosotros, solo conocemos la versión europea de lo que encontraron al llegar.

Que no es sino una comparación con sus propios hábitos y creencias, un relato elaborado desde los intereses que allá los llevaron, de lo que buscaban y esperaban encontrar, y desde cuyos lentes o anteojeras por tanto miraban prejuiciadamente el entorno. Pero no sabemos realmente lo que fue aquella civilización.

Es algo así como cuando nace un niño, no podemos saber lo que es, lo que hará, de lo que será capaz, en qué se convertirá. Es un misterio que solo su aplicación a la condición que le imponga su entorno irá develando. Pero más allá de todas esas diferencias que no son sino comparaciones con las visiones, con los hábitos y creencias de quienes miran, hoy es toda una concepción del ser humano lo que se desmorona desmentida, desbordada por los hechos.

Creíamos que el ser humano era algo así como un chicle que cada cual puede masticar, chupar y escupir dándole forma a su gusto, adaptándolo a su mentalidad y necesidades. Es decir, creíamos que podíamos actuar impunemente sobre esa materia prima, que era algo así como ratones de laboratorios a los que bastaba asociarle estímulos a sus hábitos, al estilo pavloviano, para convertirlo en la función que deseábamos de él.

Sin embargo toda acción repetida en una dirección tiene sus consecuencias, genera a su debido momento de acumulación y aceleración una reacción proporcional. Gracias a lo cual nos vamos enterando que el ser humano no es una cosa, ni un animal doméstico, ni tampoco una cinta virgen en la que puedes grabar y borrar a voluntad lo que se te de la gana.

Descubrimos así que la mente humana tiene umbrales de tolerancia, y a cierto grado de acumulación de insatisfacción estalla, se rebela, se demuestra antisocial y subversiva para el modelo cultural y los intereses imperantes. Para lo que aún es considerado bueno o malo por inercia del modelo organizador de las actividades sociales.

Esto no es extraño porque para quien quiera o esté en capacidad de ver, está claro que todo lo que nos enseñaron como bueno y respetable hace solo unas décadas, por una parte no es compartido por otras culturas. Y por la otra, hoy se está desmoronando, está desgastado y obsoleto. Por todas partes se ven experiencias que buscan formas más gratas y amplias de relación.

Podríamos entonces tranquilamente decir que vivimos en medio de y sugestionados por mitos, tomando por reales tales sentimientos, tanto los llamados buenos como los malos. Hoy hasta los modelos de feminidad que nos enseñaron han sido echados a la basura por los hechos.

La mujer participa en todo lo que era considerado masculino y demuestra hacerlo igual y aún mejor según capacidad. Hasta en lo físico desarrolla un cuerpo fuerte y musculoso, compitiendo en el levantamiento de pesas por ejemplo. Podrá resultarnos antiestético o hermoso según los lentes que usemos para verlo, para interpretarlo.

Pero lo que resulta evidente es que le hemos superpuesto modelos a la mente humana, la hemos violentado obligándola a encajar, a someterse a ellos. En todo caso, tarde o temprano nos sacudimos esas pieles y vestidos para reconocer que no son nuestra naturaleza esencial. Somos según sentimos y podemos, según desarrollamos capacidades. No somos según modelos impuestos colectivamente. Esos modelos pueden ser útiles en un momento dado y esclavizantes en otro, pero lo que nunca serán es lo que somos. Nada es bueno ni malo por y en sí mismo, sino por lo que experimentamos al hacerlo.

Y si eso es así, ha de ser porque la mente humana ha de tener necesariamente una estructura íntima, esencial, tácita, que se va reconociendo y respetando a si misma, a medida que se experimenta y reconoce en interacción con su entorno.

Si bien la diversidad de expresiones humanas es ilimitada, coyunturas históricas como estas, nos demuestran que también hay características esenciales comunes a todos, ya que reaccionamos de modos muy similares al ser sometidos a sistemas de tensión globales, estructurales.

En estos casos hay un hilo conductor esencial en los más disímiles acontecimientos en apariencia. Poco a poco toda una sensibilidad se va desgastando o poniendo en evidencia en la dialéctica social e internacional, hasta que ya no experimentamos carga ni conflicto respecto a lo que hasta ayer era muy íntimo y significativo.

En Venezuela, hace solo unos pocos años el pueblo salió a la calle a saquear supermercados y negocios en general, ante el anuncio de la imposición de medidas neoliberales que anunciaban el empeoramiento acelerado de una ya dificultosa sobrevivencia. Al ejército le ordenaron masacrarlo, disparar primero y preguntar después.

Pero en breve vinieron dos intentos de golpe de estado, por los militares que se vieron obligados a participar como fuerzas represivas en esa agresión contra su pueblo. El que sería luego el presidente de la República Bolivariana de Venezuela fue a parar a la cárcel y dijo a sus compañeros que aún luchaban: “Por ahora, no hemos podido tomar el poder, depongamos las armas, no sacrifiquemos inútilmente más vidas”.

Hoy hace diez años ya que es nuestro presidente. Desde entonces, la dirección solidaria y humanista que imprimió su gobierno, despertó a todos los fantasmas del temor de la siquis colectiva, que salieron del submundo para venir a habitar el escenario público cotidiano. Los medios audiovisuales, los directores proyectan esos sueños pertenecientes al viejo modelo agotado en las pantallas.

La conciencia colectiva tiene entonces la oportunidad de experimentarlos y recrearlos. Es particularmente interesante, que tanto en Bolivia como en Venezuela que han practicado por primera vez en la historia refrendos revocatorios de sus presidentes, hayan sido en su lugar refrendados por mayor cantidad de votos con que fueron elegidos.

Pero además reflejan porcentajes muy similares de votación, en los que un 60% demuestra que pese a todo el bombardeo mediático de los fantasmas históricos heredados de generación en generación, ya no pueden ser engañados. Mientras que aproximadamente un 40% sigue aún siendo sugestionable y manipulable por esos viejos guiones y argumentos míticos, que se superponen a las direcciones de hechos reales.

En todo caso, la fiesta cuasi mágica realizada con la asunción del obispo presidente Lugo en Paraguay, la presencia de casi todos los presidentes de América, la participación y reconocimiento de los indígenas en todos estos eventos, da claro testimonio de que esta fragancia está impregnada en la atmósfera colectiva y se contagia a la misma velocidad e inevitabilidad de los virus.

Tras diez años de gobierno bolivariano en Venezuela, los demonios del temor se han ido desgastando, perdiendo fuerza. Que es lo mismo que decir que la conciencia sugestionada por toda una atmósfera y su imaginería mítica ha comenzado a despertar, a descreerla, a deshabituarse, a liberarse de su imposición.

Pero una vez más, Indo América es un misterio, es una niña que aún no se ha manifestado, no sabemos qué o quién es, aún no ha hecho su aporte a la historia, aún no se ha desvelado ni develado. Porque aún estamos luchando con un viejo mito que se va desgastando, como se deshilacha todo sueño al amanecer de la luz de la conciencia.

El mañana está aún por ser, es y siempre será una sorpresa. Es justamente con las actitudes preventivas que el miedo a lo desconocido genera, con lo que luchamos. Cuando podamos confiar y recostarnos en la vida, en lugar de vivir previniéndola cual fantasmal y temido enemigo que avizoramos en la distancia y cobra forma ocasionalmente, cuando los sistemas de tensión acumulada son particularmente elevados.

Seguramente Indo América amanecerá, se manifestará, tendrá voz y voto en la historia, y escuchándose a sí misma se reconocerá y se dará un nombre. O tal vez no. Tal vez no se piense ni se nombre a sí misma. Tal vez simplemente se sienta unidad, nosotros, hogar, patria y familia planetaria, plenamente humana.

En síntesis, la re-ligión, la re-unión, el amor cual movimiento y expresividad de la unidad, no es la atracción entre diferencias, oposiciones, no es el fruto del temor y el deseo. Sino la preexistencia y subyacencia de la unidad, que despierta a la conciencia de sus sueños y mitos en el tiempo, la desidentifica de sus creencias culturales, disfraces epocales. Recordándose, reconociéndose y recreándose a si misma libremente. De allí que la verdadera vida, sea siempre sentida y experimentada como una creación y una sorpresa.


michelbalivo@yahoo.com.ar


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Michel Balivo


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