La triste historia de Vanessa

No he tenido la suerte de conocer personalmente a Vanessa; pero la imagino una chica fuerte, con principios bien acendrados desde el hogar, tal vez con una madre o un padre francos y directos que le ensañaron a su hija a defender su dignidad en donde quiera que esté. Tal vez por esto la historia de Vanessa se torne triste, ya que al hacer un uso genuino de sus principios, está pasando un gran aprieto, al haber usado su autenticidad en ¿el lugar equivocado?

Vanessa es una estudiante de Odontología de la Universidad de Carabobo, de los primeros semestres y quien un día tuvo la osadía o candidez de, en una escuela tradicionalmente olorosa a channel number three, declararse chavista.

A partir de ese momento comenzó Cristo a padecer, como decía mi mamá. Lo menos malo que le han dicho a Vanessa es que qué hace ella en una facultad que está reservada sólo para escuálidos. Vanessa todavía con los ojos claros y sin vista, se pregunta en dónde estuvo su error; si vivimos en un país democrático, por qué ahora la vetan sus propios compañeros por expresar sus preferencias políticas, incluso, es que ni siquiera son nada más que sus compañeros, si no que los mismos profesores se han encargado de hacerle la vida difícil.

Destaca allí una profesora de apellido raro y de nombre María, quien ante la falta o escasez, sea el caso, de toallas higiénicas, culpa a Vanesa, en pleno salón de clase, diciendo algo así como "Vanesa es la culpable; pregúntenle a ella por qué no hay toallitas". De manera que la artillería pesada de adultos resentidos ha comenzado a caer con toda su furia sobre la humanidad de una persona que aún se encuentra en formación, no importando para ellos que se trata, prácticamente, de una párvula; pero sobre todo de una persona con debilidades y fortalezas, con miedos y temores, con alegrías y tristezas, con fantasías y desalmadas realidades.

La furia insolente de quienes adversan al Presidente recae nuevamente hoy como nunca antes en nuestra historia, sobre la naturaleza de inocentes estudiantes cuyos únicos errores han sido creer en la perorata, incluso, de la oposición, según la cual ellos luchan por tumbar a un gobierno autoritario y siendo ellos los demócratas, cómo esperar conductas autoritaristas, si es con eso con lo que quieren acabar, contradicción ésta que sólo puede resolverse en el marco de las incongruencias con las que actúan algunos encaretados seres humanos.

- ¿Quién me mandaría a mí a decir que era chavista? Es una de las expresiones que se le han escuchado decir a Vanesa, quien igualmente se ha paseado por la posibilidad de renunciar a la UC si continúan las patibularias presiones por parte de los profesores y en especial de María apellido raro.

En tiempos del paro cínico escuché una conversación que un representante del Colegio Loyola de Puerto Ordaz le grabó a Rafael, un cura laico agente de toda la podredumbre que abunda entre estos jesuitas, en la que éste conminaba a la madre de un niño de primaria a que se llevara su hijo para una escuela bolivariana, ya que ese no era un colegio para chavistas; todo ello sin saber si los padres en realidad eran chavistas, ya que el único elemento que hacía sospechar al Diácono o Diablono, que es como prefieren llamarlo sus estudiantes, de sus simpatías hacia el Presidente es que se oponía a que su hijo no tuviera clases: (Original de esta grabación está en poder de los tribunales de la región en donde se le sigue juicio ¿eterno? a estos curas por su desproporcionada participación en el paro golpista y en la Fiscalía de los Derechos del Niño). ¡Algún día el largo brazo de la justicia se estirará lo suficiente como para atenazar a estos criminales con licencia para educar!

Quienes sueñan con volver a gobernarnos y quienes no aceptan que otro se haya atrevido a hacer lo que ellos fueron incapaces, ahora coinciden en una irascible intolerancia, olvidándose, y esto es bueno que lo tenga presente Vanessa y todas las demás Vanessas, que ellos constituyen una exigua y atorrante minoría, dueños, eso sí, de un vozarrón que se escucha con el amplificador de los medios de destrucción social; pero que al ser desenchufados, como ya lo han sido, queda al descubierto su anoréxica flacidez; prueba de ello son las cuatro cacerolas que gimotearon hace unos días, las escasas firmas recogidas en los cuatro penosos días que duró el tortuoso firmazo y la poca popularidad que en sus propias encuestas tienen los adalides de la democracia plazaltamirista.

De manera, mi querida Vanessa, que ya es hora de salir de la concha y comenzar a actuar con la serenidad de los vencedores; con la humildad de los sabios y con la seguridad de los auténticos, de lo contrario seguirán amenazándonos con el día que retomen el poder y de lo que serían capaces de hacer, hasta entonces no harán más que vociferar porque, aunque sí serían capaces, mas la oportunidad no se le habrá de presentar. al menos en este siglo, es más.






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Héctor Acosta Martínez

Profesor Universitario jubilado. Graduado en Historia. Especialista en Programación Neuro-Lingüística.

 elecoeco@gmail.com

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