Los curas se cambiaron
sus negras sotanas por trajes de colores. El activismo político de
los “vicarios de Cristo” se ha desatado en los últimos días de
cara a los próximos comicios regionales. La oposición, montada sobre
la ola de la derrota sufrida por la revolución el 2D, ha vaticinado
que las elecciones regionales constituirían la estocada final contra
el Presidente Chávez. La estrategia es simple, sin “apoyo popular”,
cualquier medida que adopte el Gobierno Bolivariano será mediáticamente
presentada como “antidemocrática”, como un evidente signo de “autoritarismo”
del primer mandatario, pues ellos entienden que uno de los pilares fundamentales
de este proceso ha sido la consulta popular, la participación y el
protagonismo político, más allá de los errores y desaciertos, de
las traiciones y los enigmas.
La victoria opositora
en algunas de las plazas electorales más importantes del país podría
conducir a un clima de desestabilización e ingobernabilidad generado
desde las regiones. Una de las vías para conducir la política
nacional hacia la violencia es, sin duda, el camino de los estatutos
autonómicos regionales. Esto fue develado por Roberto Lücker en días
pasados, cuando afirmaba para el diario zuliano “Versión Final”
-dirigido nada más que por monsieur Ravell- la necesaria autonomía
del estado Zulia, haciendo una apología profética de una nueva “guerra
federal”.
Hoy, en El Nazional, Urosa Sabino exigue al Poder Electoral que demuestre que es democrático, imparcial y que no está sujeto a partidos políticos, como si de democracia pudiera hablar una institución cuya presidencia es vitalicia y su máximo líder es “elegido” en una reunión de cerrada de purpurados. Además, en el panfleto de los Poleo, Ovidio Pérez Morales asegura que en las elecciones se estaría debatiendo el destino del país entre “una nación democrática, tolerante y pluralista” y un “proyecto comunista como el del socialismo del siglo XXI que fracasó el siglo pasado”. Imagino que por nación tolerante y pluralista se refiere a la Venezuela adeco-copeyana, en la que las desapariciones, torturas, presos políticos y excluidos eran la política cotidiana.
La cólera de la oposición no la ha dejado ver su rol histórico, evidenciado un espíritu aventurero que la ha conducido por el despeñadero de las intentonas fallidas, en un desesperado intento porque la fuerza le “devuelva” lo que el pueblo le ha negado, el poder que considera como suyo por motivos de alcurnia, de tradición histórica y de designio divino, que para eso está Lücker para bendecírselo como hiciera Baltazar Porras con el tiranuelo de día y medio.En un proceso electoral en el que, sin duda, se está jugando el proceso político que se vive en Venezuela, la iglesia extiende sus alas de murciélago para intentar manipular la conciencia popular sobre la que todavía mantiene una fuerte influencia. Pero si los curas dejan de hablar de Cristo en sus templos y salen a la calle y por los medios de comunicación a hacer vida política, no pueden esperar que se les responda mansamente diciendo “amén”, sino que la diatriba política los vuelva al mundo de los vivos. Fríos sus sexos inútiles, la diatriba política le hace rememorar a la iglesia católica sus momentos de gloria, cuando tenía el poder de cortar cabezas a diestra y siniestra, de poner y deponer reyezuelos, de quemar “herejes”, de arrasar pueblos enteros a la mejor gloria de dios. Pero de ese poder quedan sólo el humo y los malos olores. El pueblo venezolano sabrá, más allá de los resultados del 23N, conducir el proceso político revolucionario que ha construido a puño y sangre desde febrero de 1989.