Muchas de las personas que contacto diariamente en las comunidades, manifiestan que es necesario recobrar la seriedad y el valor de la palabra empeñada por los políticos; inclusive alguien me comentó que su abuelo en la negociación de una mercancía, se arrancó un pelo del bigote entregándoselo posteriormente al fiador, en señal del compromiso asumido de pagarle en el tiempo establecido dicha mercancía, sin necesidad de recurrir a la firma de un papel.
Está singular historia, evidencia que muchos venezolanos tienen claridad de la importancia del compromiso que adquieren, por ello una de las críticas más comunes hacia el mundo político, es que no cumplen lo que prometen, siendo la razón para que los ciudadanos mantengan ciertas reservas, a la hora de apoyar las acciones propuestas por ellos.
Aquellos que tienden olvidar con facilidad los compromisos asumidos, también olvidan que la gran virtud de un dirigente, es lograr que el cariño y el respeto de sus seguidores perduren en el tiempo; lo que requiere de franqueza y constancia en las cosas que cree o pregona. Sin embargo vemos como la demagogia y la manipulación es la practica aplicada por muchos dirigentes; dejando al descubierto la violación de los acuerdos entre los factores políticos y algo más grave aun que se observa es el engaño hacia los vecinos, esta conducta es fiel reflejo de la falta de palabra, porque lo que predomina es el interés personal o grupal y no la búsqueda de lo mejor paras nuestro estado.
Debido a tantas mentiras, los venezolanos se han convertido en desconfiados, cuestión que tiene algo positivo (a pesar de la mala valoración de los políticos), porque ahora se necesitan hechos y no palabras para poder canalizar la simpatía de los ciudadanos, los dirigentes deben contar con una trayectoria caracterizada por la transparencia y una comprobada intención de sacar a los ciudadanos del estado de insatisfacción en que se encuentran.
Para lograr la reconstrucción de nuestra nación, no solo necesitamos que otras figuras asuman las riendas del poder, sino que los sustitutos cumplan con las expectativas generadas en la población, porque de lo contrario la frustración, el cansancio y el engaño a los ciudadanos, puede desbordarse y convertirse en una anarquía superior a la vivida en los últimos años. Llegó la hora de hacer valer la palabra empeñada sin tener que arrancarnos los pelos del bigote como el abuelo de mi amigo. Para evitar que muchos políticos se queden lampiños les recomiendo comenzar a honrar su palabra o a no asumir compromisos de difícil cumplimiento.
A veces creo que mentir y engañar puede ser un plan macabro de quien gobierna para así desestimular la participación y potenciar la abstención, de tal forma que el triunfo este garantizado por su capacidad económica y de movilización. No se, pero eso sería triste y un atentado en contra de nuestra democracia, en todo caso y por si las moscas, debemos salir en familia y con mucha alegría a escoger bien y votar.
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