No podemos dejarnos desmoralizar por la propaganda desatada por los enemigos del pueblo venezolano.
Aunque sabemos que en el gobierno no están todos los que son ni son todos los que están, muy a pesar de ello, el 23 de noviembre tenemos que cerrar filas apoyando, sin vacilaciones de ningún tipo, el proyecto que encarna nuestro presidente.
Queremos un país libre, democrático, independiente y soberano en todos los sentidos, que esté fundado en la justicia y bienestar social, donde se le garantice a todos igualdad de oportunidades para que ninguna clase social establezca una hegemonía política fundada en la discriminación, opresión y explotación del hombre por el hombre.
El país que queremos y soñamos constituye nuestro objetivo estratégico y tendremos que luchar para construirlo.
Esta lucha pasa necesariamente por incluirnos todos, quienes siempre estuvimos excluidos de los beneficios y afectos. En ello consiste el sentido supremo de las misiones, que eleva la calidad de nuestra vida y nos prepara para asumir la sagrada tarea de labrar nuestro propio destino.
El camino que nos ha deparado la historia para construir un mundo mejor es el más lento y más difícil, pero no hay que perder las perspectivas y mucho menos la esperanza.
En la administración pública nunca se hizo una purga de los militantes de la oposición. Estos operan libremente contra el gobierno ejecutando acciones de saboteo en todos los niveles para generar malestar.
Por otra parte, hay muchos funcionarios pequeño burgueses disfrazados de rojos que a pesar que no tienen nada que ver con la revolución ocupan puestos claves de dirección. Estos se caracterizan por no tener conciencia revolucionaria y ser manifiestamente negligentes en sus funciones.
Pero cuando llegue el momento de enderezar la carga nuestro pueblo lo hará, paulatinamente, desalojando del poder a los quinta columna que tanto daño nos hacen.
Mientras tanto, el domingo próximo estamos llamados a parir una nueva victoria electoral para garantizar el futuro de nuestra revolución.
Estas elecciones son sumamente importantes y decisivas para las fuerzas del cambio, nosotros, los venezolanos de a pie, que al fin estamos siendo reivindicados y dignificados.
No son pocos los logros y beneficios que hemos tenido en estos apenas diez años de revolución. Me basta con mencionar esa auténtica hazaña humanamente hablando que ha sido la alfabetización de nuestro pueblo, que le permitió acceder a la dimensión infinita de las letras. Con dignidad podemos afirmar que hoy como nunca nuestro país es una maravillosa y gran escuela.
Este hermoso sueño que con muchísimos obstáculos se esta realizando en nuestro país tiene que seguir su curso hacia un mundo distinto y mejor que el que nos ha procurado el capitalismo.
Los pueblos del mundo tienen cifradas sus esperanzas en nosotros porque representamos los mejores destinos para la humanidad.
Si la derecha reaccionaria encarnada en la oposición nos derrota volveremos a la ignominia de estar bajo la tutela de Washington y todos nuestros sueños, esperanzas e hijos serán pisoteados. No podemos perder esta batalla porque podríamos perder nuestra lucha.
Salir masivamente a votar es la consigna. La abstención hay que desterrarla. Votar por nuestro presidente es lo fundamental y primordial. En estas elecciones los detalles no cuentan para nada. No hay otra alternativa que propinarle una pela contundente a las fuerzas retrógradas que quieren imponernos ese triste y lúgubre pasado al que no debemos volver.
Ha llegado la hora hacer que se manifieste con toda su fuerza nuestra conciencia revolucionaria. Esta vez el sentido del voto debe trascender los liderazgos particulares para ser depositado favoreciendo los intereses de nuestro pueblo humilde y sencillo, de a pie.