El entusiasmo es palpable tanto en el oficialismo como en la oposición. Algunos gobernadores podrían perder su puesto por bajo desempeño, pero diez años de avances sociales le permiten a Chávez mantener un fuerte apoyo.
Hay un parangón mucho más misterioso que la ya armagedónica lluvia derramada por los cielos caribeños sobre el país de la "revolución bolivariana". Por un lado, se pueden "oler" algunos resultados "en las tormentosas nubes", por otro, el torrente de votos abrirá cauces desconocidos según el campo donde se derramen, y como ocurre con toda lluvia tempestuosa, muchos de ambos lados que hasta hoy se creen bajo techo seguro serán salpicados sin remedio.
Tanto los votantes de oposición, como los bolivarianos llegan a estas elecciones regionales con el espíritu del apostador que tira "el resto" en un final de juego, aunque el azar es el protagonista menos relevante de este domingo. Ambas fuerzas cosecharán lo que sembraron en diez años de desafío al poder imperialista. Lo demás es futuro.
Pica la atención que esta vez no hay una campaña internacional de terror anti chavista como las de 2001, 2004, 2006 y 2007. En aquellas ocasiones Venezuela fue convertida mediáticamente en "estado de guerra". Sin embargo, los efectos de hoy serán tan o más determinantes que en aquellos casos. Otra curiosidad es el entusiasmo, un dato clave en cualquier análisis de coyuntura y tendencia. Aunque la campaña de la derecha no acumula la pasión que mueve a las multitudes de Chávez, es notorio un ánimo mayor. No llega al paroxismo electoral de otros tiempos de fortaleza, cuando se creían con capacidad para derribar al gobierno. Pero la novedad es esa: la derecha está más entusiasmada.
Si los candidatos del PSUV y el gobierno ganan en las ocho ciudades fundamentales (Caracas, Zulia, Carabobo, Miranda, Vargas, Bolívar, Guárico, Aragua) el proceso tenderá a ser irreversible, sustentable en el tiempo y el espacio latinoamericanos. Habrá superado la media histórica de siete años que duraron regímenes nacionalistas similares. Excepto Cuba, ninguno superó los nueve años. Pero si no ocurre esa variante –y aunque se gane en la mayoría de los 22 Estados disputados– la sombra de la derrota de diciembre 2007 sobrevolará en las elecciones parlamentarias de 2010 y las presidenciales de 2012. La revolución podrá cambiar su curso. En estas elecciones se combate por el poder territorial como nunca desde 2001. La lógica de las revoluciones es algo serio, si una victoria no es seguida por otra victoria, se abre el camino a la derrota. No por casualidad, en por lo menos cuatro gobernaciones y decenas de alcaldías, la duda en el masivo voto chavista nace en los dislates administrativos de figuras gubernamentales, o que lo fueron hasta hace poco.
Como advierte el embajador Arévalo Méndez, "ellos juegan a la abstención para darle continuidad al camino abierto en diciembre pasado; y apuestan fuerte a las gobernaciones estratégicas donde se concentra el poder energético, laboral, electoral, portuario y militar; es su ansiada media luna venezolana".
Las transformaciones progresivas experimentadas desde 1999 por el movimiento bolivariano junto al presidente Hugo Chávez, están en su punto más alto. Lo evidencia cualquier verificación estadística de los últimos cien años. Pero es más palpable cuando se hace vivencial. Venezuela es sencillamente otra por donde se la mire; se refleja en la hegemonía social, política y cultural conquistada por las clases subalternas. Incluso metiendo en la cuenta la carga pesada de sus perversiones (Antonini`s dixit) y las insuficiencias administrativas, no hubo nada parecido.
Ese cuadro de resultados sociales en menos de diez años nos conduce al segundo asunto. Lo logrado en Venezuela resulta un excesivo "mal ejemplo" para el vecindario. Sobre todo si ese vecindario anda medio revuelto con gobiernos de aspavientos independientes, unasures sin OEA, Consejos militares sin yanquis y nuevas relaciones con nuevas potencias crecidas en el largo ocaso de EEUU.
Esta dinámica explica la desmesurada urgencia que emiten a diario los medios opositores en Venezuela: liquidar a Chávez. A falta de golpes triunfantes, impensables invasiones y suficientes votos para ganarle.
Las revoluciones también tienen calendario, aunque los plazos no los marcan individuos o grupos iluminados, sino fuerzas sociales en pugna. El de la Revolución Bolivariana señala que el año 2012 se está jugando en 2008. Su punto de partida fue la primera derrota en el terreno del voto en diciembre de 2007. Tanto Chávez como el movimiento de masas que lidera, debe resolver este desafío y para ello no sobra el tiempo en la Casa Blanca, ni el precio petrolero, ni la paciencia de las masas y sus vanguardias sociales.
Publicado en el diario Página 12, Buenos Aires, sábado 22 de noviembre 2008.