Resulta muy comprensible que la oposición intente desmerecer la victoria, la contundente victoria, obtenida en las elecciones del 23 de Noviembre por parte de las fuerzas revolucionarias. Resulta comprensible que la enorme desazón que sabemos los embarga la traten de revertir públicamente y que se valgan de los más insólitos y falaces argumentos para que a través de los medios de comunicación tan evidente derrota la quieran convertir en probable victoria. Eso es comprensible de suyo y predecible en unos farsantes consumados como lo son ellos. Lo que nos cuesta comprender y racionalizar es que unos autodenominados revolucionarios, en cambote y como previamente concertados, salgan presurosos a invadir los libérrimos y a veces candorosos espacios de la pagina Web “aporrea” para dramatizar una situación que solo una conspirativa posición es capaz de asumir, a menos, claro esta, de existir un padecimiento de tipo cognitivo.
De pronto e inopinadamente han salido a la palestra de las paginas de “aporrea” una buena caterva de muy curiosos revolucionarios que han localizado, al igual que El Nacional, El Universal y Globovisión, una penosa derrota de las fuerzas de la insurgencia, cuya funestas consecuencia vaticinan el fenecimiento de la revolución venezolana. Extraña derrota en la que las fuerzas de la revolución obtienen el 77 % de las gobernaciones y el 81% de las alcaldías amen de un número parecido de representaciones en consejos regionales.
Para no extendernos trataremos de resaltar, sin ningún orden especial, algunas erróneas interpretaciones por ellos interpuestas y que sin reparo admiten como axiomas para fundamentar tan singular posición:
1) Se compara mecánicamente.
Resulta un notorio error de estos sombríos analistas el intentar comparaciones de los actuales comicios con los acaecidos hace cuatro años, haciendo abstracción de las condiciones en la cuales se obtuvieron en esa oportunidad dichas gobernaciones. A este respecto es imprescindible recordar que la oposición se presentó en esa oportunidad en condiciones totalmente adversas, profundamente afectada por las consecutivas derrotas que había sufrido como las del golpe de Estado, el paro petrolero, las guarimbas y la paradigmática del referéndum presidencial. Dado lo consecutivo de tales eventos se puede decir que se presentaron en aquella contienda sin una verdadera cohesión interna y sin una estrategía clara, asunto que incidió directamente para que se replicara la clara tendencia derrotista que los embargaba. En tales circunstancias se pudo obtener un fácil triunfo general en que solo dos gobernaciones se perdieron, siendo preciso recordar que las que hoy en día se perdieron fueron en esa oportunidad ganadas por un estrechísimo margen a pesar del considerable esfuerzo partidista ejecutado, como fueron las gobernaciones de Miranda, Carabobo y Táchira. En este sentido es pertinente resaltar que tal condición general de aquellas elecciones, tan exageradamente `propicia a nuestros intereses, resulta de muy difícil recurrencia y de improbable repetición.
2) Se confunde la verdadera derrota.
Por razones que aun se encuentran por esclarecer los adoloridos analistas desconocen que estas elecciones se presenta precedidas, y por ello altamente influenciadas, por una dura derrota que las fuerzas de la oposición inflingieran al proceso en diciembre 2007 a propósito del referéndum sobre la reforma constitucional. Se olvida así que eso era lo que iba a marcar la situación de la opinión pública hasta la actual elección y que pesaba cuan piedra de molino sobre el desenvolvimiento de la misma y sobre los augurios de victoria de la revolución. En aquella oportunidad se perdieron las elecciones en los estados siguientes: Nueva Esparta, Anzoátegui, Miranda, Distrito Capital, Carabobo, Lara, Táchira, Mérida, Zulia, adema de rozar la total derrota en Aragua, Sucre y Falcón, lo que constituía un rasgo que sin duda marcaría la percepción de los electores en tales entidades. De estas se pudieron ganar en el actual proceso casi la mitad (Anzoátegui, Distrito Capital, Lara, y Mérida) lo que constituye una recuperación apreciable que debe ser razonablemente destacada.
Muy a pesar de que en ambas elecciones se estaban jugando diversas cuestiones y su naturalaza era distinta, la derrota previamente obtenida nos ponía como unos eventuales perdedores, dado que la tendencia inercial que estaba en marcha y la puja opositora por recordarlo. De modo que la comparación, el parangón para medir nuestro progreso, solo es pertinente y substancialmente atinente en relación con el proceso electoral inmediatamente anterior.
3) Se toma la parte como un todo.
El otro malentendido con el abusan nuestros desolados analistas refiere a la practica de extrapolar las victorias obtenidas en las gobernaciones por la oposición como si ello fuese la derrota general del proceso revolucionario, sin atender, como exige el lógico exponer, que deben ser ponderadas desde el proceso total. Tal mecánica argumental de usar la parte como el todo (En retórica se le llama sinécdoque) es utilizada por los factores opositores para pretender hacer creer a la opinión publica de tales victorias parciales son todo el proceso. Lo exacto para quienes son militantes de la revolución y desean hacer la verdadera crítica, sería presentar las derrotas regionales dentro de un proceso general rotundamente victorioso tal cual resultó y no invertir el sentido común y querer tipificar el resultado global a propósito de una de sus partes. En este sentido se debería decir, por ejemplo; “dentro del evidente triunfo electoral obtenido en todo el país en estas elecciones regionales, nos preocupa las derrotas parciales en algunos estados…”
4) Se pasan por altos eventos críticos en muchas regiones.
El análisis derrotista pasa igualmente por alto que en muchas gobernaciones que fueron ganadas con votos de la revolución en anteriores comicios, se convirtieron a una militancia opositora, a veces mas radical, como los casos de Carabobo, Aragua, Sucre, Trujillo, Guarico y el caso particular de Yaracuy, actuando persistentemente como factores de debilitamiento y fractura de la opción revolucionaria. Tales Gobernaciones deberían haber entrado igualmente en baza a la hora de levantar la evaluación de resultados dado que su condición para el momento era de ser de la oposición, cosa que por cierto se encuentra ausente en todos estos análisis depresivos, muy en especial por el hecho prominente de que de las seis fueron cinco fueron contundentemente recuperadas con la excepción de Carabobo en la que como contrapartida se obtuvieron la mayoría de las Alcaldías.
5) Se sobreinterpreta la importancia política e institucional de las gobernaciones perdidas.
Si bien las gobernaciones tienen un peso específico y cierta influencia en el destino general de la política nacional algunos de estos analistas taciturnos, en pleno ejercicio de un denodado amarillismo intelectual, exponen la importancia de las gobernaciones en términos superlativos como si se trataran de instituciones capaces de prodigar una soberanía propia o de sobreponerse muy por encima de otras instituciones. En realidad las gobernaciones son entidades subterritoriales que ostentan ciertas facultades de gobierno, sin que ello contemple ni remotamente la totalización del ejercicio del poder en la región. Muy al contrario sus facultades son muy parciales y el ejercicio del poder que le es propio tiene que ser compartido con distintas instancias, tales como el gobierno nacional, las Alcaldías y ahora muy especialmente el poder popular, de modo que las gobernaciones tan solo forma parte de un entramado institucional que con creces la supera y con el cual se le puede hacer un nada complicado contrapeso.
6) Se desdeña el sorprendente éxito electoral obtenido con las Alcaldías y se menosprecia su estatus político.
Una constante de estos análisis apocalípticos lo constituye la manera olímpica con la que desmeritan el abrumador triunfo obtenido a nivel de Alcaldías en donde en un universo de 330 se obtuvieron 265, dentro de las que se cuentan 17 capitales de estado. Resultados sin precedentes que difícilmente en cualquier parte del mundo se hubiesen generado y que dan fe de una elevada capacidad de inserción local de la propuesta revolucionaria. Pero tal posición esconde una valoración muy tradicional y reaccionaria de la relevancia de los poderes de base, presentando al poder local como una instancia de poco valor y sin mayores influencias en el ámbito de la política nacional.
El no comprender la verdadera fuerza política que entraña el poder local en conjunción con nuevo el poder popular de los consejos comunales, es posible solo a propósito de una ceguera descomunal, incapaz de atisbar que el verdadero poder de la multitud tiene allí sus orígenes.
7) Se supone que revolución es total unanimidad en lo eventos electorales.
En un ejercicio de totalitarismo intelectual estos melancólicos analistas presentan una serie de argumentaciones ancladas en la suposición de que para que un proceso político revolucionario se encuentre exento de pifias y de peligros no deben existir instituciones de origen electoral en posesión de fuerzas adversas. Esta formula remite a una concepción arraigada en un vetusto totalitarismo del que cierta izquierda burocrática hizo gala en el pasado y en la que muchas culminaron coqueteando con un cierto fascismo. La revolución entonces deviene para ellos en todo o nada, en lo tomas o lo dejas, en blanco o negro, sin miramientos a cualquier principio que se fundamente en la diversidad y que constituye la mas preciada arma de la revolución que propone el nuevo socialismo del siglo XXI.
8) Se hace abstracción de las condiciones particulares de las regiones en que no hubo victorias.
Con una increíble ceguera los analistas depresivos suponen que era fácil el triunfo en esas regiones si se observaban al pie de la letra ciertas prescripciones de orden doctrinario señalando a su vez que la derrota constituye parte del derrotero pecaminoso que ha tomado el proceso de la revolución. Con tan mágica argumentación se las arreglan, por ejemplo, para hacer abstracción del componente social de cada uno de los estados en que fuimos derrotados, como es el caso del Estado Miranda que posee una altísima proporción de sectores de clase media muy refractarios a cualquier propuesta de trasformación y muy proclives a fanatizar su posición en contra de a ejecutorias de la revolución. Olvidan que esta clase media fue la que determinó el triunfo en Miranda por allí se encuentra concentrada el mayor porcentaje de esta en el país y que su eficacia política es por su origen social muy superior que otros sectores. Obvian por ejemplo que en Carabobo se produjo un acontecimiento lamentable dentro de las propias filas del PSUV en la que el gobernador afecto dirigió una división que produjo severos traumas políticos a nivel de la opinión pública y en la unidad partidista. Olvidan que en los estados perdedores la derrota sobrevino por márgenes estrechos, lo que hace difícil encontrar una cusa eficaz de la derrota. Olvidan una serie de atenuantes como haber ganado la mayoría de las alcaldías en estas regiones y de manera contundente. Olvidan las dificultades históricas que estas regiones han interpuesto a las propuestas revolucionarias, etc.
9) No se precisa ninguna derrota del adversario, en cambio se omite victorias obtenidas por la revolución.
Nuestros patéticos analistas solo resaltan nuestras derrotas en las que solo logran encontrar losa signos inequívocos del final de la revolución y la presencia inquietante del germen de la autodestrucción. Muy en contrario no logran observar en el adversario ninguna debilidad, ningún signo de retroceso y tampoco la comisión de un desaguisado estratégico. No admiten las cifras contundentes en cuanto a su disminución de votos en relación a las anteriores elecciones, no refieren la insólita victoria de más del 80% en todas las alcaldías del país y la victoria abrumadora en las capitales de Estado, no les importa las titánicas victorias obtenidas en gobernaciones perdidas en manos de disidentes, etc.
10) Omiten que toda lucha contra el capitalismo es una plagada de contradicciones y terribles obstáculos.
Por otra parte exponen el desarrollo de los acontecimientos en un mundo platónico y profusamente etéreo, como si el proceso de cambios acometido se llevara a cabo en condiciones totalmente reconocibles y por ello manipulables a su favor.. Exponen estos analistas apesadumbrados un campo social exento de las contradicciones y barreras que suele imponer el capitalismo a las fuerzas de la liberación. Suponen que toda derrota parcial o circunscrita es cifra de un traumático final, prueba de un grosero pecado contra los ideales de perfección, señal de soez afrenta contra los dictados supremos de la emancipación social. Increíblemente, estos revolucionarios solo creen en una revolución graduada magna cum laude.
(A estas alturas de nuestra edad histórica resulta penoso tener que recordarles, a tan entristecidos exegetas de lo real, que tal revolución solo es posible en el topus uranus de sus mas candidos sueños de perfección, porque la verdadera revolución, la de carne y hueso, la de todos los días, la que a empellones llevamos a cuesta, es una que recrudece en una lucha desigual y sin cuartel que le es propinada por el poder de los privilegiados, es una que embiste con fervor y es atropellada con mentiras, una que tiene que habérsela con la ferocidad extrema de la potencia imperial y escurrírsele por las esquinas, una que es imputada de las mas insólitas acusaciones por parte de la descomunal canalla mediática sin esperanza de replica, una que constantemente gana y pierde, una de aciertos y errores, de virtudes y bajezas. La nuestra es una revolución radicalmente imperfecta como la vida misma, como los amores consuetudinarios que nos abruman, como los perpetuos deseos desplazados por las improntas de lo cotidiano, como el trajinar inconcluso de nuestras obras perdidas.
Por eso la queremos, por eso la acompañamos, por eso a plazos morimos por ella, y lo seguiremos haciendo muy a pesar de la enorme arrechera que hoy nos embarga, de la enorme indignación que hoy nos devora, y que tiene su origen en el tener que admitir que fuimos incapaces de cumplir con una tarea que creíamos fácil y justa, consecuente y ética, y que no era otra que la de convencer a mucho de nuestros pobres caraqueños, a muchos de nuestros desarrapados por la cual luchamos y desdeñamos lo cómodo, que el señor Ledezma, ese que pulula grandilocuente en los medios oligárquicos, es en realidad un oprobio publico, el signo postrero de una vergonzosa etapa de nuestro acontecer que ya no queremos recordar, la representación autentica de un pasado de abusos arbitrariedades, y que por el contrario el negro Aristóbulo, el sencillo y franco, el liviano y transparente, era el hombre que sin ambages y vericuetos idóneamente los iba a defender y serles fiel.)
munditown@yahoo.com