"La masa popular estará más dispuesta a repartir bollos que para intercambiar hallacas con los adversarios de la enmienda."
Por los vientos que soplan, estas navidades estarán signadas por la polémica electoral que versa sobre las bendiciones o maleficios que acarreará el referendo destinado a decidir lo de la enmienda constitucional.
Los voceros más refinados de la oposición idearon un culto juego de palabras señalando que el Gobierno ha "enmiendado" el ambiente decembrino con la malhadada proposición que pone en el tapete la eliminación de trabas para la reelección continua del Presidente de la República.
Los contrarios a la tesis chavista señalan que el Presidente ya gastó su cupo de proposiciones al plantear el referendo para la reforma constitucional que fue negada el 2-D-2007. Por su parte, el sector gubernamental alega que una cosa es la reforma y otra, muy distinta, la enmienda. Algo así como la diferencia entre un transplante de corazón y el procedimiento para extraer una uña enterrada.
Lo curioso del asunto es que aquellos juristas que se opusieron con furia a la promulgación de la llamada "Constitución Bolivariana", aprobada en 1999, ahora son sus denodados defensores, dispuestos a batirse para que no se le cambie ni el color de la portada. Es más, en el caso de marras, se niegan a permitir que se abrevie el artículo 230, quitándole unas pocas palabras que, al decir de Chávez, lo harían más sencillo y de fácil comprensión.
Por lo pronto, durante el intercambio de premios navideños para los adalides de la libertad de expresión pertenecientes a Rctv y Globovisión, el ex OCI-oso (antiguo director de la OCI) y actual gerente general de desinformación en el canal de La Florida, solicitó encarecidamente una tregua navideña para caerse a palos después de las fiestas, lo que constituye un contrasentido.
Según Alberto Federico Ravell, el Gobierno debiera permitir que los que nos caen a muela desde sus espacios noticiosos y de opinión tengan oportunidad de dedicarse al condumio de las multisápidas, para decirlo en palabras romulianas.
Lo que está clarito es que, en estos días, así se controle la especulación y el desabastecimiento, la masa popular estará más dispuesta a repartir bollos que para intercambiar hallacas con los adversarios de la enmienda.
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