Uno de los “argumentos” del oposicionismo desde la época de la campaña por la aprobación de la reforma constitucional en 2007 y que retomaron en el actual debate en torno a la enmienda constitucional, y que no se molestaron, en todo el tiempo transcurrido, en agregarle algún otro elemento que enriqueciera el debate político es que la enmienda del 230 atenta contra la denominada “alternabilidad democrática”.
No mencionemos en este breve escrito la cuestión de la postulación sin restricción o libre postulación, cosa que me parece es transparente para el sabio pueblo venezolano, que ya no se traga lo de la “reelección indefinida”, frase melodramática que si, es cierto, estuvo en boca de los que defendimos en su momento la propuesta de reforma de la constitución que se consultó en 2007. Quedó claro en torno al tema, que para el oposicionismo la posibilidad de postulación sin restricción de Chávez se traduce en la posibilidad de sus reelecciones sucesivas, lo que explicó y explica su insistencia en hablar de “reelección vitalicia” u otras fábulas a la sazón.
Antes de intentar demostrar que es el mismo oposicionismo el que atenta contra la posibilidad de la alternativa, es bueno recordar que tanto la reelección como la alternancia son “posibilidades”, hechos sociopolíticos que se pueden dar o no de acuerdo a la dinámica sociopolítica que se desarrolle en un país determinado. Y está claro en este sentido, que la dinámica política en estos 10 años de revolución le da al presidente Chávez todas las condiciones de legitimidad, una legitimidad incuestionable y de acero, que definitivamente han creado las condiciones de posibilidad para que no sólo la libertad de postulación se traduzca en inminentes reelecciones, sino también para que la enmienda se percibiera como una necesidad de la nación.
La legitimidad se puede definir como la razón y la justificación de la obediencia a un gobernante; según Max Weber, le legitimidad puede ser carismática, tradicional y racional-legal, siendo ésta última la más característica en el marco de las sociedades modernas y que se refiere a la obediencia obtenida por una figura política en virtud del cumplimiento de los procesos electorales establecidos por el ordenamiento jurídico que regula la materia en una determinada sociedad, y que en el caso de nuestro país son regulados por un poder público. La legitimidad del presidente en este sentido es incuestionable. Sobre si también goza de legitimidad carismática y tradicional, esa sería materia de otra reflexión, aunque ciertamente se puede afirmar que están igualmente presentes.
Pero ésta legitimidad racional-legal de la que goza el presidente Chávez en virtud de 14 procesos electorales en los que hasta ahora se han dirimido asuntos de trascendencia para la nación, resulta en un principio una legitimidad de origen, y lo que hace que dicha legitimidad sea de acero es que lo es no sólo de origen sino de ejercicio y de resultados. En esto último, podemos encontrar la opulenta cantidad de logros concretos que nos dan razones a todos los venezolanos para aprobar la enmienda con un Sí rotundo y que configura una realidad política oscura para una oposición que no da razones ni quiere tener razón, queriendo sólo imponer interpretaciones propias de su particular universo ficticio de tipo borgiano.
El carácter alternativo del gobierno está consagrado en los principios fundamentales y es una cualidad fundamental del gobierno de la República Bolivariana de Venezuela. Entonces ¿Por qué es el oposicionismo el que está atentando contra la alternabilidad? El carácter alternativo del gobierno es una posibilidad en un sistema político donde varias organizaciones con fines políticos pueden participar en las diversas contiendas electorales, lo que quiere decir que las repetidas elecciones (por las que aboga Bolívar en el Discurso de Angostura y por lo que debe estar feliz en virtud de la profusión de procesos electorales que ha vivido Venezuela en los últimos años) y las diversas alternativas políticas presentes en cada una de ellas presuponen la cualidad de alternativo. Pero la alternativa debe constituir una opción.
Pero si la alternativa no constituye una opción, como en el caso del oposicionismo que insiste en la manipulación, la distorsión, el fascismo y la guerra psicológica, en vez de presentar una visión de país alternativa, un programa político opcional, un proyecto de país alternativo, un cuerpo de ideas coherente y consistente que vaya más allá del “Chávez vete ya”, una propuesta, con semejante “oposición”, se está atentando contra una cualidad tan preciada como el carácter alternativo del gobierno. En este sentido, sin una oposición seria que pueda constituirse en opción política se atenta contra la alternancia en términos de posibilidad. No obstante esta situación, la legitimidad del gobierno, como mencioné más arriba, se fortalece en su origen, en su ejercicio y sus resultados.
Ahora, si se sigue hablando de reelección indefinida o perpetua habrá que recordarle al oposicionismo en primer lugar que, en el caso de que Chávez sea reelegido por los próximos 3 o 4 períodos presidenciales, Chávez es un hombre finito de carne y hueso y no el Conde de Montecristi (el inmortal), y en segundo lugar, que Venezuela no es una Monarquía, como lo es España por ejemplo, siendo eso sí una República, una República Bolivariana, y de paso una República Bolivariana que se encuentra en la víspera de la celebración de su décimo quinto proceso electoral de carácter masivo. Lo demás son ficciones.
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