Ahora nos explicamos porqué la oposición jamás declaró su aceptación a las decisiones del Consejo Nacional Electoral. Sus dirigentes tenían en la manga planes ocultos por sí esas decisiones no les eran favorables. Esos planes se volcaron en las calles del este de Caracas bajo la frenética instigación de “Globovisión” y “Venevisión”.La quema de cauchos, la obstrucción del tránsito, el incendio de locales de partido; el llamado a la guerra civil, a la intervención extranjera y a la disgregación de la unidad territorial venezolana, mostraron el verdadero rostro del actual liderazgo de la oposición. Pretendieron sumir al país en un caos, paralizarlo mediante la violencia callejera, porque suponían que el pueblo se amedrentaría, la Fuerza Armada rompería su lealtad institucional y el Gobierno se haría pedazos. Así lo creyó una dirección incapaz de acertar una victoria, un liderazgo sin estrategia correcta, cosechador de derrotas desde 1998, dando tumbos entre una visión demoníaca de la realidad nacional y una política irracional.
La torpe dirección de la oposición pensaba que bastaría la acción anárquica de unas docenas de “quemacauchos” y “tirapiedras” y de unos cuantos francotiradores mercenarios, para derrocar a un gobierno con cuantioso caudal de apoyo popular, con unas Fuerza Armada de probada lealtad institucional y que se sustenta en la más profunda exigencia social y nacional venezolana. Derrotada en abril, de nuevo en diciembre, ahora lo ha sido de manera contundente en unas escaramuzas, bien lejos del vigor de las dos tentativas anteriores porque la contrarrevolución se han ido debilitando; agotándose en una continua sucesión de disparates, en un ejercicio torpe de la dirección política, en una falsa concepción de la estrategia y en el más estúpido manejo de la táctica, pero sobre todo porque no expresa los requerimientos de la Nación Venezolana. Por eso, la oposición no ha hecho otra cosa sino hundirse en un laberinto de mediocridad y fracasos.
¿Hacia dónde va esa dirección? A sumergirse cada vez más en la desesperación, a separarse del camino constitucional, pacifico y democrático; a depender cada día más de las armas y la intervención extranjera. La intervención extranjera es ya lo único que les queda.