I La aproximación de los civiles a los militares siempre ha tenido segundas intenciones. No hay que llamarse a engaño. Si nos remontamos a la década de los 40 está el caso de los movimientos que entonces se gestaron con objetivos diferentes: uno, el de López Contreras, quien pretendió preservar la maquillada estructura de poder --heredada del gomecismo-que él supo administrar con habilidad y sentido de la realidad; el otro lo manejó desde afuera de la institución castrense Betancourt quien, con un grupo de oficiales, consumó el golpe del 18 de octubre de 1945 contra el gobierno de Medina Angarita. La conspiración contra Gallegos la dirigieron políticos de ultraderecha y empresarios, mientras que en la acción del 23 de enero de 1958 se juntaron amplios sectores de la vida nacional, izquierda, derecha, militares descontentos, que reaccionaron contra un proceso visiblemente agotado como el de Pérez Jiménez.
II
Durante la Cuarta República hubo innumerables encuentros y desencuentros de civiles y militares para asumir la conducción del país con claras definiciones político- ideológicas. Fue una etapa de enfrentamientos que derivó en lucha armada. A través de episodios en los que se evidenció la penetración ideológica de la institución castrense con acciones como el Carupanazo y el Porteñazo, se escindieron los campos y la politización copó los escenarios. Lo que hoy llamamos polarización tuvo, para la época, cruentas manifestaciones. A movimientos de clara orientación revolucionaria el sistema respondió con una política militar de signo contrario, inspirada en la doctrina de seguridad nacional, el concepto de "enemigo interior" y el esquema de confrontación Este/Oeste.
III
Otro episodio definitorio del poder con participación del componente militar, es el 4 de febrero de 1992. La rebelión liderizada por Chávez y la oficialidad bolivariana, fue un hito en Venezuela y América Latina. Significó el corte de la dependencia militar de Washington y la ruptura con la visión pentagonal que presidía la relación Fuerza Armada Latinoamericana con el pensamiento y accionar militar de EEUU. También constituyó una reacción ante el neoliberalismo y las políticas del Fondo Monetario Internacional. A partir de ese momento hay un cambio sustancial en la región, que luego se concreta y madura con el ascenso de gobiernos populares a través del sufragio en naciones como Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina, Nicaragua y otras, con procesos de cambio social bien definidos.
IV
Con estas consideraciones de carácter general quiero llegar a la siguiente conclusión: lo que hoy sucede en Latinoamérica con la relación civiles-militares, difiere del tradicional formato conspirativo. Éste hizo crisis definitivamente, e implosionó el 11 de abril de 2002. En esa oportunidad se pretendió repetir el modelo de la vieja relación política entre militares y civiles que respondía a un manejo elemental del poder, asumido éste no en términos de cambios de fondo en las relaciones económicas y sociales, sino en meros retoques de fachada. En modificaciones cosméticas con acento en la alternancia circunstancial en el gobierno de dirigentes y partidos. Ese tipo de aproximación simplemente conspirativo, colapsó patéticamente en las jornadas de los días 11,12 y 13 de sediciosa, abril de hace siete años. Aquella constituyó la expresión postrera de una política subversiva obsoleta. De la pretensión voluntarista de reflotar un anacronismo consistente en creer que unos cuantos civiles y militares pueden acabar con un proceso revolucionario y aplastar a todo un pueblo. Lo lamentable es que algunos no hayan aprendido la lección. Que se aferren a una opción vencida por el tiempo y la realidad. Pretenden reciclar un discurso desfasado para los militares que se transforma en un doble engaño: engaño para los civiles que lo promueven, y engaño para los militares a los que se trata de motivar. Discurso que no capta que la situación venezolana, y de la región, rechaza la aventura. Ahora bien, si los civiles obsesionados por el antichavismo reinciden, ¡allá ellos!, pero que luego no se lamenten.
Lo que si me preocupa es que por culpa de esa perversa instigación pudiera haber oficiales que pierdan su carrera profesional. Que luego queden desamparados por aquellos que los indujeron, como ya ocurrió.
Cumplo con prevenir a dirigentes políticos y gremiales, a obispos y a otros personajes de nuevo empeñados en enviar mensajes a los militares para que desconozcan la autoridad presidencial. Van directo al desastre.
¡Anótenlo!
LABERINTO
Hay una clara política de la Casa Blanca para incrementar vínculos con Brasil; con México, por las relaciones que ya existen -a las que se agrega la pesadilla narco-, y con Colombia, por el apoyo a la lucha contra la droga, aún cuando el Plan Colombia sufra disminución...
Con Cuba, EEUU busca acentuar la recomposición de la relación, obviando a los Castro y acelerando el desmonte del bloqueo...
El objetivo de esta política es "baypasear" a Chávez, Morales, Correa, Ortega y otros. Segregarlos, sería el término apropiado. Sin duda, una mala señal para la región.
Ésta hay que asumirla globalmente, ya que los tiempos en que era manipulada, aislando a unos y atrayendo a otros, ya pasaron. Sería una estupidez caer en la maniobra...
Cualquier parecido con lo que ocurre en Venezuela es mera coincidencia.
Reflexionen sobre este texto: "Tan pronto triunfó Allende el 4 de septiembre de 1970, Agustín Edwards, dueño del diario El Mercurio de Chile, viajó a EEUU. El 14 de ese mes, Donald Kendall, presidente de Pepsi Cola, se dirigió a la Casa Blanca y pidió al presidente Nixon -éste había sido abogado de la empresa- que recibiera a Edwards. Al día siguiente el presidente lo recibía en un desayuno de trabajo. Estaban Kendall, Kissinger y el Fiscal General John Mitchell. El empresario chileno fue al grano: pidió la ayuda de EEUU para salvar a Chile del marxismo. En sus "Memorias", Kissinger sostiene que la petición de Edwards impulsó a Nixon a adoptar medidas contra Chile. Esa misma tarde se iniciaba una reunión de Nixon con el Fiscal Mitchell y Richard Helms, director de la CIA. Allí se autorizaron "acciones encubiertas" contra Allende, comenzando por el apoyo económico a El Mercurio. Edwards permaneció en EEUU durante el gobierno de Allende. Su amigo Kendall lo nombró presidente de una filial de Pepsi Cola. En Chile, dos hombres de su confianza se encargaron de El Mercurio: Fernando Léniz y Hernán Cubillos, que luego fueron ministros de Pinochet". Esta es parte de la historia de un periódico chileno que dice, como tantos otros, luchar por la libertad y que ataca ferozmente a Venezuela.
¿Cuántos Mercurios y cuantos Edwards hay aquí?...
Antonio Ledezma tiene su plan y no hay que subestimarlo. En esta etapa está dilucidando el liderazgo opositor y parece ganarle la pelea a un Rosales enredado en un juicio por peculado, y a un López que no tiene donde aterrizar. Lo perjudican el vedetismo en que suele incurrir y los guiños a los militares...
jvrangelv@yahoo.es