Mitos y realidades sobre la participación de la mujer en el deporte

Históricamente, la participación de la mujer en los deportes ha estado y está íntimamente vinculada a la realidad socioeconómica, cultural y religiosa de las sociedades. En el caso de la sociedad occidental el género femenino sufre diversas presiones que buscan reducir su presencia en el ámbito deportivo. Dichas presiones tienen un fuerte componente cultural, dado que, hasta que se produjeron las luchas por una mayor incorporación equitativa de la mujer a los distintos espacios sociales, cuestión que tuvo lugar apenas durante el siglo XX, tradicionalmente, el fenómeno deportivo había sido una actividad esencialmente masculina.

Sin embargo, particularmente en occidente, ha predominado la visión de que las mujeres son inferiores a los hombres, caracterizadas por conductas y actitudes débiles, pasivas y dependientes, mientras que ellos son vistos como fuertes y agresivos. Tales expectativas han condicionado la conducta de los individuos y han definido roles socialmente aceptables para hombres y mujeres, conformando estereotipos de género muy arraigados y generalizados en casi todos los aspectos de las relaciones humanas y, empero el marco legal y discursivo que existe a favor de la equidad en relación con la práctica deportiva, aún no es posible romper del todo con estos.

En el tema que nos ocupa, han surgido una multitud de falsas creencias, que con el pasar del tiempo se han convertido en verdaderos mitos, cuya única función ha sido entorpecer la progresiva incorporación de las mujeres en el deporte de todo nivel. De entre éstos, me permito destacar tres:

El primer mito señala que la actividad deportiva-atlética masculiniza a las mujeres. Este es quizás, uno de los estereotipos sobre el deporte femenino más persistente a lo largo del tiempo, ya que históricamente a las mujeres que han desarrollado sus capacidades motrices, socialmente se les ha estigmatizado de tener actitudes masculinas. A lo anterior también debe sumarse la presión que ejercen los estereotipos de belleza actual femenina, impulsados fundamentalmente por los medios de comunicación. La práctica de un evento atlético, no necesariamente masculiniza a la mujer. Ha de tenerse en cuenta que cada ser humano posee una serie de hormonas que son las responsables de generar el dimorfismo en la constitución física del cuerpo entre hombres y mujeres, dependiendo de la predisposición genética que tenga el individuo para ello.

El segundo mito indica que la práctica deportiva es peligrosa para la salud de las mujeres. Se sustenta en que el grado de intensidad de la actividad física puede alterar el ciclo menstrual, dañar los órganos reproductores y los senos; en otras palabras, puede tener efectos negativos en la fertilidad y disminuir la capacidad reproductiva. Al respecto diremos que no existe evidencia alguna que apoye tal creencia, pues sobran ejemplos de reconocidas figuras deportivas que han podido conjugar esa faceta de su vida, con el de madre y/o esposa, sin que la práctica deportiva haya resultado un impedimento.

El tercer mito, refiere que las mujeres no están interesadas en el deporte y que cuando lo ejecutan no lo hacen bien, como para ser tomadas en serio. A partir de los años 70 y 80 del siglo pasado, se produce un avance en la superación de este mito, debido al surgimiento de políticas públicas en buena parte de los países del globo, orientadas a otorgar igualdad de oportunidades y responsabilidades sociales a los hombres y a las mujeres. En este contexto, el deporte es al parecer, más accesible y deseable para las mujeres. No se debe afirmar que la mujer por no estar interesada en el deporte, cuando lo realiza lo efectúa mal, porque esto más que ser una realidad, forma parte de un paradigma creado por la sociedad, para seguir renegando a la mujer del deporte

A pesar de las alardeadas diferencias entre hombres y mujeres, se ha venido observando una mayor participación de estas últimas en el deporte, logrando así un cambio cultural que las ha ayudado a mejorar su desempeño deportivo, ya que su entrenamiento no es distinto básicamente del de los niños y los hombres a cualquier edad, rompiendo una barrera cultural en la pugna por la igualdad de oportunidades para uno y otro género. A este hecho se suma que países como EEUU que desde 1972 proclamó que las mujeres tienen las mismas oportunidades que los hombres para participar en diversas áreas, como en la educación física y deporte tanto en instituciones públicas como privadas. Asimismo, en Venezuela, la equidad de género está postulada a nivel constitucional y, específicamente, en el ámbito deportivo, el Artículo 111 de la Carta Magna consagra que: “Todas las personas tienen derecho al deporte y a la recreación como actividades que benefician la calidad de vida individual y colectiva. (…) El Estado garantizará la atención integral de los y las deportistas sin discriminación alguna, así como el apoyo al deporte de alta competencia y la evaluación y regulación de las entidades deportivas del sector público y del privado, de conformidad con la ley. (...)”.

Aún cuando la existencia de legislaciones que den cuenta explícita de un contrato social establecido en términos de la equidad de género, desde el punto de vista del hecho deportivo, la Declaración de Brighton constituye sin dudas una importante iniciativa de carácter supra-nacional que busca consolidar la participación equitativa de la mujer en todos los niveles. Fue una iniciativa impulsada por el Consejo Británico del Deporte, con el respaldo del Comité Olímpico Internacional, teniendo como antecedente la Primera Conferencia Internacional sobre la Mujer y el Deporte, llevada a cabo en la ciudad de Brighton, Inglaterra en 1994, la cual perseguía como objetivo fundamental el diseño de políticas y estrategias que permitieran incrementar la participación de la mujer en el ámbito deportivo en toda su extensión.

La Conferencia logró aglutinar un gran número de participantes representantes de instituciones públicas y privadas provenientes de todas las regiones del planeta (280 delegados internacionales de 82 países), lo cual representó una oportunidad invaluable para analizar en profundidad la problemática y las ventajas que ofrece la práctica deportiva entre las mujeres desde los más variados puntos de vista y proponer soluciones a partir de las propuestas de las propias féminas y la misma dio origen a tres resultados principales: En primer término, se formuló la Estrategia Internacional Mujer y Deporte, el segundo, la Declaración de Brighton propiamente dicha y, sobre la base de esta última, se creó el Grupo Internacional Mujer y Deporte.

La Declaración tuvo como objetivo principal “El desarrollo de una cultura deportiva que permita y valorice la plena participación de las mujeres en todos los aspectos del deporte.” Para ello, las instituciones que la suscribieran habrían de comprometerse con la ejecución de los principios en ella contenidos, a partir del desarrollo de políticas y estrategias que; según el Grupo de Trabajo Internacional Mujer y Deporte - UK Sports Council (1998), deberían orientarse a: Asegurar a todas las chicas y mujeres la oportunidad de participar en el deporte en un ambiente seguro, que les apoye, y que conserve los derechos, la dignidad y el respeto del individuo; incrementar la participación femenina en el deporte a todos los niveles, en todas las funciones y todos los papeles; garantizar que los conocimientos, las experiencias y los valores de las mujeres contribuyan al desarrollo del deporte; fomentar el reconocimiento de la participación femenina en el deporte como contribución a la vida de todos, al desarrollo de la comunidad, y a la construcción de mujeres sanas; y animar a las mujeres a reconocer el valor intrínseco de su deporte y su contribución al desarrollo personal y a una vida sana.

Por su parte, el contenido de los diez principios que contenía la declaración, puede sintetizarse en: 1) Equidad e igualdad en la sociedad y en el deporte; 2) Instalaciones; 3) Deporte escolar y juvenil; 4) La dirección del deporte; 5) Educación, formación y desarrollo; 6) Información e investigación deportiva; 7) Recursos; 8) Cooperación nacional e internacional .

Estos principios fueron acogidos rápidamente por más de 200 organizaciones -tanto nacionales como supranacionales-, en cinco continentes, lo que se debe en gran medida a su posibilidad de adaptarse a las necesidades de mujeres provenientes de todas las culturas y al apoyo que las referidas instituciones han brindado a la iniciativa, lo cual ha dado lugar a cambios sustanciales en las políticas deportivas a nivel mundial, regional y, en algunos casos, nacional.

No hay que perder de vista que vivimos en una sociedad en la que se asume teóricamente la igualdad de derechos y deberes de todos los ciudadanos, sin embargo, existe la necesidad de replantearnos la vigencia de los roles, que en cuanto a género conservan la misma esencia discriminatoria en desmedro de la mujer. Las diferencias de género son evidentes y variadas, no obstante, la manifestación de reglas, patrones y roles de cada grupo son una construcción socio-cultural, más que consecuencias directas de hechos naturales; hasta el punto que el constructo guía y modela la realidad y su interiorización. Esto se evidencia en la actividad deportiva, en donde la participación de la mujer ha sido condicionada a la interpretación del hombre (y no pocas mujeres) con respecto a lo que es beneficioso o no para ella, de acuerdo con su condición femenina. A pesar de eso, la incorporación cada vez mayor de la mujer en las actividades que en el pasado eran exclusivas de los hombres, ha permitido derribar muchos de los mitos y barreras socioculturales que mantenían al género femenino en desventaja frente al masculino, proporcionándole mayores oportunidades de integración y éxito en la vida moderna.

Queda pues dispuesto el escenario, con base en la Declaración de Brighton, para la construcción de una nueva cosmovisión – como interpretación del mundo – que oriente la marcha hacia el logro real de la equidad e igualdad de la mujer en el deporte, y que permita, asimismo, modificar ese estilo de vida más sedentario que en cierta forma se le ha impuesto, tradicional y socialmente, afectando su rendimiento a lo largo de los años. Es un reto que nos toca enfrentar y desde la Universidad Iberoamericana del Deporte, haremos cuanto sea posible para lograr que nuestras mujeres de la patria, encuentren en el deporte una forma de participación incluyente, que reconoce la diversidad, pero que aboga por la equidad.

Avendaño es Rector de la Universidad Iberoamericana del Deporte

pedro_garciaa@yahoo.es


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Pedro García Avendaño


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