Dos jóvenes funcionarios públicos; uno, Ministro del Poder Popular para Interior y Justicia; el otro, Comisario Jefe del Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (C.I.C.P.C.). Son dos rostros frescos, que están llevando a cabo una magnífica labor al frente de sus Despachos en contra del crimen organizado.
Ya es una constante ver a esta llave; a esta especie de paladines de la justicia, anunciando, casi a diario, a través de sus ruedas de prensa, la captura de delincuentes solicitados a nivel internacional; de capos del narcotráfico; el desmantelamiento de bandas delictivas organizadas en sus distintas modalidades de modus operandis; de grupos paramilitares; incautación de arsenales de guerra; de drogas, contrabando; esclarecimiento de homicidios, secuestros y sicariatos.
Ambos, se dan abasto para todo el país. Basta que ocurra un hecho delictivo que trascienda la opinión pública y que sea lomito para los medios de comunicación en su afán de explotarlo mediáticamente en contra del gobierno nacional, para que estos dos muchachos se activen; se pongan al frente de las investigaciones y en cuestión de horas no sólo tienen resuelto el caso; sino que además, le desmontan a los dueños de los medios privados de comunicación la olla mediática.
Es menester de parte nuestra, que somos muy dados a mantener una línea crítica hacia funcionarios gubernamentales que, desde nuestro modesto punto de vista, no lo están haciendo bien, hacer este reconocimiento hacia el ministro Tarek El Aissami y hacia el comisario jefe Wilmer Flores Trosel; dos excelentes funcionarios públicos que desde un tiempo a esta parte, nos han hecho sentir a un grueso número de compatriotas que la seguridad de Estado y la del ciudadano común está mejorando y además, está en buenas manos; a buen resguardo para avanzar en contra del más grave problema que heredamos de los 40 años de desgobiernos adecos y copeyanos: La inseguridad y la impunidad.
¡Honor, a quien honor merece!
¡El que tenga oídos, que oiga!
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