¿Están locos?
Chavistas y no chavistas han de saber que hubo, en la Plaza Bolívar de Caracas y en todo el país, una fiesta excepcional, un poema social de nuevo género, una audacia de quijotadas suculentas que recorre el mundo. Esta vez, un Ministerio, resultado de la voluntad democrática que gobierna mandando, puso en manos de su pueblo, en forma de libros, un hecho cultural que aquí no es nuevo y que a muchos nos enamora. Sin volvernos a-críticos.
Este Ministerio de Cultura venezolano puso en manos de su pueblo miles de libros, miles y miles de libros a cambio de abrazos fraternales, sonrisas a mares y millones de destellos que en los ojos caribeños tienen certeza de futuro socialista. Un regalo con sello emancipador. Saltaba a la vista. Bajo un sol intenso y un calor revolucionario, sonaba la música que mueve las caderas y los corazones, sonaban las frases alegres, los augurios y los compromisos de lucha. Estaban ahí los ministros de Cultura de Cuba y Venezuela que, a pleno sol, sudaron la “gota gorda” y pusieron en manos del pueblo los chorros caudalosos de tintas objetivados en una biblioteca fenomenal que sigue ensanchando las lecturas que, ahora, puede hacer un pueblo liberado del analfabetismo. Esto no debe ser silenciado.
Son millones y millones los libros editados por Venezuela para ser distribuidos gratuitamente. Y desde luego que con eso no basta y desde luego que ya es un ejemplo mundial. Y, desde luego muchos esperan más... mucho más. Sin ser apologistas del gobierno y siendo socialistas comprometidos. Esta tarea de entregar gratuitamente títulos editoriales muy diversos, como muchas otras, es una estrategia sistemática para democratizar la cultura. Es una de las tantas maneras en que se expresa un compromiso revolucionario pactado democráticamente por un pueblo que ha probado, una y otra vez, que está decidido a tomar la dirección de su futuro rumbo a otro mundo mejor que es posible... y que es urgente.
Miles de manos se llevaron miles de libros. Ni uno solo fue producto de una transacción mercantil, ni uno solo se fue a las casas de los venezolanos como trampa alienante pergeñada por mafias editoriales. Ni uno solo, entre esos miles y miles de libros fue impreso para llenar sólo bodegas o para adornar la currícula de algún santón intelectual. Los libros se fueron en manos de mujeres, hombres y niños que, esta vez, tienen en su poder condiciones nuevas para ser libres porque serán cultos. ¿Cuántos gobiernos pueden presumir semejante compromiso? Muy pocos. Por ahora.
No son pocos los ingeniosos que tiran frases para sembrar sospechas y plantar canalladas. Disfrazados de “exquisitos”, algunos “críticos” arquean las cejas y se convencen de que de nada sirve proveer con libros el trabajo de revolucionar las conciencias... que los pueblos son ignorantes incorregibles, que irán de inmediato a vender los libros, que los usarán para envolver cualquier cosa o que simplemente los harán servir, en cualquier momento, para encender hogueras. Algunos dicen que son libros repartidos para ideologizar a los ignorantes. La desconfianza y el odio tienen gran imaginación cuando se trata de calumniar a los pueblos. Odio burgués.
En esas plazas de Venezuela había madres y padres que llevaban libros. Llevaban la certeza de que son un patrimonio valiosísimo para sus hijos. Había niños hojeando libros producidos para ellos y con eso se convirtieron en usuarios y protagonistas de un derecho humano fundamental que casi ningún otro niño, ni otro padre, puede gozar cabal y libremente en Latinoamérica. Había abuelos con las manos llenas de letras y con la mirada puesta en un hecho jamás antes visto por un pueblo, hoy en revolución, que mucho tiempo ha sido ignorado, explotado, maltratado y hundido en la ignorancia más aberrante. Había estudiantes, trabajadores... muchachas y muchachos que entre bailes y frescura arrimaron a su casa un bastión del pensamiento que promete saberes y sabores florecientes entre los libros. Un derecho cumplido, una responsabilidad en marcha. ¿Cómo explicamos en México que esto si existe, que no es una alucinación dogmática, que es verdad, que si es posible, que lo ordena un pueblo y lo obedecen los Ministros, que ocurre muchas veces, que es un derecho respetado y que está en marcha su perfeccionamiento? ¿Cómo contar esto sin que algún payaso lo descalifique diciendo que es pura “propaganda chavista?
Esta noche millones de libros ya duermen en las casas de millones de venezolanos. Cosa nunca antes vista. Esta noche las condiciones y las posibilidades indican que, de esos millones, alguna parte, ojala muy grande, paseará sus ojos entre las líneas de esos libros que ya no son negocio exclusivo de las corporaciones editoriales. Paseará sus ojos y sus ideas entre las ideas de algún autor que, dicho sea, jamás imagino ver multiplicada su obra en las proporciones en que se ha multiplicado gracias a la Revolución venezolana.
Esta noche millones de libros nuevos ya se imprimen para que salgan a las calles y a las casas muy pronto. Esta noche los Ministros de Cuba y Venezuela reposarán, sus no pocas horas de trabajo bajo el sol caribeño, sobre la responsabilidad de seguir, en cantidad y calidad, enriqueciéndose con la riqueza cultural que está sembrada y ya anuncia frutos. Los veremos al Alba, ni duda cabe. Mientras, algunos privilegiados que estuvimos y vimos semejante fiesta de libros, iremos por el mundo a contar cómo un pueblo en Revolución es capaz de regalarse los libros que necesita su libertad sin dejar de romper otras tantas cadenas iguales o peores que la ignorancia. Contar cómo éste pueblo en Revolución se gana el derecho de garantizarse sus derechos a fuerza de organizarse y dar la batalla de las ideas. Y, por si fuese poco, regalarnos el ejemplo.
Rebelión/Fundación Federico Engels/Universidad de la Filosofía