Qué difícil es hablar de José Vicente Abreu, pero al mismo tiempo es muy fácil rememorarlo ya que este llanero rebelde dejó huellas a su paso por estos lares. Este 20 de junio estuviese cumpliendo 82 años, para los que no lo conocieron seguramente estarán pensando que de estar vivo, en la actualidad sería un anciano, no obstante, para los que tuvimos la oportunidad y la dicha de contar con su presencia en algún momento de su vida, sabemos que José Vicente sería una persona joven, sólo que tendría ese montón de años encima, que su frondosa y rulosa cabellera estaría más blanca, y que su pequeña estatura se habría agigantado.
Joven no es el que tiene poca edad, joven es el de espíritu emprendedor, entusiasta, abierto para la amistad, y especialmente, dispuesto para hacer cambiar lo que considera impropio, y estas cualidades eran propias de José Vicente.
Advierto que no pretendo con estas palabras hacer una biografía de él, sólo quiero hacer una breve remembranza para que los más jóvenes sepan que esta tierra paridora de mujeres y hombres luchadores por la libertad, entre ellos nuestros próceres de la independencia, no ha dejado de hacerlo en ningún momento, sino que se han cambiado los adversarios en el tiempo, alguna vez fue el imperio español, en otra, los secesionistas de la Gran Colombia, y sucesivamente, los tiranuelos de turno, los traidores a las ilusiones del pueblo, el imperio yanqui y sus cipayos locales.
En su momento José Vicente fue uno de esos hombres dispuestos a sacrificarlo todo por el bienestar de su pueblo, aún a riesgo de su vida, de sufrimientos, de vejámenes y torturas, del abandono de su familia y amigos. Conocida es su estadía de seis años en las prisiones y campos de concentración más tortuosos del régimen tiránico de Pérez Jiménez (Cárcel Modelo de Caracas, Guasina, Sacupana, Cárcel de Ciudad Bolívar) y otros años más en prisiones de la IV República (Cuartel San Carlos). Así como también, sus obligados exilios, tanto en época del gobierno perezjimenista como en el gobierno adeco. Su participación activa en la resistencia clandestina al gobierno de Pérez Jiménez, en la Guerra Revolucionaria de los años 60, en El Carupanazo y en diversos frentes guerrilleros como “Comandante Capanga” (y que a nadie le pase por la cabeza que estuvo en el frente guerrillero del Jardín Botánico de la Universidad Central de Venezuela).
Sí estuvo en la Universidad Central de Venezuela, pero como integrante de la Primera Promoción de Periodistas en el año 1949 (Promoción Leoncio Martínez) y también como Director de la Imprenta Universitaria. Por cierto, José Vicente debe estar ahora revolcándose en su ataúd asqueado por como algunos periodistas se han prestado para enlodar su tan noble oficio.
La lucha incansable por sus ideales de libertad y bienestar del pueblo, no le dio chance de empoderarse como un profesional tradicional del periodismo, no se puso detrás del escritorio con la máquina de escribir, no se puso el flux, camisa cuello duro y corbata, sino que agarró el lápiz y la pluma para narrar sus vivencias y reflexiones, sueños y poesías, para denunciar y enfrentarse a los engañadores del pueblo, por cierto, que José Vicente nunca utilizó la corbata como prenda de vestir.
En la oportunidad de la entrega del galardón de la IV edición del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos (1982), en consideración a la importancia del evento y de los personajes que lo acompañaban que al igual que él eran miembros del jurado de este certamen: Carlos Fuentes (México), Augusto Roa Bastos (Paraguay), Manuel Mejía Vallejo (Colombia), Antonio Cornejo Polar (Perú), Carlos Barral (España) e Ignacio Iribarren Borges (Venezuela), su esposa lo conminó a que se vistiera de flux y corbata para que su vestimenta no desluciera, a lo cual accedió a medias, y se puso el flux con un sweter cuello de tortuga. Paradójicamente, en su muerte y ante la Guardia de Honor del Partido Comunista que le montaba guardia durante el velorio, su cadáver estaba cubierto con un traje, camisa cuello duro y corbata.
Así como tuvo arrojos para enfrentarse a tiranuelos, también los tuvo a situaciones críticas de su vida; con mucha emoción me contó que luego de su regreso al país tras su último exilio, un día, sintiéndose abatido, triste y además hambriento, se sentó en un banco de la Plaza Bolívar de Caracas y venciendo la depresión escribió de un solo jalón su novela “Toma mi lanza bañada de plata”.
A este apureño multifacético, su inquietud por la historia lo encaminó a una nueva pasión: a la arqueología. En los años 80 participó en una expedición arqueológica en los llanos de Barinas que dio cuenta del “Correo Incaico” hasta esas tierras llaneras, limite que podemos fijarlos como extensión de aquel imperio.
Su afición por la arqueología lo llevó a distintos lugares donde ocurrieron enfrentamientos durante la guerra de independencia, tales como las batalla de Mucuritas y las Queseras del Medio, e igualmente de la batalla de Santa Inés, durante la guerra Federal. Esto le permitió a José Vicente recabar mucha información acerca de esos eventos y la recolección de reliquias militares. Lo llenó de mucha satisfacción localizar y excavar las trincheras realizadas por la gente del General Zamora en Santa Inés de Barinas.
Otra actividad que realizó con éxito fue la de cultivar amistades, y como buen revolucionario, se reunía tanto con intelectuales, artistas, militares, trabajadores, campesinos, artesanos y gente llana del pueblo, eso sí, sin vanaglorias ni jactancias, sencillo y hablachento, propio de su origen llanero. En ese sentido, lo recuerdo hablando con los artesanos de cerámica en el pueblo de Quibor, indagando acerca del cementerio de los pigmeos; así como con el Teniente Raúl Oviedo Rojas, rememorando sus planes de fuga de Guasina y sus planes de abrir una guerrilla en las selvas guayanesas; con José León Tapia, hablando de Zamora; con el Coronel Carlos Quintero Gamboa, discutiendo de estrategia militar, de Tsun Su y Maquiavelo; y con Agustín Callejas, de la situación colombiana, de periodismo y literatura.
En atención a que se está celebrando la semana de la Artillería del Pensamiento, le sugiero a sus organizadores considerar en sus programaciones un recordatorio a José Vicente Abreu, un periodista, poeta, narrador y luchador social, digno de ser emulado por las nuevas generaciones de periodistas.
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