Pedro y Pablo

Dos fuertes compinches, al servicio del mismo patrón: el Dios de Jesucristo. Nada invertebrados, ninguno de los dos. Es interesantísima la pelea "a cuchillo" (¡a nivel de ideas!) que tuvieron entre sí. Además, del lado de Pedro estaba Santiago, el llamado "hermano del Señor"; mientras que del lado de Pablo, San Bernabé. ¡Magnífica contienda! Antes de concluir dándose la mano, estuvieron cerca de meterse una mano... Santos sorprendentes. Unidad dentro de profundas divergencias.

El motivo de su disputa era de peso, y de su desenlace dependió la cuestión de saber si los amigos de Jesús de Nazaret iban a seguir siendo judíos o si podían ser romanos, o sirios, venezolanos, suecos, vietnamitas, y así a continuación.

Pero vale la pena certificar el hecho mismo de su fuerte discusión: pone de manifiesto el carácter apasionado de los primeros protagonistas y su fraternal irreverencia. ¡Nada de sumisión pasiva frente a alguna autoridad! Claro: Pedro estaba a mil leguas de saber que él era, supuestamente, el primer papa... En la misma disensión todos estaban convencidos de ser fieles al mismo Espíritu. Aparece así que el cristianismo de los primeros tiempos no correspondía -ni mucho menos- a un pensamiento único y autoritario, sino que buscaba la fidelidad dentro de la diversidad.

Lamentablemente, la Iglesia Católica de hoy ha perdido mucho de esta fuerte convicción y gran intrepidez. Lamentablemente, casi se ha olvidado que ella lleva no sólo el nombre de Pedro, sino también el de Pablo. Lamentablemente, ella ha tendido a dejar entre paréntesis la libertad creativa de Pablo frente al judaísmo de Pedro. Sin darse cuenta de que así se va modificando por completo el color de la fe cristiana.

En vez de sumar obediencia con libertad, disciplina institucional con audacia y creatividad, las últimas décadas han tendido a transformarnos en repetidores timoratos de una fe azucarada.

Dentro de dos días se celebra la fiesta de San Pedro. ¡Ojalá nos acordáramos definitivamente del fuelle de Pablo! Los cristianos americanos nacimos gracias a un formidable y fraternal desacuerdo entre los dos, que concluyó en la misma vida desparramada, en pura pasión de sangre y amor.

Sacerdote de Petare


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Bruno Renaud


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