Uno de los principios fundamentales de toda Hacienda Pública es la eficiencia que acompaña su eficacia en materia de objetivos impuestos por el Ejecutivo de marras y la Administración pública en general. Ambas condiciones guiarían el Presupuesto Nacional de Ingresos y Gastos. Los Estados eficientes y eficaces deben saber combinar con optimidad ambas variables.
Este no parece ser el caso de la Hacienda Pública Venezolana donde se observa muchas irregularidades que no necesariamente son actos de corrupción sino, más de bien, de ineficacia burocrática de alto nivel gerencial.
Para nadie es un secreto que en nuestro país primero se asciende a cargos burocráticos importantes para luego ser personas importantes, en lugar de escogerse para nuestros ministerios a gente previamente importante.
No es nada nuevo. Así, vemos una larga y ancha lista de currícula de altos personajes públicos con elevadas responsabilidades presupuestarias cuyo currículum personal se limita a haber tenido varios cargos políticos burocráticos precedentes sin que en ninguno de ellos haya habido evaluación técnica ni profesional alguna.
Rara vez los gobernantes acuden al profesional experimentado en quehaceres afines, y cuando esto se lleva a cabo no dura mucho en sus funciones salvo que anteponga intereses populistas a su ética profesional. No se conoce ningún caso de sanciones por mala praxis administrativa de ningún Ministro, Gobernador, Alcalde ni Presidente de la República, salvo groseras referencias a acusaciones más bien políticas que profesionales.
En casi todas las designaciones burocráticas termina privando la afiliación e incondicionalidad políticas o el empirismo a todo trance.
Ahora bien, una de las manifestaciones de mala praxis administrativas es la de operar con elevados costes y no precisamente por compras alegres ni con sobreprecios. Para nadie es una secreto que si algún maula existe en el país ese es el Estado. Es Moroso e irresponsable por excelencia, si el acreedor no es compañerito de partido o forma parte de alguna “pomada” rayana en corrupción.
Entre las causas de esa operación con elevados costes está precisamente la mora financiera. Efectivamente, tomemos el caso de la Deuda Pública Interna. En este tipo de acreedores el ministerio de Hacienda se ha mostrado fuertemente irresponsable. Ha descuidado el cálculo del mínimo costo, le ha resultado indiferente la mora por compromisos financiero que crecen con cada segundo del movimiento diario.
El ejemplo más resaltante es el de la Deuda que mantiene el Estado desde el año 1975 con el personal de las Universidades.
Como lo sabe mucha gente, las Prestaciones Sociales de estos trabajadores fueron negociadas en Fideicomiso. Este genera intereses mensuales capitalizables con lo cual cada día de atraso en el pago potencia la deuda contraída que generará nuevos interés de manera continua y explosiva.
El actual y respetable Ministerio de Finanzas podría meterle el ojo a una Deuda como la referida. Podría, por ejemplo, ir cancelando mensualmente el interés de cada mes. Esta sería una insignificante salida si la comparamos con el gigantesco mono de la Deuda Total contraída en fidecomiso. Un Ministerio que se adecue más al principio de mínimo coste operacional debería ir cancelando aunque fuera bajos porcentajes anuales o bimensuales del pasivo principal, a fin de irlo rebajando y con ello adelgazando la carga reciclada de intereses que se causan mensualmente.
Desde acá sugerimos al Ministerio involucrado que trate de operar con menores cargas estatales presupuestarias porque esa deuda sigue creciendo e irresponsablemente se estaría endeudando crecientemente el Fisco Nacional con una deudas cuya cancelación liberaría fondos que bien podrían dirigirse a la cobertura de otros servicios públicos más necesarios. Sus costes de Contabilidad también se reducirían.
Los trabajadores de la Universidad no son inversionistas, no tienen ningún interés en que se les acreciente su acreencia; no son rentistas. Se nos ocurre que este Fideicomiso podría ser vendido y permitirle a sus acreedores su colocación en la Bolsa de Valores, cosas así. Por allí hay muchos inversionistas quienes sí se ocupan de estas actividades financieras.