Es
la crisis de la Modernidad Occidental, el trasfondo de posibilidad de
nuevas insurgencias contra-hegemónicas. Reconociendo que la modernidad
política occidental ha generado sus terrores, monstruos y despotismos.
Ya lo decía Goya: “El sueño de la razón produce Monstruos”, y
Nietszche (1886): “luchando contra monstruos hay que cuidarse de no
convertirse en monstruo” (Más allá del bien y del mal).
La
lucha contra el capitalismo, contra el colonialismo y contra el imperialismo,
no debe descuidar la lucha contra el despotismo de izquierda. Stalin
es su símbolo. El estalinismo, su práctica. Conceptualmente, el Socialismo
Burocrático es un “Socialismo realmente inexistente”.
La paradoja consiste en comprender como su inexistencia generó una poderosa pantalla ideológica, con sus proyecciones, identificaciones, narrativas, leyendas e imaginarios dominantes, que penetraron profundamente en la recepción hegemónica y en la mentalidad de lo que en América Latina y el Caribe se consideró como “auténtico socialismo” y “auténtico marxismo” desde los albores del siglo XX.
El
principal obstáculo para el nuevo socialismo para el siglo XXI es atravesar
con éxito, desde la criticidad radical, este fantasma del “socialismo
real”. Superar el imaginario jacobino-burgués de la revolución,
bucear en la historia desde abajo, a contrapelo.
Babeuf
decía: la pobre especie humana “ha servido de juguete a todas las
ambiciones, de pasto a todas las tiranías”, “siempre y por doquier
se arrulló a los hombres con bellas palabras, jamás ni en ninguna
otra parte ha obtenido otra cosa que palabras”. Babeuf era gillotinado
por el directorio en 1797.
La
nueva constitución termidoriana de 1795 eliminaba el enunciado proclamado
en 1789: “Todos los hombre nacen y permanecen libres e iguales en
derechos”. En vez de derechos, comenzaron a imponerse deberes (Declaración
de derechos y deberes), y como señaló Andreu Nin (Las Dictaduras de
nuestro tiempo-1930), la oleada reaccionaria y conservadora que desencadenó
la revolución francesa consagró finalmente que “los derechos del
hombre fueron los derechos del propietario”.
Kautsky
planteó en su interpretación de la revolución francesa, que
la Dictadura jacobina preparó el terreno de la Dictadura conservadora.
Una lección para no entremezclar las cartas del imaginario de la dictadura
jacobina, con el pensamiento crítico socialista. Pues el pensamiento
único es propio del despotismo, sea de izquierda o de derecha.
La
ignorancia de los acontecimientos de la revolución francesa, pueden
condenarnos a repetir sus tragedias. Lo mismo ocurre con la revolución
rusa. Hoy sabemos del debate que ha girado en torno al concepto de “dictadura
revolucionaria del proletariado”. ¿Se habrán extraído sus lecciones
para transitar a un socialismo democrático?
La
tarea es salir de la arena movediza de la ortodoxia bolchevique tomando
el hilo de Ariadna de la memoria radical-democrática marxiana (que
no carece de ambivalencias y contradicciones), además de la pasión
descolonizadora que comprende los límites de la razón colonial-moderna.
Hoy por hoy, el despotismo de izquierda y la razón colonial-moderna
son obstáculos para imaginar y pensar un nuevo socialismo.
La
descolonización cultural da paso a un horizonte transmoderno, que ha
aligerado la carga mono-lógica del pensamiento dialéctico, habla de
ana-dialéctica, una hermenéutica dialógico-crítica junto a la voz
de los otros, los excluidos, las periferias, el pueblo, las mujeres,
los indígenas.
Un aprendizaje ético y epistémico, que es desprendimiento y apertura a través del principio dialógico, reconociendo la existencia de la alteridad en las comunidades hegemónicas de comunicación. Interpelando la crisis de la modernidad occidental, no exclusivamente desde dentro de ella (posmodernidad), sino desde su exterioridad (trans-modernidad). No basta quedar atrapados en el heleno-centrismo. No basta desplazarse desde Kant y Hegel, hacia Nietszche y Heiddeger.
Sin
una insumisión permanente frente al discurso hegemónico, no será
posible avanzar en la revolución democrática, socialista, intercultural
y ecológica. Hay que plantear un imaginario radical emergente que haya
metabolizado con éxito la pesadilla del Socialismo burocrático, sin
necesidad de claudicar ante el capitalismo mundial hegemónico y el
canon democrático representativo.
Se
ha escrito recientemente un tratado sobre la servidumbre liberal (Jean-Léon
Beauvois). La lucha por la alter-mundialización tiene cartas de navegación
que eluden los faros ideológicos del capitalismo liberal, la socialdemocracia
reformista y el socialismo burocrático.
De
allí la importancia de una teoría crítica contra-hegemónica.
Recuperando el legado de la teoría crítica radical, superando la matriz
estado-céntrica de la política hegemónica tradicional del socialismo,
interpelando críticamente el discurso hegemónico de la modernidad
occidental.