La revolucion de las ideas fecundas

Así como la nueva derecha de los países del Este en el parlamento europeo, pretende equiparar al fascismo con el comunismo soviético (Proyecto de resolución del 2 de junio del 2009), hay gente que uno supone sensible, informada y hasta inteligente, que por las circunstancias de una fobia antichavista, comienzan a desvariar en el terreno del pensamiento. Es recomendable un viejo trabajo del antropólogo Roger Bastide: “Sociología de las enfermedades mentales” para comprender algunas epidemias del sutil oscurantismo. Podrían tratar de asimilar lo dicho por Bretch: “Literaturas enteras, escritas en selectas expresiones, serán investigadas para encontrar indicios de que también vivieron rebeldes donde había opresión”. Confundir a Stalin con Marx, es un indicador de incompetencia en el terreno de las ideas. Ciertamente, el uso político de las ideas es distinto a su invención, sobre todo si quienes las usan sufren los peores despropósitos. Pero no hay posibilidad alguna, a menos que ocurra en las antecámaras del sub-consciente más reaccionario, sugerir prohibir la lectura de cualquier idea: desde las más estúpidas a las más ingeniosas, desde las más antiguas a las más modernas, desde las más ilustradas a las más posmodernas. Leo: “Si Carlos Marx hubiera tenido un gesto de benevolencia con la posteridad, quizás habría dejado una disposición testamentaria prohibiendo a los mayores de 50 años que leyeran sus tratados.” Quizás si, quizás no, quizás quien sabe. La benevolencia de Simón Alberto Consalvi, al parecer, no la tuvo Marx. Sugerir que se prohíban ciertas ideas, desde vías indirectas e insospechadas, revestidas de comicidad, esto lo sabía con lucidez Freud. Parecen chistes, pero son algo más. Prohibir lecturas de ideas es tan desaconsejable como la censura, pues sabemos que es el preludio del oscurantismo. Hay que analizar las trágicas paginas de la historia argentina, cuando la vendetta antiperonista de la llamada “revolución libertadora” trato de borrar de un plumazo cualquier huella o vestigio de esa experiencia populista. Espero que en eso no termine la fobia antichavista. Lo que plantea el amigo Consalvi en su texto “La Revolución de las ideas muertas” (Domingo 9 de agosto de 2009-El Nacional) carga algunas ambivalencias. ¿Necrofilia de las ideas o actitud fóbica hacia Chávez? Quien sabe. Pero el mensaje encierra varios enigmas: ¿Pretender defender la lucha contra las prohibiciones, deslizando sentidos de las buenas prohibiciones? Veamos: “(Marx) no llegó a sospechar los desastres que para los pueblos del mundo iban a significar sus escritos, y menos aún las calamidades que en ciertas mentes causarían si los descubrían demasiado tarde”. Conclusión: prohibir la lectura de Marx. Cualquier recepción reaccionaria estaría de acuerdo con este planteamiento. Plantear una contigüidad entre los “desastres experimentados por los pueblos” y “la significación de los escritos” de Marx, desliza una atribución de responsabilidad a Marx y sus textos. Tal vez no se ha advertido esta posibilidad. Fue un desliz, pero fue. Los textos requieren interpretantes, no hablan ni vociferan solos. Hay que aclarar cuales interpretaciones de cuales ideas y de cuales interpretes de los escritos de Marx generaron aquellos desastres, porque si no se presupone que fue Marx el desastroso. Sutil, pero importante aclararlo. Tal vez uno sobre-interpreta a Consalvi. Sobre el resto del texto, hay varias presuposiciones. Descalificar a la revolución bolivariana como una “Revolución de ideas muertas” es un contrasentido. Las ideas, por desastrosas que sean nunca mueren por ellas mismas. Lo hacen porque mueren sus portavoces, sus soportes vitales, sus practicantes. Las ideas desaparecen, se debilitan o se sumergen, pero no mueren. Ciertamente, muchos de los que hablan en nombre de Marx en la historia, realizan imposturas y han llegado a ser unos impostores. Sobre todo si justifican la censura, las prohibiciones y la Estadolatria. Esto queda claro y es necesario decirlo. Lo que no queda claro son algunos deslizamientos de sentido, algunas imprecisiones de la historia. Volver al cuento de Marx y Bolívar, tiene sus efectos retóricos y sus saldos políticos: ¡Oh, el anti-bolivariano Marx! ¿En que quedamos, se critica o no “el culto a Bolívar” (Carrera Damas dixit)? Yo diría que hay que criticar el culto a Marx, a Bolívar, a cualquier héroe o padre providencial (me parece correcta la afirmación de que “el culto a la personalidad es la fase superior del sectarismo”), pero hay que leer sus ideas. No prohibirlas, abierta o solapadamente. Hay que abonar el terreno de las ideas, aunque sean etiquetadas como “papeles torpes y sediciosos”. Pero no es totalmente cierto que las constituciones del general Gómez de 1929, la última de 1931, y la de López Contreras de 1936, nunca tuvieron efectividad contra la izquierda histórica. No solo contra las ideas comunistas, sino contra los socialistas y comunistas de carne y hueso, el cuerpo. No solo se trato de 47 venezolanos expulsados de Venezuela acusados del “delito, de ser comunistas" (Las comillas son otras, por cierto). Se trataba de liquidar las ideas matando a los seres humanos. Y esto hay que evitarlo. Lo que propone la revolución bolivariana no esta en los espectros ni en la opinión manufacturada por los medios privados, está recogido en el preámbulo y en los principios fundamentales de la Constitución de 1999. Esto no ha sido desechado por la historia. En el 2010 se conmemoran 100 años de la Revolución Mexicana, proceso que dio lugar a la Constitución de Querétaro en 1917, para no hablar de nuestros Bicentenarios. Que la propiedad se relacione con el interés general y la utilidad pública, no es una “idea muerta”. Que el Estado regule una economía, tampoco. Que la educación sea un derecho humano, un deber social fundamental, sea democrática, gratuita y obligatoria, tampoco. Que el Estado la asuma como función indeclinable y de máximo interés en todos sus niveles y modalidades, como servicio público, tampoco. Que exista respeto por todas las corrientes del pensamiento, garantizando la diversidad de ideas y el pluralismo político de la sociedad, tampoco. La revolución de las ideas fecundas esta en el proceso constituyente que parió la Constitución de 1999. El resto es una combinación de espectros, manufactura de la opinión mediática y de ideas inviables. Hay que cuestionar cualquier vestigio de estalinismo. Estamos de acuerdo. Pero no hay ideas muertas Los que mueres son de carne y hueso.


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Javier Biardeau R.

Articulista de opinión. Sociología Política. Planificación del Desarrollo. Estudios Latinoamericanos. Desde la izquierda en favor del Poder constituyente y del Pensamiento Crítico

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