He tratado,
como siempre, de esperar la última palabra para construirme una opinión
equilibrada sobre los acontecimientos que se van dando en el día a
día de este proceso revolucionario. Los hechos que hoy condenan a la
camarada Lina Ron y a la gente de su entorno, los veo desde la perspectiva
del uso y exceso de protagonismo, así como lo extemporáneo de algunas
acciones en razón de la dinámica política. En este sentido valga
recordar la posición que asumiera el presidente Chávez ante lo retardado
o lento que se venía procesando las denuncias contra Globovisión;
esto hizo que en una ocasión llamara la atención a Diosdado Cabello
para que actuara. Y me pareció apresurado del presidente; claro está,
él es el que recibe todo ese ataque mediático, pero la actitud de
CONATEL ha sido la más acertada: hilar fino con la constitución y
las leyes para que quede constancia, cuando se aplique la sanción,
de que se ha obrado en razón de los instrumentos que una sociedad de
Derecho tiene para mantener reglas equilibradas de convivencia.
En una palabra,
la actitud del presidente en ese momento fue impulsiva, nada razonable
cuando se tienen dos out y se está por ponchar al que está
al turno del bate en béisbol. Pero el presidente entendió; manifestó
su preocupación, pero no por ello fue a atacar a CONATEL. En el caso
de Lina Ron esa inquietud ha sido canalizada por el camino que desde
hace un buen tiempo mantiene su grupo político; es entendido que ellos
quisieran que los cambios se produzcan violentamente; pero ellos no
pueden tomar en sus manos la institucionalidad. Al presidente no sólo
lo ha mantenido digno en el poder su carisma y talento político, sino
que se ha mantenido en el cause de la institucionalidad y ello le ha
valido la legalidad y legitimidad de su mandato tanto a los ojos del
mundo como los al de sus más férreos detractores. Es ante esa realidad
que quienes elevamos una voz conciente y de apoyo a los procesos progresistas
del continente latinoamericano, no hacemos más que pregonar el respeto
a la institucionalidad.
Ante estos
argumentos cae por su propio peso el ataque a Mario Silva y el cuestionamiento
de estar detrás de un complot contra el presidente Chávez; nada más
falso. Quienes vimos en el programa “La Hojilla” la posición de
Silva ante los hechos del ataque contra la empresa S.A. norteamericana
Globovisión, apreciamos a un defensor de la institucionalidad. Una
persona que se preguntó a sí mismo y a la audiencia, “qué necesidad
había de llegar a este tipo de actos anárquicos”; allí no hubo
un ataque a Lina Ron o a su grupo; allí no hubo una posición radical
de enfrentamiento contra el sector hoy cuestionado por la institucionalidad;
allí hubo la preocupación de un convencido revolucionario porque se
mantenga el respeto, pero sin bajar la mirada ni poner la otra mejilla.
Es decir, si
tenemos que hablar de complot, hablemos entonces de la maquinaria mediática
que se ha comportado como la contracorriente de los procesos de cambio;
tenemos que hablar, y me remito al caso del estado Portuguesa, de corrientes
internas de poder político que están desgastando las condiciones para
un proceso de cambio en el cual lo social esté por encima de lo económico-administrativo;
si hablamos de complot, hablemos entonces de quienes piensan que atentando
contra emblemas representativos de la oposición lograremos sumar a
sus adeptos a nuestras filas. Primero, que esos adeptos están enfermos
y no los necesitamos; y segundo que ese ataque se convierte, y le da
tela de que cortar, en una caja de resonancia para seguir inventando
que en Venezuela reina la anarquía y la intolerancia.
En fin, no
concibo beneficioso para el proceso y para las conquistas alcanzadas,
seguir golpeando nuestras caras; pegarnos entre nosotros mismos. Pareciera
que sabemos llegar pero no mantenernos; aún no hemos aprendido de la
templanza e inteligencia de nuestro presidente. ¿Qué a veces comete
algún desliz? Él es un ser humano y tiene la grandeza que cuando ello
ha ocurrido, no tiene empacho en reconocerlo y cambiar de actitud. Lo
ha hecho muchas veces con Uribe, aunque en esta última ocasión es
como “ya bueno”, el comportamiento del Gobierno de Colombia es hostil
y con hostilidad ha de ser tratado.
Le pido a la
camarada Lino Ron y a su grupo, un anarquista como yo convencido, que
el radicalismo no nos beneficia y menos las amenazas. Esas amenazas
a la vida de compatriotas dignos debe empezar a ser repudiada por ella;
no puede haber un muerto por caprichos y torpezas. En cuanto a que no
van por Mario directamente porque es más difícil como objetivo de
guerra, esas son acciones inaceptables, sólo el hecho de pensarlas
alguien, ya son posturas de la ultra-derecha. Además, como Fidel lo
expresara en su primera visita a la ONU, cuando le preguntaron sino
temía entrar a territorio norteamericano, a lo que contestó que él
llevaba un blindaje indestructible: “la moral de un pueblo”; lo
mismo calza para Mario: él lleva el blindaje moral de un pueblo.