Hablar de la
Administración Pública; es por si a alguien le queda alguna duda,
es hablar del gobierno, aunque en ella no todos están de acuerdo con
el mismo, lo que significa amén de otras consideraciones semánticas,
que algo que se llama institucionalidad rija los pormenores y mayores,
de su actuación, de los resultados de una gestión determinada, es
por ello, que la filosofía, entonces se refiera fundamentalmente a
los procesos que se desarrollan en su seno, que estén dirigidos a la
satisfacción de necesidades públicas, es decir los ciudadanos, en
esta parte, pareciera en muchos casos que la filosofía estuviera ausente,
además, por que no creemos que en una gestión ineficiente, haya algo
de filosófico, todo lo contrario.
Este último
razonamiento nos lleva a la conclusión previa que la administración
pública para tener filosofía alguna debe ser preponderadamente eficiente
y eficaz, es decir, que la filosofía viene dada por el ejercicio de
sus componentes humanos y más allá con el respaldo teórico de leyes,
providencias y demás regulaciones.
En verdad les
digo, que no estoy muy seguro de la aplicabilidad del calificativo de
filosófico a una entidad tan compleja y dinámica, solo que, se me
ocurre, entonces, que puede ser una buena alternativa de su mejoramiento
en la búsqueda de respuestas a los ciudadanos e instituciones que acuden
a diario a su prestancia y dominio, otorgarle este carácter a ver si
filosóficamente conseguimos que entre otras muchas otras cosas, la
administración se proponga servir a los ciudadanos.
Ahora bien, si abordamos el asunto, académicamente, podemos decir, que con respecto a la organización del Estado a través de la Administración Pública, se ha escrito de manera reiterativa desde hace buen tiempo y en todo lugar, propuestas van y vienen acerca de la estructuración y hasta de los fines que deben regir la actuación, sobremanera en nuestros países latinoamericanos y caribeños, donde según algunos autores, señalan una especie de origen cultural tanto en su conformación estructural orgánica como en los procedimientos que la rigen y otros señalan la ausencia de rigores en el comportamiento de los funcionarios. Si esto es de esta manera tendríamos que convenir que la administración requiere de una buena dosis de movimiento en todos los sentidos y lugares.